Algunas situaciones que inspiraron
esta reflexión: una, estoy analizando una Rave de Diseño Humano con una mujer
y, cada vez que le señalo una característica que ella interpreta como negativa,
hace gestos y comentarios tipo: “¡A mí me toca siempre lo peor, no hay nada
bueno en mi Carta!”. Dos, una reciente consultante me está contando todos
sus defectos y errores; la detengo y le pido que me hable de sus cualidades; se
queda en silencio un largo rato y finalmente dice: “soy buena”. Un hombre
me relata sus (muchos) inconvenientes en el trabajo; su tono oscila entre el
dolor, el humor y cierta jactancia por superar tantos problemas.
¡Qué cómodos que vivimos en el
sufrimiento y la negatividad!
No puedo concluir otra cosa. Y no puede suceder otra cosa en una cultura
que premia esas cosas. El constante discurso de ser positivos y
felices es un síntoma de ello, la contrapartida (inútil) que en realidad
encubre un marketing para vender cualquier cosa, desde
electrodomésticos a cursos de autoayuda. En el fondo, nos enorgullecemos
de estar ocupados todo el día, de correr de un lado a otro, de estar a cargo de
muchas cosas, de no tener tiempo para nada, de cuantas dificultades soportamos
y cómo aun seguimos adelante: ¡nos estamos ganando el Cielo! (uno
en el que no creemos ni nos tomamos un segundo para contactar pero que está en
el menú tradicional).
Puede parecer cruel lo que expongo
pero, si no despertamos a esta epidemia de ego desbocado (que complejiza lo
simple para sentirse importante y pretender que no puede), vamos a terminar
mal. Sin rumbo espiritual de ninguna clase, es difícil que
encontremos propósito y sentido verdaderos. Se creería que hay mucha
espiritualidad en este momento pero es lo mismo que creer que hay mucho amor:
hay necesidad de amor, de un encuentro sagrado, pero lo que se
encuentra son sucedáneos, falsos ídolos, ego espiritualizado, teoría, mente
abrumada y vacía.
Por eso, seguimos sosteniendo el
sufrimiento como un premio. Disfrutamos un regodeo en la
negatividad, con un barniz brillante de positividad. Basta ver tantos
posteos de Facebook llenos de sonrisas y viajes que esconden historias tristes
(que hace que otros envidien tanta felicidad ficticia y, a su vez, se
entristezcan; todo un círculo vicioso). ¿Cómo salir de él? En
principio, siendo sinceros con nosotros mismos. Nada puede
suceder si nos seguimos engañando, sustentando ideas y conductas equivocadas,
soportando personas y situaciones perjudiciales, comprando un modelo sin alma.
No hay nada de valiente ni valioso en
sufrir sin necesidad, en contar las heridas como medallas, en poner cara de
héroe cuando se es un mártir. Las piedras en el camino surgen
cuando no aprendemos de los tropiezos, así que mejor tomemos una
actitud abierta de aprender y liberar. No es necesario cargar
con nada ni nadie ni alimentar las heridas del ayer. Vivir en el
aquí y ahora, tomando cada momento con conciencia, actuando con una nueva
actitud, es la clave.
Estamos en tiempos de fundar una
sociedad distinta; no lo lograremos arrastrando las equivocaciones del
pasado. Es cierto que merecemos vivir felices y plenos; es
una promesa que puede cumplirse pero no será de la cara para afuera; no es una
labor superficial ni fácil pero las recompensas son maravillosas y
duraderas. Para comenzar, podríamos evaluar qué
pensamientos, emociones, actitudes, circunstancias, personas, lugares, ya no
deseamos sostener ni nutrir. Luego, podríamos ir creando nuevas
posibilidades (¿cuál es tu modelo de vida?, ¿cómo te
contactas con el bienestar, la salud, la prosperidad, las relaciones profundas,
la conexión sagrada?) y elegirlas en cada instante que nuestra Alma nos
las presente.
En el momento en que nos
comprometemos a un cambio, seremos probados hasta que seamos lo suficientemente
fuertes y decididos y eso se instale definitivamente. No tiene que ser una carrera de obstáculos
ni un martirio: podemos tomarlo con calma y confianza e ir poco a poco
plantando semillitas que irán creciendo poderosamente. La Nueva Energía
nos proporciona el impulso y la guía. No desperdiciemos las oportunidades
que están golpeando a nuestra puerta todo el tiempo. No se trata de ser
distintos, de crear algo de la nada: es despejar los condicionamientos
para reconectar con nuestro diseño original y único. Ya somos
lo que estamos buscando…
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