Los cerebros emocionales son físicamente distintos
de los racionales
Un estudio revela
variaciones en la densidad de la materia gris en personas con más empatía
cognitiva, en comparación con individuos con más empatía afectiva.
Reaccionemos de
manera más racional o de manera más emocional ante las circunstancias de otras
personas depende de la materia gris de nuestro cerebro, ha revelado un estudio
de la Universidad de Monash, en Australia; en concreto, de variaciones en la
densidad de dicha materia en áreas cerebrales vinculadas a esta emoción, como
la ínsula. El hallazgo deja abiertas interesantes cuestiones, como si podríamos
entrenar nuestros cerebros para ser más empáticos.
Empatía, según la
definición más extendida, es la habilidad que posee un individuo de percibir
los pensamientos y sentimientos de otros, lo que genera sentimientos de
simpatía, comprensión y ternura. (Yaiza Martínez).
Sin embargo, la
empatía no es siempre igual: hay una empatía más emocional y otra más racional.
La primera es la que nos hace llorar viendo una escena triste en el cine o
asustarnos mucho ante una película de terror. La segunda es la que siente, por
ejemplo, un psicólogo, cuando debe aconsejar a su paciente.
Según un estudio
realizado por investigadores de la Universidad de Monash, en Australia, que
seamos más propensos a un tipo de empatía u otro depende de las características
de nuestro cerebro.
Diferencias en la
sustancia gris
La investigación
ha revelado, más concretamente, que existen diferencias físicas entre los
cerebros de las personas que responden emocionalmente a los sentimientos de los
demás (que despliegan más empatía afectiva) y los cerebros de aquellas que
responden de forma más racional (que despliegan más la empatía
cognitiva).
Estas diferencias
consisten en variaciones en la densidad de la materia gris en
determinadas áreas cerebrales. Las variaciones fueron detectadas gracias a una
técnica de análisis de neuroimagen que permite la investigación de
diferencias focales en la anatomía del cerebro: la morfometría basada en
voxel (VBM).
Con la VBM, los
científicos australianos examinaron el grado de densidad de materia gris en 176
participantes, a los que además evaluaron sobre sus niveles de empatía
cognitiva y de empatía afectiva o emocional.
Dirigidos por
Robert Eres, de la Escuela de Ciencias Psicológicas de dicha Universidad, los
investigadores obtuvieron los siguientes resultados: aquellas personas con
altas calificaciones en empatía afectiva presentaron una mayor densidad de
materia gris en la ínsula, que es un área cerebral situada justo en
“medio” del cerebro que se está convirtiendo en un foco de atención por su
función en la experiencia subjetiva emocional.
Por otro lado, se
constató que aquellos participantes que obtuvieron calificaciones más altas en
empatía cognitiva tenían una mayor densidad de materia gris en el córtex
cingulado medio (CCM), una zona superior del cuerpo calloso, que conecta
los dos hemisferios del cerebro.
“En conjunto, estos resultados proporcionan
validación de que la empatía está formada por múltiples componentes, y sugieren
que las empatías afectiva y cognitiva están representadas de manera diferencial
en la morfometría cerebral. También proporcionan evidencias de que la empatía
está representada por diferentes correlatos neurales y estructurales”, señalan los
investigadores en un comunicado de la Universidad de Monash.
Cuestiones
abiertas
Dada la
plasticidad cerebral, los hallazgos realizados plantean una serie de
cuestiones: ¿Pueden incrementarse algunos tipos de empatía mediante
‘entrenamiento’ cerebral? ¿Se puede perder capacidad empática como consecuencia
de cambios o condiciones en el cerebro?
En lo que respecta
a la primera cuestión, parece que sí, que la empatía se puede “entrenar”.
Por ejemplo, está constatado, que los padres de niños recién nacidos que
se implican en el cuidado de sus hijos desarrollan una mayor empatía hacia
estos, lo que les permite ajustarse más a sus necesidades. En este caso, la
hormona oxitocina (o “del amor”) jugaría un papel clave en
la transformación o moldeado del cerebro para tal fin.
Por otra
parte, se ha demostrado que la empatía se puede potenciar
artificialmente, con resonancias magnéticas. Esto lo han conseguido científicos
brasileños con una sofisticada herramienta computacional que permite modular la
actividad cerebral relacionada con emociones de afiliación, y mejorarla.
En cuanto a la
segunda cuestión, si las personas pueden perder (o no tener) capacidad
empática como consecuencia de una condición cerebral, este punto se ha
estudiado a fondo con los psicópatas, que son individuos incapaces de empatizar
con otros.
Así, a principios
de 2015, un estudio de la Universidad de Montreal (Canadá) demostró
que en los cerebros de estas personas se da una reducción del volumen de
sustancia o materia gris en la corteza prefrontal anterior y en unas zonas de
los lóbulos temporales del cerebro. Todas estas áreas ya habían sido relacionadas
con la empatía.
En la
investigación también se detectaron anomalías en las fibras nerviosas de
la sustancia blanca presente en el cíngulo posterior, que une la
corteza cingulada posterior con la corteza prefrontal medial. Esta área, además
de asociarse con la empatía como las anteriores, también está vinculada al
aprendizaje a partir de recompensas y castigos.
Robert Eres y su
equipo planean ahora profundizar en la causalidad: probar
si la realización de tareas relacionadas con la empatía puede provocar cambios
en las estructuras cerebrales mencionadas; y si lesiones en
dichas estructuras, como consecuencia de un derrame cerebral, por ejemplo,
pueden ocasionar una pérdida de empatía, como sucede en el caso de los
psicópatas.
Referencia bibliográfica:
Robert Eres, Jean Decety, Winnifred R. Louis, Pascal
Molenberghs. Individual differences in local gray matter density are
associated with differences in affective and cognitive empathy. NeuroImage
(2015). DOI: 10.1016/j.neuroimage.2015.05.038.
http://memoriaemocional.com/
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