Los expertos en psicología del trauma suelen decirnos que la mayoría de nosotros deberemos hacer frente, en algún momento, a un hecho complicado y adverso. Pueden ser accidentes de tráfico, la pérdida de un ser querido, una catástrofe natural, ver o ser víctima de una agresión, afrontar la pérdida de un trabajo, romper una relación afectiva, una enfermedad…
No afrontar de manera adecuada estas y otro tipo de realidades nos condiciona. Daniel Goleman, explicaba ya en su libro Inteligencia Emocional que para superar estos eventos estamos obligados a poner en marcha lo que denominó como “reaprendizaje emocional”. Es como reiniciarnos en todos los sentidos, es tener que reajustar el pensamiento, las emociones e incluso nuestro comportamiento.
No resulta fácil, no hay duda. Las personas lastimadas no tienen ningún hueso roto y, sin embargo, no pueden desenvolverse por el mundo con normalidad. Sus heridas tampoco se aprecian a simple vista, pero su dolor es inmenso, descarnado y profundo. Nadie merece vivir de este modo. Por ello, es necesario recordar siempre que es posible emerger de estas situaciones. Veamos cómo.
Personas lastimadas, anatomía del dolor que no deja ser
¿En qué momento una experiencia dramática se convierte en un trauma? ¿Cuándo una persona es susceptible de estar sufriendo un trastorno de estrés postraumático? Aunque nos sorprenda, no hay una respuesta estándar ante estas cuestiones. No la hay porque cada persona vive y procesa estas situaciones de un modo particular.
Por ello, algo que nos señalan expertos en el tema como Lloyd Sederer, director Médico de la Oficina de Salud Mental del Estado de Nueva York, es que el riesgo de convertirnos en personas lastimadas, en esos perfiles susceptibles de arrastrar un trauma, depende de tres factores:
Grado de exposición al trauma. Por ejemplo, los niños que han tenido una crianza complicada, con desatención o maltratos, sufrirán un trauma más profundo que el adulto que en un momento dado padece el impacto de una pérdida o es testigo de un accidente.
El otro factor es la vulnerabilidad. Genéticamente, hay personas más vulnerables al efecto de un hecho adverso que otras.
El tercer elemento son los recursos disponibles. Hechos como contar o no con apoyo social son a menudo un matiz determinante. Asimismo, también podemos hablar de los recursos psicológicos. Haber pasado con anterioridad por un trauma y haberlo afrontado con éxito, nos da estrategias de resistencia más adecuadas y efectivas.
Síntomas más comunes del efecto de un trauma
En un estudio llevado a cabo Carol E. Franz y Michael J. Lyons, de la Universidad de Temple, Filadelfia (Estados Unidos) a lo largo de 24 años, determinó cuáles son los síntomas más comunes que los adultos evidencian en relación a un trauma. Esos que nos convierten en personas lastimadas. Son los siguientes.
Insomnio y pesadillas.
La memoria siempre se centra en los recuerdos traumáticos. Es común de hecho sufrir constantes flashbacks.
Ansiedad y estrés.
Sentimientos de ira, enfado y rabia.
Sensación de culpa.
Cansancio físico e incluso aparición de enfermedades psicosomáticas.
Problemas para volver a confiar en las personas.
Baja autoestima.
Visión negativa de uno mismo.
Estar siempre a la defensiva y con miedo, con la constante sensación de que va a suceder algo.
La terapia narrativa en las personas lastimadas
La terapia narrativa está ofreciendo en los últimos años buenos resultados en el tratamiento de los traumas. Este enfoque, desarrollado en los años setenta y ochenta por los terapeutas Michael White y David Epston, ha sido mejorado poco a poco hasta dar forma a perspectivas tan interesantes como la Terapia de Exposición Narrativa frente al trauma de Thomas Elbert, Maggie Schauer y Frank Neuner.
Se basa en los siguientes objetivos:
Ayudar a la persona a narrar su historia para darle un significado. Se le capacita, además, para despertar su resiliencia y poder así aliviar el sufrimiento.
Aceptar, describir el dolor y aceptarlo como parte de nuestro relato vital, ayuda a las personas a restaurar la dignidad y a empoderarse.
Estudios como los llevados a cabo en la Universidad de Manchester, Reino Unido, nos explican que la terapia narrativa es útil para reconstruir el sentido del yo y la propia identidad. Dos dimensiones muy fragmentadas a raíz de los hechos traumáticos.
Para concluir, tal y como podemos ver, las personas lastimadas tienen a su alcance adecuados recursos para reconstruir su fortaleza, su dignidad y valor. No es un proceso rápido ni sencillo. Reinterpretar los eventos traumáticos implica movilizar emociones.
Significa por encima de todo, tener las fuerzas suficientes como para ser responsables de nuestro resurgir, de nuestra mejora y avance. Posicionarnos de nuevo en el mundo llevará tiempo, pero podemos lograrlo.
Valeria Sabater
Atrévete a ser feliz.
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