A riesgo de semejar conspiranoica, el ruido parece ser el más grande invento para manejarnos. No podemos pensar, no podemos estar centrados si estamos invadidos por toda clase de sonidos fuertes, perentorios, demandantes, vendedores de humos diversos. Simplemente, reaccionamos como podemos. Luego, nos sentimos vacíos, sin propósito, corriendo hacia ningún lugar, con la cabeza saturada y el corazón desatendido.
¿Cómo puede ser distinto si el silencio es la única forma de conectarnos con nuestro Ser? El ego vive en el ruido de la mente, en la satisfacción de los deseos exteriores, pero el alma habla suave en la profundidad del corazón. En las olas del mar, a veces tranquilas y a veces rugientes, el ego trata de sobrevivir, pero en lo más hondo de las corrientes esenciales, el alma espera que nos sumerjamos a su encuentro.
Cuando se habla de las distintas dietas y formas de nutrirnos, siempre pienso que la mejor es la de proporcionarnos silencio. ¡Y cuesta más! Estamos tan tomados por la cultura que ni sabemos quiénes somos verdaderamente. Ese zambullirnos en aguas profundas es aterrador al principio. ¿Con qué nos hallaremos? ¿Cuántos monstruos aparecerán? ¿Qué dolores, sinsabores, traumas, sufrimientos nos esperarán? Ninguno tan terrible que el amor no lo sane.
Y el amor es el que surge luego de esos encuentros y, te aseguro, eso es lo que más nos atemoriza. No le tenemos tanto miedo a la oscuridad como a la luz. No la conocemos, nadie nos ha preparado para ella, necesitamos nuevos códigos, actitudes, conductas, responsabilidades, libertades, propósitos, sentires… ¿Cómo ser, sentir, hacer desde esta perspectiva? ¿Cómo integrarnos, cómo vivir desde el Ser?
El silencio es el camino. A través de él, escuchamos todo lo que necesitamos. Y funciona no solo en lo interno, sino también en lo externo. Frente a tanta charla insustancial, a tanto manejo falso, a tanta desinformación intencionada, ¿qué sucedería si nos mantenemos en silencio, en un espacio desapegado, centrado, amoroso (si podemos; o, por lo menos, neutro)? ¿Qué pasaría si, en lugar de contribuir a más ruido y fuego, no reaccionamos y observamos con la calma del corazón?
No es sencillo obviamente. Primero, debemos entrar nosotros al mar embravecido y soportar las olas hasta llegar a la profundidad. Cuando se propone tan livianamente ser líderes del despertar y se insta a actuar, a moverse, a hablar, siempre pienso que esa es la forma fácil, porque la mayoría de las veces esto se hace desde el ego espiritualizado. Puro ruido. Cuando nos rendimos al silencio, somos poderosos e influyentes de verdad.
En una sociedad que privilegia lo exterior y brillante, no valoramos el enorme impacto de lo interior y suave. La magia silente de nuestra aura influye más que cualquier sonido. Y se derrama por todo el Universo. Comencemos por comprenderlo y vivenciarlo. Amemos el silencio tanto que, desde el centro, quitemos poder al atronador huracán.
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