viernes, 24 de mayo de 2019

Cómo superar el miedo: Recomendaciones de un psicólogo


El miedo es una emoción y como tal, no es ni buena ni mala, ni positiva ni negativa.

Esas etiquetas se las hemos puesto nosotros a las emociones, pero no son atributos que correspondan a ellas de manera intrínseca. Las emociones son naturales, son transitorias, y cumplen una función.

La función del miedo es protegernos. Sin el miedo ciertamente sería muy difícil sobrevivir porque “haríamos el loco” demasiado a menudo, poniéndonos en riesgo.

Nuestros ancestros de las cavernas fueron los primeros en sentir miedo, lograron sobrevivir a los múltiples peligros que asaltaban fuera de las cuevas (animales salvajes, tribus hostiles) gracias al miedo.

El problema para el hombre de hoy en día es que el miedo se dispara ante peligros imaginarios, amenazas que no existen. A día de hoy podemos manifestar miedo ante casi cualquier cosa:

Fobias como miedo a volar, miedo a quedarte soltero, miedo a meterse en un ascensor o a las arañas (que no son precisamente un animal salvaje).


Inseguridades: miedo al ridículo, al compromiso, a la intimidad.

Miedos anticipatorios: al fracaso, al rechazo o miedo al miedo (a tener un ataque de pánico).

El origen de estos miedos suele estar en nuestro pasado: una mala vivencia o experiencia traumática. A partir de ella, hemos aprendido (en realidad: mal aprendido) a subestimar nuestros recursos personales frente a un estímulo (el objeto de nuestro miedo) al que sobrevaloramos, dándole un valor negativo mucho más trascendente del que en realidad tiene.

Las manifestaciones de nuestros miedos pueden ser físicas (taquicardia, sudoración, respiración irregular…), mentales (preocupaciones, pensamientos negativos y anticipatorios), y conductuales: evitación, agresión (ira mal canalizada) o compensación (adicciones). Las consecuencias: malestar y perderse algo de la vida que podría ser importante para la persona.


¿La solución? Creo que la mayoría de nosotros hemos oído que los miedos se superan enfrentándolos. Pero no es verdad. O al menos no es una verdad completa. La realidad es más complicada. No es tan fácil como decirle a una persona: “Tienes miedo a hablar con las chicas, ¡bah!, déjate de tonterías y habla con las chicas”. Claro, eso quisiera él o ella.

Pero no puede porque tiene miedo. Y sobre todo: porque le da demasiado valor a su miedo. Demasiado valor negativo a lo que siente cuando, lo que siente, no es bueno ni malo, es una emoción, y es natural.

Dejarse dominar por la emoción es lo innatural, es lo malo o lo que, al menos, está teniendo consecuencias negativas para la persona.


Y si algo te domina, si te sobrepasa, no puedes enfrentarte a ello, o cuando lo hagas, seguramente perderás, ¡te dará una paliza! Pero esto no quiere decir que no puedas vencer tu miedo. Claro que puedes. Pero antes de hacerlo:
1. Conoce tu miedo

El miedo habla, siente y te llama a la acción (o a la inacción). Registra qué pasa en ti cuando aparece ese miedo: qué te dices, cómo reacciona tu cuerpo, qué haces o dejas de hacer.

Pregúntate también de dónde crees que puede venir tu miedo, y las consecuencias que está teniendo para ti. Entiende tu miedo. Hacerlo te servirá para reducir su impacto negativo porque el conocimiento es poder. Le estarás quitando poder a tu miedo, le restarás fuerza para que deje de dominarte.
2. Habla de tu miedo

Muestra tu vulnerabilidad. Vivimos en una sociedad en la que hay que parecer siempre fuerte, siempre sin miedo. Y no somos así. Las personas tenemos miedos, somos vulnerables. Eso no significa ser cobarde ni débil. De ninguna manera. Eso es ser humano. Y si alguien no lo entiende, es su problema, no el tuyo.

Escoge a personas de tu entorno con las que tengas un vínculo de confianza y que sean comprensivas, y háblales de lo que te da miedo. Servirá para normalizar ese miedo, y seguramente encuentres empatía, un “yo también”, porque todos tenemos miedos.
3. Pide ayuda

No tiene por qué ser solo la de un psicólogo, también un amigo, tu pareja o un familiar. No tienes por qué enfrentar tu miedo solo, busca un cómplice, un socio. Si nos asociamos para trabajar, para salir o para las tareas domésticas, ¿por qué no vas a buscar ayuda en tu proceso de superación del miedo? Es de lo más lógico.

Pedir ayuda, a un profesional y/o a una persona de confianza, no es malo, no es de débiles. Es de personas inteligentes. ¿Tú no la prestarías si una persona importante para ti te pidiera ayuda para superar su miedo?
4. Enfrenta tu miedo

Pero no tienes que hacerlo de golpe. Lo mejor es hacerlo de manera gradual, poquito a poco, paso a paso, desde lo que menos te cuesta e ir avanzando hasta lo que más. Porque así, irás ganando cada vez más confianza. Te irás dando cuenta de que ni tú eras tan pequeño ni tu miedo era tan grande.

Por ejemplo, si tienes miedo a hablar en público: empieza por hablarle al espejo, luego coge a alguien de confianza (ese cómplice que hayas elegido) y ensaya con él, luego haz otro ensayo con un público reducido con el que te sientas más cómodo, después prueba con público desconocido pero haciendo una intervención breve… y así ve avanzando de manera gradual hasta conseguir tu objetivo.


Un último apunte antes de terminar: el miedo nunca desaparece. Nunca. Y no pasa nada, porque no tiene que hacerlo. Aunque hagas todo lo que te he dicho anteriormente: vas a seguir sintiendo miedo. Y no pasa nada. Porque no se trata de dejar de tener miedo, sino de dominar tu miedo.

Como dijo Nelson Mandela: “Valiente no es aquél que no siente miedo, sino el que es capaz de dominarlo”. De eso se trata, de dominar tu miedo, no de dejar de sentir miedo. Por tanto, no esperes a no tener miedo para hacerlo.

Hazlo. Y si tienes miedo, hazlo con miedo.

¡Un abrazo valientes!

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