Esa es la falacia de la sociedad: necesitamos líderes, sacerdotes, policías, jueces, legisladores, artistas; no podemos nada, somos infantes que no han tomado consciencia ni poder y precisan que otros los gobiernen, los cuiden, le digan qué pensar, en qué creer, qué hacer y cómo crear. No estoy hablando solamente de la estructura en sí (que ya está podrida e inútil en su premisa básica) sino de la actitud interna de cada uno de nosotros.
Consciente o inconscientemente, desde que nacemos nos muestran que requerimos recibir, que estamos incompletos y carentes, que los otros serán nuestros salvadores, los que nos den amor, reconocimiento, satisfacción o dinero, status, bienes, lo que sea que nos llene. ¡Qué paradoja! Venimos plenos y nos vamos vaciando.
Esta experiencia de limitación que es la encarnación en este planeta ha sido manipulada por algunos para que nos sintamos débiles y necesitados. Es cierto que no estamos “completos”, el ego nunca lo está ni lo estará, pero eso es una oportunidad para aprender unos de otros, para darnos mutuamente, para fortalecernos y apreciarnos, para crear responsablemente.
Malinterpretamos la misión y malogramos el karma y aquí estamos: peor que al principio. Debemos despertar y comprender que somos dignos de amor, sin más. Así como somos. Solo cuando estemos llenos de amor por nosotros mismos, podremos dar y recibir, sin depender, sin necesitar, pero aceptando que entre todos completamos Uno.
No es una tarea fácil, porque el entorno no colabora para nada. Pero ya hemos realizado la labor más difícil: dejar de amarnos, odiarnos, juzgarnos, exigirnos más. No nacimos así ni debemos ser así para evolucionar. Cuando estemos arraigados en nuestro diseño original, en la afirmación de nuestra identidad profunda, el amor brotará porque eso somos y lo brindaremos naturalmente.
¿Cómo lograrlo? Alejémonos de los modelos sociales, de las necesidades impuestas, de la creencia en el sufrimiento y el esfuerzo para avanzar, de la victimización y la carencia; amémonos así como somos, agradezcamos cada cosa en nuestra vida, aceptemos que estamos en mundo amable, bendigamos nuestra existencia, dejemos brotar la alegría y la plenitud innatas, volvamos a ser tiernos, cariñosos, gentiles con nuestro corazón.
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