"Entrevista a Ghislaine Lanctot"
No hay ningún microbio exterior que haga enfermar, soy yo la creadora de
mis enfermedades. Y ésta es la verdadera enfermedad del alma, el no saber que
soy yo quien la está creando. Como yo pienso que no soy responsable, me imagino
creadores exteriores: microbios, tumores, etc. Por ejemplo un simple catarro:
hace frío, me cojo un catarro. Y puedes tener un catarro en verano, es un
sinsentido, no tiene nada que ver con el frío. Con esta estructura de
pensamiento voy generando la guerra hacia los factores exteriores.
Estoy griposo, ¿qué me receta?
–Nada.
–Nada.
¿Ni un poquito de Frenadol?
-¿Para qué? ¿Para tapar
síntomas? No. ¡Atienda a sus síntomas, escúchese! Y su alma le dará la receta.
Pero, ¿me meto en la cama o no?
–Pregúnteselo usted mismo, y
haga lo que crea que le conviene más. ¡Crea en usted!
¡A los virus les da igual lo que yo crea!
–Ah, ya veo: elige usted el
papel de víctima. Su actitud es: “He pillado una gripe. Soy víctima de un
virus. ¡Necesito medicinas!”.
Pues sí, como todos…
–Pues allá usted… Mi actitud
sería: “Me he regalado una gripe. ¡Soy la única responsable! Debo cuidarme un
poco”. Y me metería en cama, reposaría, me relajaría, meditaría en cómo me he
maltratado últimamente…
¿Se ha “regalado” una gripe, dice?
–¡Sí! Tu enfermedad viene de
ti, no viene de fuera. La enfermedad es un regalo que tú te haces para
encontrarte contigo mismo.
Pero nadie desea una enfermedad…
–Tu enfermedad refleja una
desarmonía interior, en tu alma. Tu enfermedad es tu aliada, te señala que
mires en tu alma, a ver qué te sucede. ¡Dale las gracias: te brinda la ocasión
de hacer las paces contigo mismo!
Quizá sea más práctica una pastillita…
–¿Hacer la guerra a la
enfermedad? Eso propone la medicina actual, y las guerras matan, traen siempre
muertes.
No me dirá ahora que la medicina mata…
–¡Un tercio de las personas
hospitalizadas lo son por efectos medicamentosos! En Estados Unidos, 700.000
personas mueren al año a causa de efectos secundarios de medicamentos y de
tratamientos hospitalarios.
Morirían igual sin medicamentos, oiga.
–No. No si cambiamos el
enfoque: la medicina actual ha olvidado la salud, ¡es una medicina de
enfermedad y de muerte! No es una medicina de salud y de vida.
¿Medicina de enfermedad? Acláremelo…
–En la antigua China, un
acupuntor era despedido si su paciente enfermaba. O sea, ¡el médico cuidaba de
la salud! ¿Ve? Toda nuestra medicina es, pues, el fracaso total.
Prefiere medicinas alternativas, pues…
–Respetan más el organismo que
la medicina industrial, desde luego: homeopatía (¡será la medicina del siglo
XXI!) acupuntura, fitoterapia, reflexoterapia, masoterapia… la practica del
yoga… la meditación… Son más baratas… y menos peligrosas.
Pero no te salvan de un cáncer.
–¡Dígale eso a la medicina
convencional! ¿Te salva ella de un cáncer?
Puede hacerlo, sí.
–Lo que hará seguro es
envenenarte con cócteles químicos, quemarte con radiaciones, mutilarte con
extirpaciones… ¡Y, encima, cada día aparecen más cánceres! ¿Por qué? Porque la
gente vive olvidando su alma (que es divina): la paz de tu alma será tu salud,
porque tu cuerpo es el reflejo material de tu alma. Si te reencuentras con tu
alma, si la pacificas…, ¡no habrá cáncer!
Palabras bonitas, pero si un hijo suyo tuviese un cáncer, ¿qué haría
usted?
–Alimentaría su fe en sí
mismo: eso fortalece el sistema inmunitario, lo que aleja al cáncer. ¡El miedo
es el peor enemigo! El miedo mina tus autodefensas. ¡Nada de miedo, nada de
sumisión al cáncer! Tranquilidad, convicción, delicadeza, terapias suaves…
Perdone, pero lo más sensato es acudir a un oncólogo, a un médico
especialista.
–La medicina convencional
debiera ser sólo un último recurso, y muy extremo… Y si tu alma está en paz,
eso jamás te hará falta.
Bien, pues tengamos el alma pacificada… pero, por si acaso, pongámonos
vacunas.
–¡No! Las fabrican con células
ováricas de hámster cancerizadas para multiplicarlas y cultivarlas en un suero
de ternera estabilizado con aluminio (eso la de la hepatitis B, con su virus):
¿inyectaría usted eso a sus hijos?
Les he hecho inyectar ya varias…
–Y yo a los míos: fui médico,
y por entonces no sabía aún todo lo que hoy sé… ¡Pero hoy mis hijos no vacunan
ya a sus hijos!
Yo creo que seguiré vacunándolos…
–¿Por qué? La medicina actual
mata moscas a martillazos: no siempre muere la mosca, pero siempre rompe la
mesa de cristal. Son tantos los dañinos efectos secundarios…
¿Por qué abominó usted de la medicina?
–Yo me hice médico para
ayudar. Me dediqué a la flebología, a las varices. Llegué a tener varias
clínicas. Pero fui dándome cuenta del poder mafioso de la industria médica, que
atenta contra nuestra salud, ¡que vive a costa de que estemos enfermos! Lo
denuncié… y me echaron del Colegio de Médicos.
O sea, ya no puede usted recetar…
–¡Mejor! Los medicamentos
están fabricados pensando en la lógica industrial del máximo beneficio
económico, y no pensando en nuestra salud. Al revés: si estamos enfermos, ¡la
mafia médica sigue ganando dinero!
¿Y a quiénes tilda de “mafia médica”?
–A la Organización Mundial de
la Salud (OMS), a las multinacionales farmacéuticas que la financian, a los
gobiernos obedientes, a hospitales y a médicos (muchos por ignorancia)… ¿Y qué
hay detrás? ¡El dinero!
No escoge usted enemigos pequeños…
–Lo sé, pero si me hubiera
callado, hubiese enfermado y hoy estaría ya muerta.
¿Cuál ha sido su última enfermedad?
–Hace dos días, ja, ja… ¡una
diarrea!
Vaya: ¿qué reflejaba eso de su alma?
–Oh, no sé, no lo he
analizado… Me he limitado a no comer… ¡y ya me siento bien!
Pero se pasa mal, ¿eh…?
–Ja, ja… Si la enfermedad te
visita, ¡acógela, abrázala! ¡Haz la paz con ella! No salgas corriendo como loco
en busca de un médico, de un salvador… Tu salvador vive dentro de ti. Tu
salvador eres tú. ¡Dios esta en ti!
--
"PERDONAR ES LIBERAR A UN PRISIONERO, Y DESCUBRIR QUE EL PRISIONERO
ERAS TU" Lewis B. Sanders...
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