El prozac de
Séneca es un “libro-fármaco”, que utiliza una perspectiva
filosófica-psicológica para alertarnos de que nunca antes habíamos sido tan
ricos materialmente y tan pobres espiritualmente. Una prueba de ello es el
creciente consumo de fármacos como el Prozac o el Tranquimazin, que se han
transformado en inseparables compañeros de viaje para millones de personas.
Aún hay a quien le inquieta no tenerlos a mano, sin
percatarse de que, en vez de eliminar el sufrimiento se conforman con
calmar los síntomas. Pero también hay quien piensa que medicarse no es
la solución.
A ellos se dirige este libro de Clay
Newman, inspirado en frases reveladores de Séneca, senador del
Imperio romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y
Nerón, cuyas paginas fomentan la filosofía estoica y dan la dosis de
sabiduría precisa para aprender a ser felices.
La fuente del sufrimiento suele provenir de la
creencia de que nuestra forma de ver la vida es la forma de ver la vida, y que quienes ven las cosas diferentes a
nosotros están equivocados. De hecho, tenemos tendencia a rodearnos de personas
que piensan exactamente como nosotros, considerando que estas son las únicas
cuerdas y sensatas.
Cuando nuestras creencias se confrontan con otras
personas o con circunstancias que se alejan de nuestra forma de ver las
cosas, entramos en un malestar psicológico que nos provoca sufrimiento.
“El propósito de tu vida consiste en aprender a ser feliz y a estar en
paz contigo mismo, para ello tienes que amar la vida tal como es”
-Clay Newman-
¿Por qué no
cuestionamos nuestra forma de pensar?
Ya lo decía Séneca, la ignorancia es el germen de
la infelicidad y ésta, la raíz desde la que florecen el resto de nuestros
conflictos y perturbaciones. No existe ni un solo ser humano en el mundo que
quiera sufrir de forma voluntaria. Las personas queremos ser felices,
pero en general no tenemos ni idea de cómo lograrlo.
Dado que la mentira más común es la que nos
contamos a nosotros mismos, en vez de cuestionar nuestro sistema de creencias e iniciar un proceso de cambio
personal, la mayoría nos quedamos anclados en el victimismo, la
indignación, la impotencia o la resignación.
Dejemos de mirar hacia otro lado.
El autoengaño es un déficit de
honestidad. La honestidad puede resultar muy dolorosa al principio
pero a medio plazo es muy liberadora. Nos permite afrontar la verdad acerca de
quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo interior.
“A la vida no le importa lo que tú quieres. Tu
tragedia es que siempre quieres más de lo que tienes”
-Clay Newman-
Lo único que te
impide ser feliz eres tú mismo
Séneca y su filosofía estoica postulaba que se puede alcanzar la libertad y la
tranquilidad tan solo siendo ajeno a las comodidades materiales, la
fortuna externa y dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón
y la virtud, tal es una idea de imperturbabilidad. Esta forma de ver la vida
también ha sido interpretada por corrientes filosóficas orientales y
actualmente por las nuevas generaciones de tratamiento en Psicología.
Nuestras interpretaciones ligadas a nuestras
reacciones emocionales son las que nos llevan a sufrir y a entrar en conflicto
con nosotros mismos.
En última
instancia nosotros somos los causantes de nuestro propio daño. El dolor reprimido puede
convertirnos en personas susceptibles y beligerantes. Elegir tomar una actitud
victimista nos hará seguir sin comprender que la causa del sufrimiento no tiene
que ver con el estímulo en cuestión, sino con la reacción frente al estímulo.
En realidad, nosotros somos los únicos
capaces de perturbarnos a nosotros mismos, somos y seremos la causa de
nuestro sufrimiento. Los demás pueden matarnos físicamente, pero en un plano
espiritual, solo nosotros tenemos el poder de hacernos daño. A pesar de
librarse en nuestra propia mente, esta guerra ilusoria nos provoca una serie de
lastres emocionales como la culpabilidad, el rencor, el resentimiento, el odio, el castigo y el
deseo de venganza.
Estas emociones son el resultado de haber
interpretado de forma excesiva, subjetiva y distorsionada algunos hechos y
emociones acontecidos en el pasado.
Sin embargo, los hechos pasados condicionan tu red de relaciones en el
presente, impidiéndote avanzar hacia el futuro, poniendo de manifiesto un
déficit de perdón.
Esa cualidad se
desarrolla al ir liberándonos del dolor que nos generamos a nosotros mismos por
no saber relacionarnos de forma más pro-activa, constructiva y armoniosa.
“Lo mejor que
puedes hacer por la humanidad es ser feliz y aprender a estar en paz contigo
mismo”
-Séneca-
-Séneca-
Fuente: lamentemaravillosa.com
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