Ser la heroína o la víctima depende de nuestra actitud ante las cosas. Aunque nos cueste, debemos pensar en nosotros mismos y no permitir que vulneren nuestros derechos
A
menudo suele decirse aquello de que en
la vida solo se tienen dos opciones: ser héroe o ser víctima. Sin embargo, no
hace falta llegar a estos sutiles extremos.
Basta, sencillamente, con ser uno mismo.
Ahora bien, también sabemos que, a veces, el
complicado desafío de ser uno mismo choca con los intereses de los demás.
La
convivencia no es fácil pero, a pesar de las dificultades y las posibles
desavenencias, jamás debemos
caer en el abismo de ser víctimas de nuestras propias historias, de
nuestros mapas personales.
Los
golpes de la vida son quienes nos enseñarán a ser resilientes. Si
no somos capaces de dar voz a nuestras necesidades y respuesta a nuestros
vacíos, seremos como náufragos a la deriva en estos mares tan complicados.
Así pues, recuerda: sé siempre tú mismo. Sé el
héroe de la historia que desees contar a los tuyos el día de mañana.
Ser
víctima es una opción, pero no es el mejor camino
Empezaremos
diferenciando, en primer lugar, la víctima del victimismo. Estamos seguros de
que a lo largo de tu experiencia relacional, has conocido a muchas de esas
personas que hacen uso del victimismo.
Se
trata de un tipo de manipulación y de gestión emocional realmente destructiva.
Afilan un tipo de actitud donde proyectan
la culpa de todo lo que les ocurre sobre los demás.
·
Infringen una mala conciencia sobre el ser amado
para hacerle sentir culpable de casi todo.
·
Si sufren dolor
de cabeza y malestar es
por las decepciones que les causamos.
·
El victimismo es un modo muy eficaz de control
basado en la anulación de los demás.
“Yo te hago sentir mal y consigo que te sientas
culpable y, de este modo, pierdes tu autoestima. Tu dignidad está ahora bajo mi
dominio”
·
El victimismo crónico es un
trastorno realmente complejo que llega a destruir entornos familiares y muchas
relaciones de pareja.
No obstante, aclarada esta dimensión, veamos ya
esas situaciones en las que habitan las auténticas víctimas. Las que actúan con
amor y son destruidas a pesar de su nobleza.
Cuando
dejas de ser la protagonista de tu propia historia
Esta
realidad es muy común en las mujeres. Son muchas las que, poco a poco, dejan de ser protagonistas de
su propia vida. No obstante, lo más complejo es que lo hacen por
amor, por cariño a los suyos.
Veamos algunos ejemplos de esta realidad:
·
Iniciamos una relación y lo damos todo.
·
Tenemos una familia y lo damos todo por los nuestros.
Por nuestros hijos y nuestra pareja.
·
Amamos a quienes nos dan sus raíces. Nuestros
padres, hermanos…
·
No nos damos cuenta pero, en ocasiones, focalizamos
toda nuestra energía, emociones, tiempo y esfuerzos en los demás hasta que, al
cabo de unos años, descubrimos algo preocupante:
Los demás se han acostumbrado a tenernos siempre a
su alcance. A cualquier hora y en cualquier momento.
Lo dan todo por sentado, incluso a ti. No te quedan
espacios personales, ya no tienes tiempo para ti misma y al final, eres víctima
de tus propias circunstancias.
Todo
lo has hecho por amor, pero el amor de los demás, a veces, es egoísta y asfixia.
¿Cómo reaccionar ante este tipo de situaciones?
Eres
víctima, pero puedes vestirte tu armadura y dejar de serlo
Eres
víctima de la falta de respeto, de reconocimiento. Eres víctima de la ausencia
de afecto, de palabras amables. Avanzas mirando a tu alrededor esperando algo.Ansías consuelo, apoyo, abrazos y un “gracias por
todo lo que haces por mí”.
Si es lo que sientes en estos mismos momentos, es
hora de reaccionar.
Las
víctimas tienen una ventaja: saben lo que es el dolor y el sufrimiento en silencio. Lo
positivo de todo ello es que eres consciente de lo que no deseas.
Conocer cara a cara a nuestros demonios nos ayuda a
identificarlos mucho mejor.
·
Si sabes lo que no quieres en tu vida, exige lo que
necesitas.
·
Viste una armadura nueva. No se trata en absoluto
de alzar una espalda y romper con todo. No hace falta cortar vínculos,
relaciones y esos contextos en los que habitamos.
·
El buen guerrero es sabio y tiene voz. Pon límites.
Deja claro que los amas, peroquien ama también merece dignidad.
·
Lucha por tus espacios. Defiende esos instantes
para ti sola en los que poderdescansar,
en los que poder desconectar.
·
Si te piden un favor no hace falta que, más tarde,
exijas que te lo devuelvan. Lo que pides es reconocimiento: lo haces por
afecto y el
afecto no debe humillarse, ni aún menos darse por sentado.
Para
dejar de ser víctima nada mejor que sentarnos y escribir en una hoja nuestra propia ley. Haz un listado de cosas que ya no vas a
permitir. Este debe ser tu código personal a partir de ahora.
Conviértete en la heroína de tu propia historia.
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