miércoles, 23 de mayo de 2018

EL CAMINO DEL TERAPEUTA


Si tomamos el ser psicoterapeuta como una afirmación de identidad podrían vivirse grandes frustraciones a nivel personal, así como un gran dolor ante la pérdida de algún paciente (ya sea porque abortó el proceso, o porque estábamos tratando a un consultante en fase terminal, o porque hubo un cambio de terapeuta, etc).


Analizándolo desde la descodificación biológica original, los conflictos de separación, de rendimiento, de contrariedad indigesta, de traición y de identidad estarían a la orden del día.
¿Ser psicoterapeuta o dedicarme a la psicoterapia?

Esta es la pregunta que deberíamos hacernos todas las personas que nos dedicamos a la psicoterapia.

Dedicarse a la psicoterapia, independientemente de la corriente que se maneje, es un acompañamiento, y eso debe quedarnos lo más claro posible, no somos nosotros los que ayudamos al paciente, es el paciente el que se ayuda a sí mismo cuando lo acompañamos en un espacio donde él puede descubrir sus propios recursos, donde puede sentirse seguro, acogido y sin juicios, espacio donde nosotros desde la humildad, la compasión y el conocimiento adquirido en nuestra formación, lo acompañaremos a comprender, a descubrir, a resignificar, a encontrar puertas, a construir una nueva ruta para transitar y a volver a confiar en la vida.

Es necesario, al hacer psicoterapia, llevar nuestro propio proceso. No es un secreto que dedicarnos a esto es, en parte, producto de nuestra historia: quizá de nuestro Proyecto Sentido y, en ocasiones, lo cumplimos tan fielmente que podemos olvidar que existe vida más allá del consultorio. Sí, hacer psicoterapia conlleva una gran responsabilidad, pero no solo con los consultantes, sino también con uno mismo.

En el camino encontraremos consultantes que, aun dando nuestro mejor esfuerzo, dedicación y conocimientos, no veremos resultados, tal vez porque no sea el momento vital adecuado para la terapia y haya lecciones pendientes que aprender antes de dar el salto cuántico a una nueva consciencia de sí mismo; ante eso, no podemos hacer nada, es entonces cuando tenemos que recordar que solo somos compañeros de ruta.

Autor: Alicia Soltero Meza en EDBO.

http://memoriaemocional.com

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