jueves, 5 de abril de 2018

No puedes cambiar las situaciones, pero puedes cambiar tus reacciones. Por Maria Fiore


Cuando el enésimo automovilista te corta el camino, es probable que seas asaltado por una ola de ira. Cuando haces una larga cola y no obtienes lo que necesitas, una oleada de frustración te abruma. Cuando tu colega recibe un ascenso que pensaste que merecías, seguramente, una oleada de celos te asaltará. Enfado. Impaciencia. Tristeza. Frustración … Pasamos la mayor parte de nuestros días invadidos por diversas emociones negativas.


A menudo estas emociones son “negativas” porque nos hacen sentir mal y hacen que nuestros planes fallen. Debido a la ira, la irritabilidad o los celos, terminamos haciendo cosas de las que nos arrepentiremos más adelante. Estas pequeñas experiencias de la vida cotidiana opacan nuestros días de gris, impidiéndonos sentir alegría y satisfacción, y socavar nuestro equilibrio emocional. La buena noticia es que no tienes que continuar así.


Nuestras reacciones son más importantes que las situaciones


Nos guste o no, nuestras reacciones emocionales terminan dando forma a nuestras experiencias. No podemos cambiar las situaciones del pasado, pero en cualquier momento enfrentamos nuevas experiencias en las que tenemos cierto grado de control. Nuestra respuesta a cada situación afectará los próximos minutos y horas del día, solo tenemos que aprender a prestar atención en el momento adecuado.


Puede ayudarte a pensar en las emociones como si fueran una llave en la cerradura. Puedes insertar y girar la llave sin problemas en el interior, pero dado que su objetivo es abrir o cerrar el bloqueo, tendrás que encontrar el punto exacto donde puedes extraer la clave. Si no lo encuentras, la llave permanecerá bloqueada y tendrás que seguir girando en la cerradura, y esto solo aumentará su frustración.


El método del tercer momento


De la misma manera, en la vida algunas situaciones pueden generar estados emocionales en los que estamos atrapados, las más comunes son la culpa y el resentimiento, que a su vez generan un ciclo de negatividad, un ciclo que no se detendrá hasta que podamos encontrar ese preciso punto. El “método del tercer momento” enseña cómo encontrar ese punto, para que podamos seguir utilizando las emociones a nuestro favor, en lugar de quedar a su merced.


Los tres momentos de la experiencia


La vida se compone de una serie de experiencias y cada una de ellas se puede dividir en tres momentos.


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El primer momento: la sensación


Al principio, nuestros órganos sensoriales perciben un cambio en el entorno. Es ese momento cuando escuchamos nuestro nombre o vemos a una persona. En ese momento, simplemente percibimos, no reconocemos lo que está sucediendo. Nuestros órganos sensoriales adquieren y transmiten información.


El segundo momento: la atribución de un significado


En un segundo momento, en cuestión de milisegundos, que es lo que el estímulo lleva a cruzar las redes nerviosas, reconocemos que han pronunciado nuestro nombre o que hemos visto la cara de la persona. En este momento se activan los que Antonio Damasio llamó “marcadores somáticos”, que nos permiten clasificar automáticamente esta percepción como buena, mala o neutral.


Esta atribución no depende únicamente del estímulo, sino también de nuestras memorias, de experiencias previas con estímulos similares e incluso de nuestras creencias y expectativas. En ese momento la experiencia comienza a tener un valor emocional, nos gusta o genera un rechazo. Ese mecanismo está básicamente por debajo de nuestro umbral de conciencia.


El tercer momento: la reacción


En este mismo momento, tenemos la posibilidad de aceptar o rechazar el significado que nuestro cerebro más primitivo le ha dado a la experiencia. Podemos analizarla conscientemente y decidir si realmente es tan desagradable y amenazante o si, por el contrario, la nuestra es una reacción exagerada basada en experiencias pasadas que no tienen relación con la situación actual.


El tercer momento nos da la oportunidad de marcar la diferencia entre acción y reacción, podemos distanciarnos de las respuestas automáticas, entender nuestras emociones y pensar en una reacción.


Cómo funciona este método


No podemos influir en nuestros sentimientos y la atribución de los significados que damos automáticamente, pero tenemos un enorme poder en el tercer momento de la experiencia. Podemos usar ese tiempo como una pausa, para que no solo reaccionemos, sino que podamos responder de la manera más adecuada.


El Método del Tercer Momento nos permite tomar el control y no ser víctimas de las circunstancias. Cómo aplicarlo? Simplemente observando la emoción.


En el segundo momento, nuestro cerebro primitivo desencadena una emoción, que es lo que nos impulsa a alejarnos o acercarnos a lo que está sucediendo. Debemos ser capaces de detectar esa emoción cuando surja. Se trata de tomar conciencia de esa emoción antes de que pueda desencadenar una respuesta automática y conectarse con cualquier pensamiento.



Cuando la emoción está conectada a un pensamiento, creemos que estamos reaccionando de una manera racional, pero eso no es cierto. Por ejemplo, podemos sentirnos frustrados y, en consecuencia, pensar que la persona que tenemos delante es incapaz. Obviamente, es una conclusión sin una base sólida más allá de lo que estamos escuchando.


Es probable que sientas la tentación de rastrear la fuente de esa emoción. Es comprensible, pero no es útil porque puedes caer en un círculo infinito de culpabilidad. En lugar de centrarte en quién hizo qué para quién, simplemente mira tus emociones.


No lo hagas como si fueras un observador externo, liberándote de esa emoción, ya que debes sentirlo por completo. Puedes imaginar esa emoción como un globo que te llena. No prestes atención al globo sino a lo que contiene.


¿Cómo te sientes? Es importante no racionalizar. ¿Qué hay dentro del globo? Como cuestión de hecho, solo hay espacio vacío dentro de él.


Esto no significa que tu emoción sea el espacio vacío, pero esto te ayudará a comprender que la emoción en sí misma no existe como crees, no es algo estático y sólido. Poco a poco, comenzará a sentirse más ligero, esa emoción se “desinflará” y probablemente te sientas feliz o satisfecho. Cuando te liberas de una emoción que te está influenciando, sientes el alivio de librarte de una gran carga.


Sin embargo, no es algo que obtienes de inmediato, necesitas practicar. No hay duda de que en el calor del momento puede ser difícil poner este método en práctica, por lo que es importante practicar primero en situaciones que puedan controlarse mejor.


Lo interesante es que, en la medida en que aprendes a controlar este método, ganas confianza y autocontrol y la calidad de tu vida mejora mucho porque dejas de reaccionar, dejas de estar a merced de las circunstancias y realmente puedes elegir cómo conducirte


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