domingo, 6 de mayo de 2018

Vencer la pereza y la apatía: algo más que cuestión de voluntad


Vencer la pereza y la apatía no depende solo de la propia voluntad. Resulta muy difícil hallar la fuerza de la motivación cuando lo que suele haber tras estas dimensiones psicológicas es el miedo, la aflicción, la falta de apoyo emocional e incluso alguna enfermedad subyacente. Trastornos como la depresión o un problema en la glándula tiroides suelen mediar en este tipo de estados.

Cuando una persona se hunde en el pozo de la apatía y la pereza su realidad cambia por completo. Lo primero que ocurre es que deja de poder movilizar los suficientes recursos para emerger de esa situación. No siempre puede disponer de la energía necesaria para recuperar su vitalidad y situar en su horizonte nuevos y motivadores objetivos con los que recuperar las ganas, el brío o la esperanza.


“Lo contrario del amor no es el odio sino la apatía”.

-Leo Buscaglia-

A menudo, y desde un punto de vista clínico, es preferible comprender qué hay bajo ese pozo en el que se ha hundido la persona, en lugar de darle estrategias inmediatas para salir de él. Es necesario saber qué subyace tras esa actitud apática, tras ese cansancio y esa desgana. No es lógico, ni útil, dotar a un paciente de recursos sin dilucidar en primer lugar cuál o cuáles son los detonantes de ese estado.

Tanto es así, que en los últimos años disponemos de cada vez más estudios y trabajos sobre el tema. Sabemos, por ejemplo, que la desmotivación no siempre es reflejo de la vagancia, de esa pasividad que uno elige por simple desinterés hacia su entorno. La falta de motivación y la apatía se relacionan con unos circuitos cerebrales muy concretos que en ciertos momentos, pueden evidenciar ciertas patologías.


Son sin duda factores que debemos tener muy en cuenta a la hora de elegir el enfoque terapéutico más adecuado.


Las sombras que habitan tras la desmotivación y el cansancio

Para vencer la pereza y la apatía se necesitan algo más que consejos. Cuando estos estados no son puntuales en el tiempo sino que se vuelven crónicos, la persona (y su entorno) debe tomar conciencia de que es necesario un cambio. Para ello, es prioritario disponer de un diagnóstico acertado que nos permita empezar a realizar pequeñas innovaciones en nuestra rutina y en nuestro enfoque personal para salir de ese pozo antes citado.

Algo que sin duda hay que dejar a un lado en estas situaciones son los términos peyorativos. Muchos pacientes que sufren pereza y apatía no son “perezosos” por voluntad propia. Debemos evitar categorizar la inactividad y la falta de interés como debilidad de carácter porque no es ni útil ni acertado. Veamos por tanto qué hay en realidad tras muchos de estos estados.

Factores que determinan la aparición de la pereza y apatía.

Falta de sentido de autoeficacia. A menudo, y por diversas circunstancias, la persona deja de confiar en su eficiencia para conseguir cosas, para tener éxito, para sentirse útil en sus responsabilidades cotidianas. Algo así es demoledor.

Falta de apoyo emocional. Cuando nuestro entorno no está disponible emocionalmente o cuando lo que nos rodea es la frialdad o el desinterés, pueden surgir estos estados de apatía y desmotivación.

El miedo, miedo a fracasar, miedo a intentarlo y repetir los mismos errores de ayer.Temor a salir de nuestra zona de confort, ansiedad por cambiar de hábitos, inquietud por las cosas nuevas y desconocidas… Todos estos factores socavan a menudo nuestras ganas y valentías.


Por otro lado, y no menos importante, también debemos tener en cuenta los factores orgánicos y/o neurológicos. Condiciones como la fibromialgia, el hipotiroidismo o incluso la enfermedad de Alzheimer, median en esa sensación permanente de falta de energía, de apatía y desmotivación. Asimismo, tampoco podemos olvidar que en los trastornos depresivos es común que se manifieste la pereza y la falta de interés.

Cómo vencer la pereza y la apatía

Para vencer la pereza y la apatía necesitamos apoyo. Apoyo especializado y también de nuestro entorno. Asimismo, es necesario que percibamos de este último un sentido auténtico de comprensión y no de censura. Porque la falta de ganas, de entusiasmo y de motivación se hunden más si lo que reciben son críticas o desprecios…

Para entender mejor cómo vencer este estado debemos recordar un detalle. A menudo, creemos que para crear un estado emocional, para mejorar la motivación basta con “cambiar” el pensamiento. Ahora bien, la regla tan famosa de “pensar bien para vivir mejor” no siempre se cumple al 100%.

No si no estamos bien. No si hay un cerebro falto de serotonina o si hay un cuerpo enfermo. Fue William James quien nos dijo en primer lugar que el pensamiento no siempre precede a la acción. Cuando hablamos de motivación, “acción y sentimiento” van siempre de la mano.

El cerebro, la mente y nuestro cuerpo deben estar en plena armonía para hallar ese impulso, esa energía interior con la que recobrar el ánimo. Reflexionemos ahora en las siguientes dimensiones, esas que nos pueden permitir vencer la pereza y la apatía.


Claves para superar la falta de motivación y la apatía.

Lo primero que haremos es descartar problemas médicos.
Descartados factores hormonales u otros problemas orgánicos, debemos entender qué subyace a nuestro estado de ánimo.

Seguidamente, estableceremos un periodo de transición. En él solo haremos una cosa: resolver problemas. Pensaremos en formas de afrontar esa insatisfacción, ese miedo, esa decepción… Estableceremos un proceso de desapego ante todo lo que nos inmoviliza.

Cambios graduales. Empezaremos introduciendo pequeños cambios en nuestras rutinas. Por ejemplo, podemos cambiar de dieta o establecernos nuevos horarios. Más adelante y a medida que asumamos esas pequeñas variaciones, será momento de iniciar cambios mayores. Esos que deben aportarnos bienestar, esos que se ajusten a nuestras expectativas vitales.

Dirigir la mirada hacia objetivos concretos. Hacia cosas que podemos conseguir en el día a día y que nos satisfacen.
Desafiar a la apatía. Una vez que hemos incorporado nuevas rutinas y hemos conquistado objetivos cotidianos, debemos aprender a desafiar a ese estado invalidante. Cuando notemos que aparece esa sensación, busquemos una alternativa. Por ejemplo, podemos pensar en algo nuevo y motivador que la haga desaparecer.


Vencer la pereza y la apatía no es tarea fácil, pero tampoco imposible. No obstante, no podemos olvidar que estas sombras son muy reincidentes y suelen visitarnos con frecuencia. Cuando lo hagan, debemos estar preparados, listos para desactivarlas, para ventilar nuestras habitaciones emocionales con brisas frescas y nuevos proyectos.

 Valeria Sabater

https://lamenteesmaravillosa.com

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