La pregunta que surge es claramente la siguiente: ¿existe una verdadera relación entre el asma y la mente, o se trata de un mito sin fundamento? Hasta hace apenas unas décadas se pensaba que el tema de la influencia de las emociones en el asma era apenas una especulación. Sin embargo, con los avances de la ciencia hoy en día resulta innegable esa conexión.
La ciencia define al asma como un síndrome complejo, que se caracteriza principalmente por la inflamación y la obstrucción de las vías aéreas. Es la enfermedad crónica más extendida en la infancia.
Se calcula que al menos el 60 % tienen lugar en niños. Dentro de los factores desencadenantes, hoy en día se incluyen los de orden psicológico. La relación entre el asma y la mente es innegable.
“La respiración es esa nave frágil que nos conduce del nacimiento a la muerte”.
-F. Leboyer-
Estudios sobre la relación entre el asma y la mente
El doctor Zofel Marx y sus colegas llevaron a cabo un estudio con pacientes asmáticos, para determinar si, efectivamente, las emociones incidían sobre la enfermedad. Su investigación consistió en comparar las emociones de pacientes sanos y pacientes asmáticos para establecer si existía alguna diferencia.
Al final concluyeron que los pacientes asmáticos tenían actitudes más hostiles, mayores sentimientos de impotencia y más expresiones de tristeza, que los pacientes sanos. Para verificarlo, ambos grupos fueron expuestos a diversos estímulos y se observó su reacción. Sin embargo, las dificultades emocionales observadas podían ser un efecto del asma y no su causa.
Pese a esto, estos hallazgos han sido corroborados por otros estudios. Se ha comprobado que hasta el 50 % de las personas asmáticas tienen síntomas depresivos. Así mismo, quienes tienen dichos síntomas, o manifestaciones de ansiedad, tienen ataques más frecuentes y visitan más a los médicos. De igual manera, el uso de antidepresivos hace que disminuyan los síntomas del asma.
Un hallazgo de las neurociencias
Un estudio llevado a cabo en la Universidad de Wisconsin-Madison estableció que existe una clara conexión entre el asma y la mente. La investigación desarrollada permitió concluir que los procesos asmáticos se relacionan con dos áreas del cerebro que están estrechamente relacionadas con las emociones: el córtex cingulado anterior y la ínsula.
El profesor Richard Davidson, director de la investigación, se valió de imágenes de resonancia magnética para evidenciar este hecho. Para ello partió de un grupo de seis voluntarios. Todos ellos sufrían de asma. A este grupo se le administraron una serie de sustancias que exacerbaban la enfermedad.
Al observar los cerebros de los voluntarios, se comprobó que los estímulos activaban el córtex cingulado anterior y la ínsula. Ambas zonas están fuertemente relacionadas con las emociones. La investigación fue publicada, pero no se considera concluyente por ser pocos los pacientes estudiados.
Un campo de investigación que sigue abierto
La ciencia ya ha logrado establecer una conexión entre el asma y la mente. Lo que no se sabe todavía es el alcance de ese vínculo ni los mecanismos exactos que lo regulan. Lo que sí es claro es que los factores psicológicos son determinantes en el curso de este mal. Un estado de depresión o ansiedad exacerba los brotes de asma.
El doctor Antonio Cano Vindel, de la Universidad Complutense de Madrid, señala que la ansiedad incide sobre el asma de dos formas. La primera, generando episodios de respiración agitada o de hiperventilación. Ese estado fisiológico está presente en diversos eventos emocionales, como el llanto, el miedo, el estrés, etc. A su vez, Cano Vindel señala que todo evento emocional fuerte incrementa la broncoconstricción.
De otro lado señala que los pacientes con asma suelen tener elevados niveles de depresión, tristeza e ira, en razón de las mismas limitaciones que les plantea la enfermedad. Se ha comprobado que si esos estados psicológicos se tratan de manera adecuada, el pronóstico de estos pacientes mejora de manera significativa.
Por lo tanto, existe una relación entre el asma y la mente; ni en este caso ni en el de otras enfermedades, podemos separar el organismo de lo que sucede en el cerebro. Se ratifica de nuevo la vieja máxima según la cual para que haya un cuerpo sano, la mente debe estar sana también, y viceversa.
Edith Sánchez
Atrévete a ser feliz.
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