El bienestar de la persona radica en el equilibrio, para ello es imprescindible que exista cierto grado de optimismo, que es la parte “luminosa” de la persona, y quizás en otras ocasiones exista algo de pesimismo, a veces puede estar sustentado en la visión de una realidad objetiva que no es muy alentadora.
Contenido [esconder]
1 El pesimismo no es un continum
2 ¿Cómo reconocer una personalidad pesimista?
3 Pesimismo defensivo
4 Neurobiología del pesimismo
El pesimismo no es un continum
Ser pesimista no significa que una persona es necesariamente “negativa” o tóxica, todo depende del grado, el trasfondo y la continuidad a través del tiempo de la condición, así como sus efectos, existe un grado de pesimismo que puede ser funcional y en ocasiones es necesario para dar balance a la vida, cuando existe una visión desmesuradamente positiva y fuera de la realidad puede dejar de considerarse aspectos importantes para dirigirse hacia metas y tener logros.
Las personas pueden ser optimistas en algunos aspectos, pero pesimistas en otros, y entre estos últimos podemos distinguir unos cuantos que pueden caer en la patología, pudiendo derivarse con el tiempo en una depresión, algunos casos de pesimismo extremo pueden terminar en suicidio. Por tal motivo es importante identificar su caracterología, para que en caso de que determines que algún amigo, familiar o tú mismo, tienen esa visión agorera de la vida y cargan sobre sí un gran sufrimiento emocional, es recomendable recurrir a la asistencia psicológica.
Los individuos pueden cambiar de posición del optimismo al pesimismo, dependiendo de las circunstancias de vida, todos tenemos días y épocas ” más felices”, y también hay días o épocas “difíciles”, en donde las esperanzas pueden decaer.
Se puede expresar brevemente cierto pesimismo como un estado de ánimo, una condición temporal de la mente, a manera de una actitud continua o como un rasgo de la personalidad estable. Investigaciones recientes nos muestran que la neurofisiología se encuentra implicada en este proceso. Existe una amplia gama de pruebas psicométricas que pueden aplicar los psicólogos para determinar el grado y el tipo de pesimismo.
¿Cómo reconocer una personalidad pesimista?
1. ¿A menudo esperas lo peor, a pesar de que a veces el “viento” se ve favorable para ti? Las personas pesimistas tienen un estilo particular de atribución cognitiva, su modo de percibir las cosas suele incluir una visión de las circunstancias un tanto catastrófica y fatalista, muchos de ellos tienden a esperar muy poco de las situaciones y de las personas, aunque parezcan “positivas”, incluso pueden tener la creencia de que su futuro puede ser sombrío, suelen enfocar más su atención en aspectos negativos. ¿Piensas que eres “realista” más que pesimista? A menudo así piensan de sí mismos los pesimistas, se les puede dificultar abrigar esperanzas especialmente cuando no están basadas en lo que llaman la “realidad”.
2. ¿Conoces a alguien que frecuentemente encuentra un “pero” a las cosas? Y cuando les ofrecen una solución a menudo dicen y/o piensan: Sí, pero…. A los pesimistas, les puede resultar complejo ver “lo bueno de las cosas”. Tienen una inclinación a centrarse en la parte negativa y a darle mucha importancia, algunos tienen baja autoestima y estados de ánimo depresivos. Muchos de ellos sostienen la misantropía como una filosofía de vida.
3. La capacidad o incapacidad para controlar aspectos importantes de la vida es un elemento crucial que determina la actitud de una persona. Algunos pesimistas creen que los acontecimientos que tienen lugar en sus vidas son controlados por fuerzas externas a ellos, a menudo prevalece en ellos la convicción de que tienen poca o nula capacidad para influir en situaciones importantes de su propia vida y de su entorno, posicionándose en una actitud de víctimas, limitando así su propio poder para modificar su realidad. El pesimismo facilita una actitud pasiva misma que obstaculiza y minimiza la retroalimentación positiva.
4. ¿Para tomar una decisión, consideras detenidamente todas las opciones y sus resultados posibles? El optimismo excesivo puede conducir a conductas impulsivas, las que pueden resultar arriesgadas y peligrosas para el bienestar de la persona. Los pesimistas funcionales suelen tomar sus decisiones tomando en cuenta eventualidades y detalles que les pueden asegurar el éxito en algunas situaciones.
