Una de las emociones más comunes y que están presentes en nuestro diario vivir, es la ansiedad. En las grandes ciudades, la vemos en nuestro apuro por llegar al trabajo, o a la casa. Para algunos, tener dinero para comprar sus sueños. También es conocido lo nerviosos que se ponen los novios antes del matrimonio.
La ansiedad es una emoción derivada del miedo. Es una energía movilizadora y sin foco. Los pensamientos están en el futuro, en resolver algo. Los sentidos se ven alterados, el individuo escucha poco, se reduce la capacidad de concentración, y la sensación de inquietud se siente en el cuerpo. La persona en este estado, siente un desasosiego e intranquilidad. Como si algo le faltara. Siente un vacio en su abdomen. La ansiedad produce exceso de energía para liberar. La respiración es corta y entrecortada. La mente está llena de pensamientos que generan una sensación de incompletitud e insuficiencia hacia el entorno. Es una sensación como de querer llenar algo. ¿La reconoces? Sigue leyendo para aprender más de ella.
Surge del temor a lo desconocido; a que algo no ocurra como esperamos; a la capacidad de cada uno de hacer las cosas bien. Nuestra permanente búsqueda de control. De que las cosas salgan como queremos, de no equivocarnos, y de todo lo predecible. Cuando aparece lo impredecible la ansiedad nace para cubrir y evadir el miedo a no manejar la situación, a sufrir dolor, o a perder algo.
Es un miedo que surge también a partir de la historia de cada uno. Si una persona considera que su valor como ser está en cómo cumple con sus responsabilidades, la ansiedad estará en todas aquellas exigencias que debe completar.
La ansiedad aparece cuando nos conectamos con lo externo, y nos desconectamos de nuestro ser, nuestras herramientas, nuestro poder, la intuición, y lo que somos. Cuando dejo de confiar en todo eso, aparece la ansiedad para llenar el vacío de inseguridad e incertidumbre. Le doy espacio a mis pensamientos que vienen de mi propia sombra, los juicios, los miedos, y todo eso que no somos. Es en ese momento, cuando vemos lo que nos falta para ser lo que esperamos ser para nosotros mismos.
Más allá de todo eso, ese vacío surge de no vernos. De perdernos en lo externo. De perder de vista nuestras herramientas y capacidades, y de nuestro ser y sentir. Comenzamos a medir si somos capaces de manejar alguna situación. Aparecen pensamientos de nuestra historia y de nuestro futuro. Nos evaluamos y juzgamos y perdemos de vista el aquí y ahora. Aparecen los miedos inesperados, a que ocurra algo malo, y que perdamos la dignidad.
La ansiedad a veces la confundimos con la angustia. Ambas emociones se originan desde el miedo, sin embargo su disposición a la acción es distinta. Por un lado, la ansiedad es una energía que mueve hacia adelante sin foco, la angustia, es una energía opresora, que inmoviliza a quien la vive. La ansiedad se origina por un temor no claro ni determinado, principalmente derivado de los pensamientos. La angustia es detonada por una amenaza y temor inminente, más concreto. La angustia dura periodos más cortos que la ansiedad. La angustia aparece como un miedo gigante y oprime generalmente nuestra voluntad para enfrentarlo. La ansiedad es una energía que genera evasión, y huida.
Como todas las emociones, la ansiedad tiene sus luces y sus sombras. Cuando estamos ansiosos somos menos efectivos en nuestras tareas y relaciones. Escuchamos lo que queremos escuchar. Nos cuesta concentrarnos y no profundizamos en las tareas. Por otro lado, la ansiedad nos sirve como energía movilizadora para hacernos cargo de las urgencias y amenazas inminentes. Cuando una persona se enfrenta a una entrevista laboral, la energía de la ansiedad lo moviliza a presentarse a esa reunión para encontrar el trabajo que busca.
Para enfrentar los estados ansiosos debemos primero concentrarnos con la sensación de nuestro cuerpo, mirar nuestros pensamientos y conectarnos con el aquí y ahora. Hago conciencia de lo que siento y abrazo esa sensación, valido la emoción en mi cuerpo. Luego les sugiero respirar profundamente y luego encontrar el propio ritmo. Esto permite que el aire entre en forma pareja a nuestro cuerpo, y además, poner la atención en el cuerpo y no en los pensamientos.
Posteriormente, cuando nos encontremos en un espacio adecuado para la reflexión. Les ofrezco unas preguntas para la reflexión para entender de donde surge la ansiedad. ¿Cómo surge esta ansiedad que siento? ¿A que le tengo miedo? ¿Qué de malo podría pasar? ¿Tiene algo que ver con mi historia? ¿Tiene algo que ver con mis experiencias pasadas? ¿Qué de real hay en ese miedo?
Una vez que hagas las reflexiones a estas preguntas escríbelas y ve que te muestran.
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