mente. “Todo es mente”, “decide desde tu mente” y muchas otras frases son usuales y creídas como una verdad incontrastable. Pero, ¿a qué mente nos referimos?, ¿cuál es la que domina nuestro accionar? La del Ego, indudablemente.
Es más, nuestro Ego ES nuestra mente. Atada a la frecuencia del tiempo lineal (pasado, presente y futuro) y a la dualidad (bueno, malo); corroída por miedos, inseguridades, dudas, comparaciones; condicionada por la familia, la sociedad, la religión, la publicidad; entronizada en una cultura materialista y desacralizada, esa pequeña mente influenciable es la que nos dirige. ¿Qué otro resultado podríamos tener que el que estamos presenciando en el mundo?
La mente vive de historias. Como dijo Shakespeare: “la vida es un cuento narrado por un idiota, lleno de sonido y furia que nada significa”. No puede ser más descriptivo de la mente egoica. Todos tenemos un cuento en nuestras cabezas y generalmente es desgraciado (sin la luz de la Gracia) y repetitivo (porque vivimos automatizados). Nunca tomamos conciencia de que esa fábula no es real sino que está narrada desde el punto de vista de una víctima: nuestro Niño Interior.
Empezó cuando éramos pequeños, cuando no entendíamos ni podíamos poner las cosas en contexto ni comprender el accionar de los adultos. Siguió con las rebeldías, sumisiones u omnipotencias de la juventud y terminó con los conformismos del adulto a los modelos imperantes. Se llenó de malentendidos; asociaciones equivocadas; situaciones, personas y emociones a las que no podíamos enfrentar; sufrimientos enterrados; ilusiones vagas y pensamientos mágicos; influencias de todo tipo; poca valoración y falta de sentido verdadero; cosas sin resolver. A todo esto le damos el poder cuando pensamos que la mente es la que nos da la dirección.
Entonces, ¿cómo podemos remediarlo? Para empezar, dejando de ponerla en ese sitial de privilegio. Debemos aprender a manejarla en lugar de dejar que corra como loca, llevándonos a sus peores lugares. Estamos increíblemente apegados a la mente, tanto que creemos que somos ella. Y no nos vamos a soltar de su control hasta que encontremos otra fuente de confianza, una real y efectiva. ¿Y cuál es? La inteligencia de nuestro maravilloso cuerpo.
En contra de lo que nos han inculcado, a través de la religión y la intelectualidad vacía, el cuerpo es la brújula más perfecta que poseemos, porque es el que está en contacto con Todo Lo Que Es, en muchas formas, y, sobre todo, el único que vive en el lugar del Ahora. Mientras la mente deambula en el tiempo lineal, confundiéndose con la dualidad, el cuerpo se conecta con el instante infinito.
En Diseño Humano, se le llama Autoridad Interna al espacio desde donde tomamos decisiones correctamente… y jamás es la mente. Ellos son el Plexo Solar (la Ola emocional); el Sacral (los sonidos que indican nuestra disponibilidad); el Bazo (el gusto, el instinto, la intuición); el Ego (la fuerza de voluntad); el Centro G (la voz del Ser); el entorno o el ciclo lunar, dependiendo de nuestro Tipo y Centros Definidos o no.
Volviendo a lo que podemos hacer, una sugerencia inmediata es que reescribas tu historia. Deja de masoquearte con desdichas e imposibilidades: haz una autobiografía positiva. No se trata de narrarte un tonto cuento de hadas sino de comprender, como adulto, las circunstancias de tu vida y darles un giro que te lleve a valorar el aprendizaje que obtuviste de ellas, a darte impulso, autoestima, metas y propósito (en la semana, publicaré consejos sobre cómo hacerla). Y, lo más importante, entiende que tu mente es valiosa pero solamente como un testigo objetivo de tu vida. Cuando te conoces y te aceptas en tu diseño individual y sagrado, tienes todos los recursos que necesitas para moverte despierto y consciente por esta portentosa Creación.
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