“Los hombres vulgares sólo piensan en cómo pasar el tiempo. Un hombre inteligente procura aprovecharlo”. Arthur Schopenhauer
¿Pasas mucho tiempo pensando en cómo o en qué podrían ir mal las cosas? Los pesimistas a menudo experimentan ansiedad anticipatoria, sus ideas con respecto a lo que pudiera venir puede generar en ellos angustia, estrés y miedo. Pueden ser especialistas en diseñar planes de contingencia, porque poseen buenas habilidades de planeación, ya que ocupan gran parte de su tiempo pensando en lo que harían si las cosas empeoraran, por lo que cuando llegan a suceder algunas eventualidades pueden estar preparados, pues en realidad estaban esperando lo peor o no esperando mucho de nada ni de nadie, Buda decía: “El que espera, sufre”, así que en ese sentido puede representarles una ventaja.
¿Te preocupas a menudo por cómo saldrán las cosas? ¿Dedicas mucho tiempo pensando en lo que podría salir mal? Cuando la angustia motiva a gestionar las actividades, preparase y ocuparse, no sólo “preocuparse”, esto puede contribuir a menguar cierto grado de ansiedad anticipatoria.
5. El procesamiento de la información de los pesimistas es selectivo y encaminado a buscar las posibles amenazas y desventajas respecto de alguien o algo. Esta puede ser útil pues son detectores natos de fallas, peligros y amenazas, ya que pueden asignar una cantidad mayor de atención a las señales y estímulos emocionales negativos, mientras que tienden a olvidar los aspectos positivos de una situación, debido a un sesgo atencional. Por lo que un pesimista puede ser valioso en un equipo de trabajo pues generalmente serán capaces de identificar los aspectos negativos de algo, pues incluso su cerebro presta más atención a esto, mientras una mentalidad positiva podría pasar esto por alto.
6. Algunos pesimistas tienden a permanecer pasivos en su zona de confort, cuando se encuentran con un reto, anclados en la creencia de que sus esfuerzos son inútiles todos modos. Preocuparse en exceso acerca de los peligros potenciales y enfocar su energía en lo que podría salir mal conduce a comportamientos de evitación, pasividad y a la exacerbación de estados de ánimo de tristeza, melancolía y un aumento de la vulnerabilidad a la depresión. Por lo tanto, el equilibrio óptimo es un optimismo cauteloso que está firmemente anclado en la realidad.
7. Suelen ser más propensos a creer que son vulnerables a los problemas de salud en el futuro. Cuando es llevado al extremo, puede caer en la hipocondría, en donde el individuo interpretará síntomas físicos menores como signos de una enfermedad grave, puede llevar a cabo muchos exámenes médicos innecesarios y expresará dudas e incredulidad cuando le notifican de una mejoría.
8. Algunos presentan baja autoestima, inseguridad y una actitud negativa hacia lo que proyectan; la imagen corporal es un factor que a su vez puede influir en su autoestima. En consecuencia, la implicación de la tendencia a ver más imperfecciones del cuerpo (reales o imaginarias) y a exagerar su significado está asociada también con mayor actividad en el hemisferio derecho.
9. Sus estrategias de afrontamiento ante la angustia se basan principalmente en el uso de conductas evitativas. Cuando se enfrenta con obstáculos en el camino hacia un objetivo deseado, el pesimista generalmente se dará por vencido fácilmente, o desde antes de empezar una tarea. “Pierden más por temer al fracaso” pues las dudas los pueden llegar a limitar en su proceder, más que por una incapacidad real del sujeto.
10. Pueden establecer un patrón de pensamiento de indefensión aprendida y un estado de ánimo deprimido. Pueden llegar a conformarse con la realidad, en ocasiones porque aprendieron a ignorar sus propias necesidades, aún las básicas como el hambre y el sueño, a veces desde etapas muy tempranas de su desarrollo, pueden ser víctimas de abuso y de violencia constantemente, pues suelen “habituarse” fácilmente a los malos tratos.
11. El crecimiento y el éxito personales, el tener logros significativos requiere de tomar de riesgos, es decir, salir de la “zona de confort”. El pesimista puede poseer una tolerancia reducida a tomar riesgos, asociado a un déficit motivacional y una sensación de desesperanza. Prevenir riesgos, la actitud pasiva en vez de proactiva y la cautela también se vinculan con mayor actividad en el hemisferio derecho. La aversión al riesgo, se correlacionó positivamente con la actividad cortical en la corteza prefrontal derecha. Las conductas de escape y evitación, minimizan las posibles experiencias positivas y sus efectos reforzadores.
