martes, 4 de junio de 2019

La soledad en el amor: estás, pero no te siento


Estás a mi lado, pero no te siento. La soledad en el amor puede ser devastadora; es casi como percibir que hay una ventana abierta por donde entra el frío y, a su vez, se desvanece la pasión, el interés, las complicidades que antes encendían caricias y sonrisas. Casi sin saber cómo, a esa indiferencia le llega la hostilidad repentina, los reproches y esas miradas que lejos de buscarse, se evitan.

Si hay algo que, sin duda, nos gustaría es que todo el amor que le profesamos a alguien nos fuera enviado de vuelta con la misma intensidad (tanto doy, tanto recibo). Nos encantaría que en materia de relaciones afectivas existiera siempre un equilibrio perfecto y absoluto. Amar y ser amados del mismo modo, con la misma energía, forma y pasión. Sin embargo, cada uno de nosotros lo hacemos a nuestra manera, con un idioma propio, con mejores y peores habilidades.

Ahora bien, pocas experiencias suelen traer tanto sufrimiento como sentir la progresiva indiferencia de la pareja. Por llamativo que nos parezca, la razón de ello no siempre está en el desamor. A veces, esta realidad se inscribe en esa persona caracterizada por una evidente inaccesibilidad emocional, también en los alexitímicos y en quienes, sencillamente, no entienden que el amor es algo más que presencia física. El amor auténtico requiere acción, emoción, conexión y reciprocidad.

«La soledad se admira y desea cuando no se sufre, pero la necesidad humana de compartir cosas es evidente».
-Carmen Martín Gaite-

La soledad en el amor, una realidad muy común

El mero hecho de tener pareja no ofrece ninguna salvaguarda contra la soledad. Este hecho lo demuestran los datos que se obtienen en los estudios sobre la soledad que cada año se publican. Sabemos, por ejemplo, que la soledad es ya una epidemia entre la población de edad más avanzada; sin embargo, en los últimos años estamos descubriendo cómo el cohorte más joven, también evidencia de manera significativa esta realidad.

De ahí que sea importante hablar de lo que entendemos como «soledad sentida». Es decir, aquella que aparece a pesar de que la persona tenga pareja, familia o disponga de una red social extensa. Tal y como nos dijo Robert Weiss, el psicólogo social y experto en este campo, «la soledad es lo que experimentamos cuando sentimos la carencia de algo que nos es necesario».

Asimismo, fue este autor quien estableció la diferencia entre la soledad social y la emocional. Esta última es la que surge sobre todo a nivel de pareja, ahí donde nos falta el apego, el compromiso y esos nutrientes afectivos que conforman un vínculo feliz y saludable. Asimismo, hasta no hace mucho, no se prestaba especial atención a este tipo de soledad; sin embargo, desde el plano clínico sabemos que estas situaciones generan una elevada angustia. La implicación que tiene para la salud mental y física es enorme.

La soledad en el amor tiene muchas caras

María Teresa Bazo, socióloga y experta en bienestar social y calidad de vida, señala que «es muy posible que la peor soledad sea la experimentada en compañía” (Bazo, 1989). La verdad es que la soledad en el amor puede sentirse durante años, e incluso décadas, sin que se ponga remedio a ese hecho tan serio. Ahora bien, es importante conocer primero qué factores median en este hecho ya que pueden ser tan diversos como llamativos.

En primer lugar, debemos saber que hay personas que inician una relación de pareja para apagar su propia soledad, sus miedos y vacíos. Es el caso de esos hombres o mujeres que arrastran traumas o que, simplemente, evidencian una baja autoestima. En estos casos, rara vez se sentirán felices o realizados en esa relación. Siempre sentirán que les falta ‘algo’, la sensación de soledad nunca llega a aliviarse.
Por otro lado, también están esos perfiles con serias dificultades para compartir, para hablar sobre sus sentimientos o validar emocionalmente a la pareja. No entienden el lenguaje del afecto; bien porque no saben, no pueden o no quieren.
La soledad en el amor puede asomar también por el peso de la rutina. Nos dejamos llevar por el devenir del día a día, de las presiones, trabajos y ocupaciones, olvidando atender y nutrir lo más importante: la relación afectiva.
Por último y no menos importante, está el elemento más común: el desamor.

Efectos de la distancia emocional

Cuando aparecen la soledad en el amor y la distancia emocional experimentamos una serie de realidades psicológicas muy comunes. Surge el estrés ante la incertidumbre, la angustia, el miedo a no ser amado y, a instantes, también la hostilidad. El hecho de no recibir explicaciones o de estar suspendidos en ese limbo donde no se procede ni a la ruptura ni el intento de resolver dicha situación genera frustración.

Pueden aparecer reproches, discusiones y más distanciamiento. Todo ello revierte en el trabajo y en el resto de nuestras relaciones. Son situaciones sin duda muy delicadas.

¿Qué deberíamos hacer cuando experimentamos soledad en nuestra relación de pareja?

Si hay algo que todos deberíamos entender, es que siempre será preferible la propia y saludable soledad, a una soledad erigida al lado de alguien. Sabemos que la soledad social o física es dolorosa, pero la emocional es más profunda y sibilina porque devalúa dignidades y autoestimas.

Mantener este tipo de relaciones donde se extiende el abismo de la frialdad emocional y el filo de la indiferencia, no tiene sentido. Ante estas realidades, solo caben dos opciones: hallar el problema y resolverlo o dar fin a dicha relación. En estos casos nos será de gran ayuda un psicólogo de pareja para poder trabajar las dificultades y encontrar así la mejor respuesta.

Sea como sea, tengamos claro que la soledad en el amor es más común de lo que pensamos. Y el coste, inmenso.

Valeria Sabater

Atrévete a ser feliz.


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