Vivo en una montaña rusa constante. La risa y el
llanto me acompañan y me desestabilizan en los momentos más inesperados. Me
cuesta un gran esfuerzo separar mis preocupaciones presentes y pasadas y la
inseguridad reina mi vida.
Reacciono con frecuencia de forma desproporcionada
y no consigo exponer con claridad mis pensamientos y emociones, lo que me está
trayendo muchos problemas. Además, tan pronto no me siento a gusto con nada ni
con nadie como que me ahogo porque siento una profunda necesidad de tener a
alguien que me lleve de la mano…
¿Te identificas o identificas a alguien de tu
entorno con estas palabras? Este podría ser el discurso de una persona bajo los
efectos de la intoxicación emocional o, lo que es lo mismo, con problemas
emocionales relacionados con el estrés, la ansiedad y la depresión.
Muchos de nosotros comprendemos sin problema cuáles
son los efectos de la intoxicación por alcohol. Sabemos que nuestra capacidad
de percepción se altera, que el pulso cardíaco se ralentiza, que nuestra
capacidad de reacción disminuye, etc. Pero, ¿somos capaces de interpretar las
señales que nos indican que estamos abrumados por nuestras emociones?
Si estás pasando o has pasado por momentos de gran
carga emocional, es probable que te haga falta depurar tus emociones. Aunque
las causas son diversas, la intoxicación emocional es la consecuencia de no
otorgarnos diariamente un tiempo para cultivar nuestro interior.
1. Estás constantemente a la defensiva.
Como veníamos comentando, una persona que está
intoxicada por sus emociones tiene activado el “modo autoprotección”, a través
del cual se protege de lo que cree que puede dañarle.
Cuando nuestras emociones nos abruman, puede que
malinterpretemos de manera constante las acciones o percibamos las palabras de los
demás como un ataque. De hecho, atendemos solo por momentos y nos obcecamos en
llevarlo todo al extremo.
Esto ocurre porque nuestra autoestima está
completamente disminuida, lo que nos hace sentirnos vulnerables ante cualquier
acontecimiento. Nuestras emociones nos bloquean y hacen que atendamos
selectivamente a lo negativo, haciendo que cualquier nimiedad nos afecte
directamente.
Como consecuencia, retorceremos las palabras y las
voluntades de los demás y reaccionaremos de forma agresiva y desproporcionada,
creyendo que debemos protegernos de un peligro que solo está en nuestra mente.
2. Tus percepciones se alteran.
Es probable que, al estar observando lo que
acontece a tu alrededor con las gafas de tus emociones, no te escuches ni a ti
ni a los demás. Al fin y al cabo, puede que hacerlo te parezca una pérdida de
tiempo, pero no deshacerte de estos conflictos puede ocasionarte multitud de
problemas.
Por ejemplo, el nerviosismo, la impaciencia y las
reacciones emocionales descontroladas tienen su origen aquí, en lo poco que nos
paramos a pensar sobre cómo estamos entendiendo y atendiendo a lo que nos
rodea.
3. Eres excesivamente crítico.
Una de las razones por las que resulta tan
complicado tratar con una persona intoxicada es porque se autoimponen la barrera
de la intransigencia. No pasan ni una, ni siquiera a sí mismos.
Si te sientes de esta manera, es posible que, en tu
afán por tenerlo todo controlado e impedir que algo interfiera en tu vida, no
te concedas ni un mínimo margen de actuación. Procura ser más benevolente
contigo mismo y con los demás.
4. Afloran tus inseguridades.
Si sientes que estás intoxicado probablemente te
hayas dado cuenta de que tus inseguridades han aflorado y dirigen tu vida. Te
vuelves más reactivo y te pones a la defensiva con frecuencia.
Tu autoestima está completamente mermada y sientes
que eres vulnerable ante cualquier acontecimiento que se presente. Es probable
que sientas que no tienes fuerzas y que eres incapaz de entender con claridad
cómo te sientes, cómo eres y hasta lo que eres capaz de hacer.
Como consecuencia, pensarás que necesitas a alguien
a tu lado que supla tus carencias, que te proteja y dirija tu día a día, pues
no puedes hacer nada por ti mismo. Obviamente, este aspecto hay que trabajarlo
con el objetivo de regenerar nuestra autonomía y nuestra identidad emocional.
5. Te sientes apagado.
La sobrecarga emocional puede llegar a abrumarnos
hasta el punto de apagarnos. Sentirse apagado significa no tener fuerzas y no
ser capaz de reactivarse por sí mismo.
Cuando se apaga nuestra vitalidad, optamos por
cerrar las cortinas y protegernos de nuestros propios sentimientos, renunciando
a una parte esencial de nuestro ser. En definitiva, te supone un gran esfuerzo,
mental y físico, tomar decisiones y estar al tanto de todo, pues no tienes
fuerzas para enfrentarte a los retos cotidianos.
6. Tu bloqueo emocional te impide avanzar.
Cuando estamos inundados por nuestras emociones
somos incapaces de filtrar mentalmente nuestras reacciones emocionales y
sentimentales. Como consecuencia de esto, nuestra capacidad de comunicarnos, de
tomar decisiones y de avanzar está mermada, por lo que nos encontraremos
situaciones en las que respondamos de forma inadecuada o, simplemente, no
sepamos responder.
Estar emocionalmente intoxicado te impide pensar
antes de hablar y tomar perspectiva sobre lo que acontece. Tu atención y tu
memoria son excesivamente selectivas, lo cual se agrava ante una discusión,
pues empiezas a retorcer las palabras que escuchas y a sacar tus propias
conclusiones, las cuales te ayudan a corroborar tus frustraciones y tus
problemas.
Debes tener siempre la cabeza fría, caliente el
corazón y larga la mano, dijo Confucio. Una reacción en caliente hace que nos
controlen nuestras emociones y estallen nuestros impulsos, por lo que no
seremos nosotros mismos si actuamos en ese momento.
7. El vértigo emocional no te deja decir adiós.
Tenemos miedo a deshacernos de lo que ha estado con
nosotros, o bien muy cerca o bien durante mucho tiempo. Por eso no logramos
desprendernos de ello ni dejarlo ir, a pesar de que nos esté generando
sufrimiento.
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