Cuando decidimos ser genuinos, es probable que la persona en la que nos convertimos termine dejando atrás creencias, sueños, relaciones, lugares…para rescatar otros. Decidir actuar en la dirección de lo que nos hace felices es valiente por nuestra parte, además de nuestra responsabilidad.
Una decisión como esta es el punto de partida de un camino que comienza y que dura toda la vida. Quizás en algún momento nos sintamos perdidos sin saber muy bien qué opción es la mejor o si es la que realmente queremos. Nos cuesta estar seguros acerca de lo que queremos. Por otro lado, además de equivocarnos y que nos juzguen, también podemos tener miedo de no aceptarnos a nosotros mismos.
¿Y qué significa ser genuinos?
Ser nosotros mismos, es decir, cuando reímos ante lo que nos hace gracia, cuando lloramos ante lo que nos pone tristes, cuando explotamos en cólera ante una circunstancia que nos saca de nuestras casillas… Cuando vivimos nuestras circunstancias de forma acorde a lo que queremos, sentimos y pensamos, momento a momento, independientemente de lo que piense el resto del mundo, eso es ser genuinos.
Las personas vivimos en una comunidad, tendemos a construir nuestra propia imagen en función de las experiencias que vamos teniendo en las interacciones con los demás. Así, el contexto social influye en nosotros y aunque hemos de tener en cuenta que convivimos con más personas, preservar o establecer un criterio (siempre desde el respeto hacia el de los demás) propio es clave si queremos ser genuinos.
Como ya hemos dicho, para ser genuinos hemos de desprendernos de hábitos, pensamientos o personas que han pasado a formar parte de nuestra identidad o nuestra vida. Elegirnos a nosotros mismos es decir adiós a ciertos elementos, aunque esto significa ser tangentes en algún momento a la curva de la soledad.
Sentirnos solos no es lo mismo que estar solos. Se trata de una emoción que si la gestionamos adecuadamente, nos puede ayudar a disponer del escenario personal en el que ejercer nuestra libertad y dar los pasos hacia lo que nosotros entendemos como éxito.
«Es fácil vivir en el mundo según la opinión del mundo. Es fácil vivir en la sociedad bajo los cánones de la misma. Pero el hombre grande es aquel que en medio de la muchedumbre conserva con perfecta dulzura la independencia de la soledad».
-Ralph Waldo Emerson-
Las expectativas de los demás
Al exponernos a la opinión de los demás, hemos de enfrentarnos a cada uno de los filtros que conforman nuestra estructura de apoyo social:
Nuestro círculo más cercano. Son aquellas personas que nos han visto crecer, con las que disfrutamos de intimidad. Pueden pensar que saben perfectamente quiénes somos, qué queremos y lo que es mejor para nosotros.
Los que forman parte de nuestro círculo profesional. Serían los que, con su feedback, nos llevan a reafirmarnos como buenos o malos profesionales.
También tenemos a todos aquellos con los que tenemos escasa relación o la hemos tenido en algún momento. No suelen ser las personas más importantes de nuestra vida, pero solemos otorgarles dicho rol. Se acaban convirtiendo en un espejo de reflejo perverso en el que nos fijamos.
En último lugar, y no por eso menos importante, nosotros mismos. Es curioso, pero acabamos siendo nuestro mayor y temido enemigo, y el principal culpable de nuestras inseguridades y desdichas.
Así, «el qué dirán» puede introducirnos en una espiral de comparaciones y dudas de difícil salida. Porque, ¿qué determina quiénes somos? ¿La razón la tienen los demás o hemos de guiarnos por lo que realmente queremos y sentimos nosotros mismos?
Cuando ser genuinos pasa a un segundo plano: el miedo a ser uno mismo
La principal fuente de aprendizaje es la observación, como se desprende de los estudios de Albert Bandura sobre aprendizaje social. Observando el comportamiento de los demás y las consecuencias que se derivan del mismo, vamos aprendiendo: estableciendo asociaciones.
En ocasiones, la anticipación de una información valiosa hace que miremos más hacia fuera que hacia nosotros mismos, sobre todo en los casos en los que la inseguridad y el miedo son el timón que nos guía.
Por ejemplo, Steve Hayes, en el marco de la Terapia de Aceptación y Compromiso, trabaja con los pacientes desde la idea de que ser genuinos es clave para alcanzar objetivos. En ciertas ocasiones, disociarnos de nosotros mismos es el precio a pagar por vivir los sueños de otros. Actuar desconectados de lo que queremos y sentimos lleva a una desconexión con lo íntimo, con lo propio. Este mecanismo de defensa es habitual en las personas que no actúan siguiendo sus deseos o valores.
Otro patrón de comportamiento típico que se deriva de no ser genuinos es la evitación experiencial. Son muchas las personas que se pasan evitando constantemente lo que les da miedo y les genera ansiedad, incluso intuyendo que aquello de lo que escapan es lo mismo que desean.
Vivir con sentido, el camino hacia el éxito
¿Pero qué es el éxito? Cada uno contamos con una definición propia. Pues bien, ser genuinos es también terminar de precisar esta semántica y actuar en consonancia con ella. Por otro lado, desde la Terapia de Aceptación y Compromiso se propone que clarificar los valores es fundamental para construir una vida que merezca la pena vivir, y es que estos son los pilares fundamentales que le dan sentido a lo que somos.
Nos centramos en qué esperan los demás de nosotros, qué quieren… Para ser genuinos el foco hemos de ponerlo en nosotros mismos, sobre todo en conocernos en profundidad. Se trataría de tolerar -incluso querer- una soledad necesaria, la cual no nos conducirá para nada hacia la nada, sino que abrirá las puertas de nuestro paraíso particular: NOSOTROS.
Rocío García Garzón
Atrévete a ser feliz.
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