12. La superación personal, el aspirar a mejorar nuestras competencias y capacidades pueden ser aspectos en beneficio del desarrollo de la persona, sin embargo, cuando la creencia de “no ser lo suficientemente bueno” es lo que motiva la búsqueda de una “perfección inalcanzable”, puede condenar al individuo a la frustración, a la falta de aceptación y a deteriorar su autoestima gravemente. Los altos estándares que persiguen los perfeccionistas pueden ser imposibles de realizar, por lo que los fracasos repetidos refuerzan la creencia en su incompetencia personal o su supuesta inferioridad, por lo que se encuentran condenados a la constante frustración, enojo e insatisfacción en sus vidas.
Este círculo vicioso exacerba aún más los patrones de pensamiento negativo y puede llevar a una sensación de desesperanza y autocastigo, que pueden terminar en una grave depresión.
Los estudios mostraron que la infelicidad, la baja autoestima, el pesimismo y la depresión están correlacionados con la búsqueda de la perfección.
Pesimismo defensivo
Es una estrategia utilizada para manejo de la ansiedad, sirve para que puedan trabajar de manera más eficiente, reduciendo cognitivamente sus expectativas ante diferentes circunstancias particulares que les angustian y piensan e imaginan posibles soluciones o maneras de afrontarla, de esa manera se “preparan”, no sólo “pre-ocupándose”, sino ocupándose en alistarse para lo peor, por medio de la planeación y reduciendo los niveles de ansiedad al terminar el “ejercicio mental”.
Neurobiología del pesimismo
Existen mecanismos neurobiológicos subyacentes que pueden explicar el por qué algunas personas son pesimistas o tienen la tendencia a ver el “vaso medio vacío”. Las investigaciones de David Hecht (2013), demuestran claramente que ciertos pensamientos, las actitudes, los estados de ánimo y mucho del proceder tanto de optimistas como de pesimistas se puede explicar por la diferenciación, la predominancia y la funcionalidad de los hemisferios cerebrales y en ese sentido, dichos estados de ánimo se rigen por procesos neurofisiológicos distintos.
La mediación entre una evaluación más realista y menos exagerada de sí mismo, la preocupación por un futuro incierto, contienen elementos significativos de miedo, ansiedad y estrés, emociones que están mediadas principalmente por redes neuronales dentro del hemisferio derecho. A la vez, el locus cerúleo es una región anatómica en el tallo cerebral que se vincula con las respuestas ante el estrés y el miedo, los niveles más altos de cortisol inducidos por el estrés y la ansiedad se correlacionaron en el estudio de Hecht con una mayor activación del hemisferio derecho.
¿Es el pesimismo de las personas lo que hace que las cosas vayan mal para ellos o han aprendido el pesimismo como producto de sus repetidas experiencias dolorosas sostenidas durante largo tiempo?
La investigación evidenció que pacientes con trastorno de estrés postraumático (TEPT), en el que el evento que produjo el trauma, se “puede experimentar una y otra vez”, a través de recuerdos repentinos o “flashbacks” y pesadillas, fisiológicamente activan las respuestas de afrontamiento ante el miedo y el estrés, observaron un aumento de actividad en el hemisferio derecho. Los ataques de pánico y la fobia social se asociaron con una hiperactividad en dicho lado del cerebro.
El papel principal del hemisferio izquierdo es mantener la relajación y la homeostasis, manteniendo la actividad fisiológica dentro de niveles normales, mientras que el hemisferio derecho funciona como el “sistema de alerta“, pues identifica posibles amenazas y prepara el cuerpo para tratar situaciones de peligro a través del sistema nervioso simpático (SNS).
En nuestros dos hemisferios cerebrales se encuentra implicada la mediación de las funciones fundamentales para la vida, comparten información entre sí, a través del cuerpo calloso. La “visión pesimista” y sus características particulares generalmente están mediadas por el hemisferio derecho, mientras que las actitudes optimistas están reguladas principalmente por el hemisferio izquierdo.
Una mayor actividad fisiológica en las partes frontales del hemisferio derecho que se asocia con un mayor riesgo de sentirse desesperanzado por los eventos negativos en la vida y una mayor probabilidad de caer en la depresión, como muestra la investigación de David Hecht (2013).
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Cuando la atención sobre el lado positivo de la vida no es algo que se dé en la persona de manera “natural”, se puede lograr a través de un esfuerzo consciente de la voluntad, es posible dar cierto alivio al cuerpo a través de la mente y a la mente a través del cuerpo, muchas técnicas ancestrales como el Vipassana, el Yoga y el mindfullness por citar algunos, brindan técnicas sencillas para la autobservación, el enfoque de la atención, promueven los estados de relajación y brindan técnicas para manejo de ansiedad, estrés y para equilibrar los pensamientos pesimistas. Cuando dichos esfuerzos no son suficientes se recomienda buscar la ayuda de un psicólogo.
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