El cegador resplandor del misterio de la vida, eclipsa la débil luz del entendimiento ordinario. ¡Qué enigma tan grande que en millones y millones de años vayamos a coincidir en esta vida con unas determinadas personas y en un unvierso tan vasto!. Es tan dificil -de acuerdo a la antigua parábola- como que una tortuga que habita en el mar y donde hay flotando una argolla, cuando saca la cabeza, una vez cada un millón de años, justo la introduzca en dicha argolla. ¡Los coincidentes vitales!. ¿Por qué hemos llegado a ellos o ellos han llegado a nosotros?. Son esas personas o animales que nos originan un sentimiento sublime e inmensurable de cariño.
A lo largo de una vida tratamos con muchas personas, pero solo unas cuantas podemos considerarlas nuestros "coincidentes vitales". Ha sido tan difícil coincidir con esas personas que le han dado un sentido a nuestra vida, que me niego a creer que ese glorioso encuentro haya sido solo, como dice mi mente lógica, por casualidad o mera coincidencia o la simple ley del accidente o de lo fortuito. Podríamos haber nacido en otra familia o en otro país o en otra galaxia o como tortuga o un ratoncito, y entonces nos hubiéramos encontrado con otros "coincidentes vitales", pero nó con los que hemos ido hallando a lo largo de este vida y que han hecho que mereciera realmente la pena vivirla, a pesar de sus vicisitudes e incluso de sus acontencimientos pavorosos.
Unos padres, unos hermanos, unos amigos auténticos, las personas que nos brindaron el aroma de su alma y nos impregnaron con su amor, unos animales dométicos que nos ayudaron a abrir el corazón y amar más y mejor. Sin esos coicidentes vitales, no merece la pena transitar por este escenario de claroscuros que es la existencia carnal. Pero por haber podido abrazar a esos "coincidentes vitales" y haber podido sentir la tibieza de sus mejillas en mi mejilla y experimentar que el mismo aliento a todos nos anima, la vida ha adquirido su propósito y significado. MI gratitud es inexpresable para esos "coincidentes vitales", que me han dado muchísimo más a mí que yo a ellos, y que han logrado que aún en la nube más oscura se manifestase una ebra de luz.
Me gusta recordar esa historia en la que el maestro estaba muriendo y mira intensamente a su discípulo, para murmurar: "Querido mío, nos echaremos de menos tu y yo, pero no dejemos que sea demasiado. En realidad ningun encuentro ni ninguna sepración tienen lugar, porque siempre hemos formado parte de la Unidad".
A lo largo de una vida tratamos con muchas personas, pero solo unas cuantas podemos considerarlas nuestros "coincidentes vitales". Ha sido tan difícil coincidir con esas personas que le han dado un sentido a nuestra vida, que me niego a creer que ese glorioso encuentro haya sido solo, como dice mi mente lógica, por casualidad o mera coincidencia o la simple ley del accidente o de lo fortuito. Podríamos haber nacido en otra familia o en otro país o en otra galaxia o como tortuga o un ratoncito, y entonces nos hubiéramos encontrado con otros "coincidentes vitales", pero nó con los que hemos ido hallando a lo largo de este vida y que han hecho que mereciera realmente la pena vivirla, a pesar de sus vicisitudes e incluso de sus acontencimientos pavorosos.
Unos padres, unos hermanos, unos amigos auténticos, las personas que nos brindaron el aroma de su alma y nos impregnaron con su amor, unos animales dométicos que nos ayudaron a abrir el corazón y amar más y mejor. Sin esos coicidentes vitales, no merece la pena transitar por este escenario de claroscuros que es la existencia carnal. Pero por haber podido abrazar a esos "coincidentes vitales" y haber podido sentir la tibieza de sus mejillas en mi mejilla y experimentar que el mismo aliento a todos nos anima, la vida ha adquirido su propósito y significado. MI gratitud es inexpresable para esos "coincidentes vitales", que me han dado muchísimo más a mí que yo a ellos, y que han logrado que aún en la nube más oscura se manifestase una ebra de luz.
Me gusta recordar esa historia en la que el maestro estaba muriendo y mira intensamente a su discípulo, para murmurar: "Querido mío, nos echaremos de menos tu y yo, pero no dejemos que sea demasiado. En realidad ningun encuentro ni ninguna sepración tienen lugar, porque siempre hemos formado parte de la Unidad".
Uno de mis más amados "coincidentes vitales" fue mi hermano Miguel Ángel. Siempre se entregó incondicional a los demás. Recitaba como nadie al gran poeta místico Amado Nervo y, amigos míos, amados "coincidentes vitales" a los que tantos debo (a los que estáis y a los que ya partieron) os dejo con uno de esos poemas:
EN PAZ
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas---
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
(Amado Nervo)
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