Suelo mirar películas y series de todo el mundo, ya que me gusta apreciar las culturas y formas de ser de los distintos países. Me llamó la atención la gran emocionalidad de algunos pueblos de Oriente, que creía más impasibles, y me quedó la sensación de que en Occidente estamos tratando de terminar con ella, sin haber pasado por el proceso de comprender su propósito.
A lo largo de mi camino como terapeuta, coach y analista de Diseño Humano, una dificultad común es cómo tratar la emocionalidad. Tanto los que la sienten como una montaña rusa como los que no saben manejarlas quieren anularla y estar en paz. El problema es que no es tan simple. Para los primeros, esa es su Autoridad Interna (su lugar de decisión) y para los segundos, ese es su aprendizaje (el más grande frecuentemente), así que, dada su importancia, no es cuestión de pasarlo por encima.
Occidente trata de resolverlo con pastillas, entretenimiento y consumismo o, en el mejor de los casos, a través de la mente. El inconveniente es que no se comprende la química ni la dinámica detrás de ellas y solo se busca evitar el sufrimiento. El 50% de la humanidad pasa por la Ola Emocional del Centro del Plexo Solar, una frecuencia conectada a la serotonina que pasa de un extremo a otro del espectro, de la esperanza al dolor, de la expectativa a la desilusión, de la alegría a la desesperación y vuelta a comenzar. El otro 50% la refleja y amplifica sin darse cuenta, creyendo que ese caos es propio.
La ignorancia de esta mecánica que ejerce un notable impacto a todo nivel hace que suframos indebidamente y no evolucionemos, como es su meta. Este Centro emocional inició una mutación entre el nacimiento de Buda y Jesús, moviéndonos hacia una nueva conciencia, la del espíritu, que se espera culminará en unos años. ¿Hacia dónde nos lleva? Vivimos en la dualidad, en la diferenciación, y esta conciencia opera en la unidad, en la resonancia, en el compartir álmico.
La gran pregunta es cómo ayudar a esa evolución, en lugar de atrasarnos. En principio, evitando el condicionamiento de la mente. Le damos una prioridad exagerada y malsana a estos Centros, creemos que todo se soluciona pensando, evadiendo lo que sentimos, llevados por los deseos del ego (que están influenciados por la familia, la sociedad, los sistemas, etc.). Este es otro aprendizaje de la humanidad: debemos descargar a la mente de su poder de decisión y de control y usarla para encontrarnos y potenciar a los demás, para educar, enriquecer el acervo común, explorar la profundidad de la vida.
En segundo lugar, es crucial aceptar esta Ola del Plexo Solar para quienes la pasan y comprender su riqueza y significado. Actuar impulsivamente desde las emociones no funciona, la reactividad los sume en la desdicha y la confusión; es necesario tiempo para aumentar el entendimiento, la espera hace que llegue la claridad y así estabilizan la Ola, aprendiendo a trascenderla poco a poco. Para los que no pasan por esta Ola, desidentificarse de los reflejos que absorben es clave; deben aprender a decir su verdad, afrontando el temor que albergan a sentirse culpables o ser rechazados.
Sea como sea, anestesiar las emociones con pastillas o negaciones no nos ayuda. Creemos que sentir mucho nos puede matar (literalmente en el caso de las ansiedades o pánicos). No es así; respirar y enfrentar los miedos y las iras nos libera y nos sana. Ellos son residuos de nuestra infancia, Niños Internos sin comprensión ni guía adecuada. Ya somos adultos y podemos afrontar nuestros desafíos, sin echar culpas ni sumirnos en la ignorancia o la destrucción.
El propósito de esta conciencia del espíritu es que vivamos en nuestra propia verdad, en que aceptemos, comprendamos y amemos lo que somos, resonando álmicamente con los demás. En la medida en que cada uno de nosotros desarrolle su labor, esta conciencia madurará en la Tierra y la Unidad se desplegará. Es nuestra responsabilidad.
bello mensaje que nos lleva a la reflexión, gracias por compartir
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