La mayoría de las personas vivimos en una especie de automatismo, como si tuviéramos siempre encendido un botón que nos obligara a vivir sin pensar, sin reflexionar; simplemente haciendo lo que toca a cada momento, sin considerar posibles alternativas. Ese botón, que tenemos en modo on, nos impide ver la esencia de los hechos. Lo que nos ocurre ya está muy contaminado por nuestra forma de ver el mundo.
Ahora bien, cuando solo nos fusionamos con nuestros pensamientos y sentimientos, nos estamos perdiendo la experiencia de vivir y experimentar nuestras vidas.
Tratar de que todo pase como yo quiero genera gran parte del malestar emocional y psicológico que experimento.
Plantearnos por qué hacemos las cosas, por qué nos comportamos de una determinada forma, nos abre una puerta al cómo de nuestra conducta. Cuando el foco de nuestra atención permanece alumbrando al pasado o al futuro, nos encontramos atrapados entre la culpa y la preocupación, dejando a un lado el momento presente. Esta situación da lugar a un estrechamiento de nuestros pensamientos, emociones y conductas.
Además, una falta de contacto con el presente también hace que sea más probable que nos comportemos de manera ineficaz. La regulación extrema de la conducta hace que se disminuya el contacto con las circunstancias actuales, las cuales pueden ser de gran ayuda en la formación y orientación de nuestro comportamiento.
Deja de querer que todo pase como tú quieres y actúa en consecuencia con lo que está pasando en este momento.
La vida es un poco lo que nos pasa y mucho cómo lo afrontamos
Nuestra actitud contiene el secreto de la felicidad. De ella depende que disfrutemos de estar vivos o que por el contrario, padezcamos y nos esclavicemos al sufrimiento. Sin embargo, esta tiene que depender de nosotros en cada momento, no de nuestros automatismos aprendidos.
Que todo pase como yo quiero no solo no es realista, sino que no me genera felicidad.
Para cada situación es necesario realizar una elección. Ahora bien, si siempre estamos con el piloto automático encendido, todo será igual para nosotros, independientemente de lo que pase en el mundo exterior. Seremos como un martillo que verá clavos y obvie todo lo demás.
A nuestro cerebro le gusta jugar con nosotros y hacernos creer que todo lo que hay en él es la verdad y lo que tendría que ser. Sin embargo, la realidad será lo que tenga que ser, no lo que queramos que sea. No podemos vivir solo con lo agradable, tenemos que convivir con todo. Ahí, por supuesto, se incluyen las cosas que no queremos que nos pasen.
“He sido un hombre afortunado; en la vida nada me ha sido fácil”.
-Sigmund Freud-
Además, según dicen los expertos en psicología, la vida es un 10% lo que nos pasa y un 90% cómo lo afrontamos. Por lo tanto, es hora de ponerse en marcha para afrontar más y asumir mejor aquello que nos sucede.
“Quiero que todo pase como yo quiero, hasta que consigo que todo pase como yo quiero”.
-Anónimo-
¿Realmente quiero que todo pase como yo deseo?
Cuando comprendes que cambiar lo superfluo no duele, tienes la libertad para estar en cualquier circunstancia. Esto consiste en ir más allá de nuestros deseos y automatismos, ya sean personales, sociales o familiares.
No solo eres lo que piensas. Eres algo más que lo que tus pensamientos te dicen, eres mucho más que un complejo de creencias sobre lo que deberían ser las cosas, mucho más que ideas predeterminas e ilusorias. Eres cambio, eres adaptable, y cuanto antes te des cuenta de esto, antes las cosas sucederán como tengan que pasar.
En el universo no ocurre nada bueno ni malo, sino que todo lo que sucede es neutro y necesario. El problema aparece cuando luchamos y entramos en conflicto contra situaciones y circunstancias que forman parte del proceso evolutivo de cada ser humano. A partir de ahora, ejercitemos el hábito de ver la realidad neutra, sin juzgarla.
El hecho de que la veamos buena o mala no tiene nada que ver con el proceso evolutivo por el que todo tenemos que pasar, sino con lo que pensamos al respecto. No hay nada mas devastador y desgarrador que querer siempre que pase lo contrario a lo que pasa. Por eso, abandonar este hábito tan dañino es una de las mejores cosas que podemos hacer por nosotros mismos.
Fátima Servián Franco
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