En mi opinión, es tanto el miedo acumulado hacia lo desconocido que algunas tareas que deberían ser ineludibles no las afrontamos debido a un miedo irracional y nocivo que nos boicotea la mitad de las acciones que son cruciales en el Desarrollo Personal y en la vida en general.
El miedo a encontrase con el que realmente somos es uno de los más temidos. Es un miedo irracional que acatamos sin rebeldía, sin tratar de desmontar su falta de argumentos y el poder ilimitado que en alguna ocasión –inconscientemente- le hemos otorgado.
El miedo al vacío, a ese no tener a mano los trucos de los que nos valemos para auto-engañarnos, está muy extendido. Nuestro personaje se pasea por el mundo y nosotros –el que realmente somos- se encuentra en el vacío, en el silencio, en ese terreno desconocido en el que imaginamos lo peor. Y no es malo ni peor: simplemente es desconocido.
El miedo, en realidad, es hacia lo que podamos encontrar. O sea, a encontrarnos. A que la verdad de quienes realmente somos esté por debajo de las expectativas, y por eso preferimos conformarnos con los personajes que llevamos tanto tiempo representando. Aprovechamos eso de “más vale malo conocido que bueno por conocer”. No sé quién hizo el refrán, pero no se merece un premio. El acatamiento de lo malo sin más, procura más desencantos que beneficios.
Pero también puede suceder lo contrario, que el que realmente soy no tiene nada que ver con la imagen que los otros tienen de mí y posiblemente tampoco con la imagen que yo tengo de mí. En ocasiones, el miedo proviene de la posibilidad de encontrarse con algo o alguien que está muy por encima de nuestra propia idea, y tal vez lo que padecemos es un miedo a hacernos cargo de ese que somos, que está por encima de nuestra mediocridad actual.
Somos en una parte divinidad y aceptar esto se hace difícil. En nuestra esencia sólo existen las cualidades y no los defectos. Detrás de las máscaras que nos hemos puesto para sobrevivir está el inmaculado que nació y llegó lleno de atributos y bendiciones. Los creyentes llevan a Dios o a lo Superior en su interior y los ateos también –aunque ellos no lo sepan o lo llamen de otro modo-.
Hay que vigilar que no sea una falsa humildad quien evita el silencio y el vacío en el que uno puede encontrarse a sí mismo realmente. Uno es grande. Uno, en su esencia, es perfecto. Uno contiene la divinidad. Y ha de encontrarse con ella.
Que el miedo no interfiera en los planes. El silencio es enriquecedor y los vacíos sirven para llenarlos de nosotros mismos. El encuentro con uno mismo tal vez sea el acto más emocionante de toda la vida.
Te dejo con tus reflexiones…
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