Entiendo que la primera actitud a revisar en el Proceso de Desarrollo Personal es la conciencia y la consciencia que cada uno está aplicando a su vida.
Muchas personas dicen que prácticamente son lo mismo –y usan ambas palabras indiscriminadamente-, pero a mí me gusta concebirlo como en realidad es: dos cosas muy distintas. Por ello escribiré lo que yo opino sobre una y otra cosa.
La conciencia es, sobre todo, la Sabiduría Interior que dice qué está bien y qué no está bien en función del concepto que tiene nuestro Ser Interior.
La conciencia es la propia religión y la autora de los propios mandamientos.
La conciencia es, la única, junto a Dios (o quizás Dios y la conciencia son lo mimo) que merece que se le den explicaciones de los actos, y es un juez cuyas sentencias se deben aceptar y acatar.
La conciencia, independientemente de cuáles y cuántos sean los conocimientos de cada persona, tiene la sabiduría necesaria para actuar siempre de la mejor manera, y cuando no se actúa de la mejor manera es porque no se la escucha, ya que ella se encarga de recordarnos lo que dicta, y, en cambio, cuando hacemos caso de ella, nos inunda una paz intensa e inmensa: la tranquilidad de hacer las cosas que se deben hacer y como se deben hacer.
La conciencia es ese conocimiento interior exacto del bien y del mal. Es personal e intransferible, y para cada persona tiene un color y una intensidad y unas normas diferentes, aunque sean iguales en su esencia.
La conciencia puede ser, perfectamente, el alma.
La conciencia –desde un punto de vista esotérico- es la Sabiduría que traemos de encarnaciones anteriores. Mientras más evolucionados estemos, más no exigirá nuestra conciencia.
La consciencia, en cambio, es la atención completa y constante a todo lo que sucede.
La consciencia es estar siempre en el aquí y ahora. Es lo que nos va a permitir ver totalmente lo que nos sucede, cómo nos sucede, y por qué nos sucede.
La consciencia es la apertura a la comprensión total, es la condición esencial para que sepamos todo, sintamos todos, vivamos todo, creemos todo.
La consciencia es el vigilante atento que observa con mimo y amor cada uno de nuestros pensamientos y actos.
La consciencia es el notario concienzudo que no desmaya en su cometido, que no coge vacaciones -ya que no hay vacaciones en el acto de vivir- que capta cada uno de los detalles y toma nota de ellos.
La consciencia es la consideración constante de vivir, es lo que nos permite tener despierta la máxima capacidad de disfrutar los detalles, de captar lo máximo y lo mínimo, de gozar con plenitud cada uno de los instantes.
La consciencia es mucho más que pensamiento, racionalidad o lógica.
La consciencia es eso que nos dice, por ejemplo: “mira qué bello es el sol”, y si le contestamos sin emoción “ya lo he visto otras veces”, entonces insiste preguntando “¿lo has visto o lo has mirado?”, y si le contestamos con desgana “ya te he dicho que lo he visto”, entonces, si la escuchamos, se produce el milagro: abrimos los ojos de ver y con consciencia observamos que es otro el sol, porque es otra la forma de mirar y ver, es otra la actitud de emocionarse, es otra la capacidad de sentir la relación con el sol, es otro el calor que se recibe, tiene otro color la luz que emite.
La consciencia añade la comprensión y los matices a las cosas.
La consciencia es el cuidado del detalle y el esmero en todos los actos de la vida, desde el más inmundo y cotidiano, hasta el más sublime y mágico.
La consciencia es hacer lo mismo pero con mayúsculas, trascendiendo y sublimando.
Así que CONCIENCIA para obrar de acuerdo a tu justicia y CONSCIENCIA para ser consciente de ti y de tu estancia Aquí y Ahora.
Te dejo con tus reflexiones…
Francisco de Sales
http://factordiferencial.ning.com/
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