En mi opinión, parece ser que hemos convertido en algo habitual y necesario que para tomar cualquier decisión y realizar cualquier cambio sea necesario encontrarse en una situación apurada, inquietante, dolorosa, o haber sufrido de algún modo una mala experiencia, para que eso que nos ha sucedido se convierta en una rabia que nos empuje hacia el cambio.
Preguntarse cosas sobre sí mismo, lo que sea y todo, debiera ser una buena y sana costumbre que se hiciera de un modo natural y desde un estado sereno.
Para saber lo que no se conoce es necesario preguntar o investigar. En este caso, preguntarnos o investigarnos para Descubrirnos.
En el primer caso, hasta es posible que podamos contar con la colaboración de nuestros seres íntimos y queridos, esos que nos conocen bien y además son capaces de emitir un juicio imparcial o ligeramente constructivo. Podemos preguntarles por alguno de los aspectos nuestros que ellos puedan conocer, y pedirles que nos relaten con ecuanimidad cómo nos ven, y tal vez ellos nos hagan notar lo que no somos capaces de ver.
A fin de cuentas, no perdemos nada. Tenemos que tener en cuenta, eso sí, que lo que nos digan puede ser poco más que una opinión puesto que es posible que nadie llegue a conocer todo de nosotros porque nos hemos reservado algo que no hemos sacado a la luz y que los otros no han sido capaces de captar entre líneas. A veces somos buenos disimulando o engañando.
Podemos escucharles, eso sí, y con la misma ecuanimidad que les pedimos a ellos, actuar nosotros para pasar por los filtros mentales y los tamices de la observación imparcial aquello que nos digan, para verificar y confirmar si tienen razón o es sólo una suposición equivocada.
Son miles las preguntas que nos podemos y debemos hacer. De nuevo o por primera vez. Hay que tener en cuenta que nosotros evolucionamos y también evolucionan algunas de nuestras respuestas, y las que eran firmes y útiles hace un tiempo han podido quedar obsoletas y ser sustituidas por otras más abiertas y actualizadas.
Esta pregunta que sugiero, la de qué puedo mejorar de mí, es una buena para empezar. Pero, eso sí, no ha de ser la única sino la primera de una sarta de averiguaciones todas ellas relacionadas con nosotros mismos.
El deseo del mejoramiento personal parece que es algo congénito, de la especie humana, y no hay necesidad de recurrir a la religiosidad o el karma para justificarlo. El Ser Humano es bueno por naturaleza y en su intención esencial está el deseo de seguir mejorando. Y más aún las personas que, aunque no le hayamos puesto nombre ni lo hayamos reconocido verbalmente ante nosotros mismos, estamos en un Proceso de Desarrollo Personal.
¿Qué puedo mejorar de mí?
Es una pregunta que encierra tanto la humildad y el deseo de mejoramiento como el ego más absoluto, y depende de la intención de cada uno que el mismo asunto sea una cosa u otra.
Tal vez alguien se atreva a afirmar que es lo mismo cuál sea la intencionalidad inicial y que lo importante es el resultado final, y el resultado final es el mejoramiento en ambos casos. Yo creo que no es cierto. El resultado se puede denominar igual, pero no es lo mismo.
Si se encuentran el ego o el orgullo o la presunción o la chulería de “ser bueno” o “ser el mejor”, mal. Ya no es lo mismo aunque se llame igual.
Si es un acto natural, de autosatisfacción del espíritu, y con ello no se pretende deslumbra al mundo, ni salvarlo, ni demostrar nada, sino que tras ello se encuentran el amor propio, la buena intención, la mejor parte de la humanidad, el deseo pacífico de sacar a la luz las cualidades innatas que están sin utilizar en su plena capacidad, o la bondad y caridad hacia uno mismo, el resultado será igual: el mejoramiento de uno mismo. Pero de este modo, ese mejoramiento será real y no artificial, como en el otro caso.
¿Cómo puedo averiguar qué puedo mejorar de mí?
Las respuestas aparecen tras procesos de introspección, de atención a nosotros mismos, de reflexiones, de meditaciones, de una indagación atenta e imparable, de una disconformidad con el propio abandono, y de una búsqueda que se ha de compaginar con la vida cotidiana pero que ha de ser constante y se ha de convertir en uno de los objetivos primordiales de la vida.
Es una buena decisión, y una costumbre interesante, esto de hacerse preguntas para saber y conocer.
Y es algo en lo que podrás pasarte el resto de tu vida.
Y si lo haces con la intención correcta, será de lo más gratificante.
Pruébalo.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
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