El movimiento del amor no está limitado a los seres
humanos y quizás está menos deformado en otros reinos que en el humano.
Observa
las flores y los árboles. Cuando se pone el sol y todo queda en silencio,
siéntate por un instante y ponte en comunicación con la Naturaleza: sentirás
ascender de la tierra, desde las raíces de los árboles, elevándose hacia arriba
y corriendo a través de sus fibras hasta las ramas más altas y apartadas, la
aspiración de un intenso amor y anhelo,—un anhelo de algo que trae luz y da
felicidad, hacia la luz que se ha ido y que desean que vuelva de nuevo. Es un
ansia tan pura e intensa que si puedes sentir el movimiento en los árboles, tu
propio ser también se elevará en una ardiente plegaria hacia la paz, la luz y
el amor que permanecen inmanifestados.
¿Has visto alguna vez un bosque con sus
innumerables árboles y plantas, pugnando todos pura y simplemente por alcanzar
la luz —serpenteando e intentando en cien formas diferentes exponerse al sol?
Éste es precisamente el sentimiento de aspiración en el físico—el impulso, el
movimiento, el esfuerzo hacia la luz. Las plantas lo tienen en su ser físico
más que el hombre. Su vida entera es un culto a la luz. La luz es, por
supuesto, el símbolo material de la Divinidad, y el sol representa, en lo
material, la Consciencia Suprema. Las plantas lo han percibido muy claramente
en su propia forma sencilla y ciega. Su aspiración es intensa, si sabes como
llegar a ser consciente de ella.
Quienes han estudiado el reino vegetal en detalle
son bien conscientes de que en él existe una consciencia. Por ejemplo, las
plantas necesitan la luz del sol para vivir—el sol representa la energía activa
que las hace crecer—así, si pones una planta en un lugar en el que no haya sol,
la verás siempre estirándose más y más, intentando, haciendo un esfuerzo por
alcanzar la luz solar.
En una selva virgen, por ejemplo, en donde el hombre no
interviene, hay esta especie de pugna entre las plantas que están siempre
creciendo recto hacia arriba de una u otra forma en su esfuerzo por
alcanzar la luz del sol. Es muy interesante. Pero incluso si pones una maceta
en un patio más bien pequeño, rodeado de muros, en el que no entra el sol, una
planta que normalmente sería así de alta ( gesto), se vuelve tan alta como
esto: se estira hacia arriba y hace un esfuerzo para encontrar la
luz. Por lo tanto hay una consciencia, una voluntad de vivir que ya se está
manifestando.
Los árboles crecen hacia el cielo, hermoso símbolo
de la aspiración de la Naturaleza hacia la luz.
No es seguro si la planta realiza o no un esfuerzo.
Pero en cualquier caso, tiene una aspiración; las plantas crecen porque aspiran
a la luz, al sol, al aire libre.
Y es una especie de competición. Si uno penetra en
un bosque, por ejemplo, en un parque en donde hay muchas plantas diferentes, se
puede observar muy claramente que hay una especie de competición entre plantas
para pasar las unas a las otras y alcanzar la luz y el aire libre de arriba.
Por supuesto es muy interesante de ver.
Debemos suponer en la planta, y también en el
mineral, una fuerza a la cual podemos dar el nombre de consciencia, a pesar de
no tratarse de la mentalidad humana o animal para la que hemos reservado hasta
ahora el monopolio de tal denominación.
No sólo es probable sino cierto, si consideramos
las cosas de forma desapasionada. En nosotros mismos existe tal consciencia
vital, que actúa en las células del cuerpo y las funciones vitales automáticas,
de manera que llevamos a cabo determinados movimientos y obedecemos a
atracciones y repulsiones a las cuales nuestra mente es ajena. En los animales
esta consciencia vital es un factor todavía más importante. En las plantas es
intuitivamente evidente. Las búsquedas y contracciones de la planta, su placer
y su dolor, sus sueños y sus vigilias y toda esa extraña vida cuya realidad ha
investigado un científico indio [Jagadish Chandra Bose] a través de estrictos
métodos científicos, son todos ellos movimientos de consciencia; pero, hasta
donde podemos percibir, no de mentalidad. Hay pues un sub-mental, una
consciencia vital que tiene exactamente las mismas reacciones iniciales que la
mental, pero es diferente en la configuración de su propia experiencia; de la
misma forma que lo superconsciente resulta, en la configuración de su
experiencia, diferente del ser mental.
Fragmento del libro LAS FLORES Y SUS MENSAJES,
Mirra Alfassa ( la Madre) Editado por el Centro Sri Aurobindo de Barcelona.
Traducción de José Luis Lahoz.
Fuente:
http://sendailuminada.com/profiles/blog/show?id=6376793%3ABlogPost%3A1839537&xgs=1&xg_source=msg_share_post
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