No debemos engañarnos, nadie quiere cometer errores, pero la forma en que reaccionamos puede marcar la diferencia. Hay grandes errores, equivocaciones que son difíciles de borrar y que dejarán una marca indeleble en nosotros. Sin embargo, eso no significa que deban convertirse en un obstáculo en nuestro camino. Hay heridas que permanecen abiertas y nos duelen, otras cicatrizan adecuadamente y sirven para recordarnos los errores que no debemos volver a cometer. De hecho, Confuccio afirmaba que “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”.
Tu cerebro: ¿Se enciende o se apaga cuando cometes errores?
En este sentido, dos estudios particularmente interesantes escudriñaron en nuestro cerebro para comprender qué sucede cuando cometemos un error. En uno de los experimentos participaron estudiantes jóvenes cuyo cometido era resolver diferentes tareas en un ordenador, en el otro eran médicos que debían tomar decisiones sobre una prescripción a un paciente.
En ambos casos, a los participantes se les daba una retroalimentación inmediata después de que hubiesen tomado la decisión, indicándoles si era correcta o errónea. A continuación, se les daba la oportunidad de intentarlo de nuevo, para demostrar que habían aprendido.
Mientras todo esto ocurría, sus cerebros eran escaneados. Así se pudo apreciar que nuestro cerebro responde de dos maneras diferentes cuando comete un error:
1. Activación. En este caso, el cerebro comprende el error como algo negativo y lo afronta como si fuera un problema que necesita ser solucionado. A continuación, el cerebro aumenta el nivel de atención activando diferentesrecursos, con el objetivo de no equivocarse en la próxima decisión y no cometer el mismo error. Cuando se aprecia esta respuesta, las personas suelen aprender y mejoran su rendimiento.
2. Apagado. En este caso, el cerebro reacciona ante la retroalimentación negativa “apagándose”. En práctica, es como si se pusiera en marcha un mecanismo de defensa: el cerebro decide no pensar en el error, para que la persona no experimente emociones negativas ni dude de sus capacidades. El problema radica en que a estas personas les resulta más difícil aprender del error y suelen volver a equivocarse.
No obstante, estos investigadores continuaron profundizando en los mecanismos psicológicos que se encuentran en la base de cómo procesamos los errores y descubrieron algunas características comunes de los cerebros que se activaban o apagaban:
- Concepto de inteligencia: Las personas que creen que la inteligencia es maleable, quienes creen que la maestría llega con la práctica, son más proclives a prestarle atención a los errores. Al contrario, quienes creen que la inteligencia es algo fijo, que se tiene o no, una habilidad innata, eran menos dados a aprender de los errores.
- Grado de experiencia: Las personas con más experiencia fueron menos dadas a prestar atención y aprender de los errores. Tenían la tendencia a confiar en su juicio y desoir la retroalimentación. Si la simulación hubiese sido real, habría tenido consecuencias nefastas para los pacientes. Sin embargo, quienes tenían menos experiencia, se mostraban más abiertos y cambiaban sus criterios.
3 lecciones imprescindibles para lidiar con los errores y aprender de ellos
Estos experimentos son particularmente esclarecedores porque nos muestran cómo funciona nuestra mente cuando nos enfrentamos a un error que hemos cometido nosotros mismos. Por tanto, si quieres aprender de los errores, pasar página y convertirte en una persona más resiliente y madura, es necesario que:
1. No entres en pánico, porque de esta forma solo le estarás facilitando el trabajo al sistema límbico, haciendo que desconecte el cerebro racional para que no puedas pensar en el error que has cometido. Cuando entras en pánico tu cerebro piensa que debe protegerte y, por tanto, “se apaga”. Sin embargo, de esta forma no podrás aprender del error. De hecho, ni siquiera serás capaz de procesar el error y este se quedará como una huella latente en tu cerebro, causando daño y generando inseguridad desde la sombra.
2. Asume que la vida entera es un aprendizaje. Las personas que creen que ya lo han aprendido todo, quienes consideran que son especialistas en determinada materia, se cierran a nuevos aprendizajes y, por tanto, se anquilosan. Cuando estas personas cometen un error, se produce una disonancia cognitiva tan grande, que les resulta difícil gestionarla. La idea de que pueden equivocarse no se corresponde con la imagen que tienen de sí y, por tanto, prefieren no hacer caso al error. Sin embargo, todo cambia cuando asumimos que nunca terminamos de aprender y que a veces, las lecciones más valiosas provienen de las fuentes más inesperadas.
3. Piensa en los errores como oportunidades de crecimiento. Cuando asociamos los errores con el fracaso, estos generan malestar y activan una serie de pensamientos negativos que nos hacen dudar de nuestras capacidades. Obviamente, los autoreproches y la sensación de culpa no son precisamente una panacea así que preferimos evitarlos. Por eso, en muchas ocasiones pasamos por alto los errores, en aras de conservar la imagen que tenemos de nosotros mismos y no autocastigarnos. Sin embargo, todo cambia si comenzamos a pensar en los errores como oportunidades para aprender y crecer. Cuando los errores no afectan nuestra autoestima, podemos mantenernos atentos a ellos y aprender la lección, sin que se produzca un tsunami emocional en nuestro interior.
Recuerda que cada vez que cometes un error, puedes descubrir una verdad que no conocías. El único y gran error es aquel del que no aprendemos nada.
Fuentes:
Moser, J. S. et. Al. (2011) Mind your errors: Evidence for a neural mechanism linking growth mindset to adaptive post-error adjustments. Psychological Science; 22(12):1484-1489.
Downar, J. et. Al. (2011) Neural correlates of effective learning in experienced medical decision-makers. PLoS ONE; 6 (11).
4.8 estrellas, basadas en 64 revisiones
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