“Los primeros días son difíciles. Casi se siente como si te
estuvieras rehabilitando de una adicción a las drogas”,
cuenta Andrew que pasó
40 días de abstinencia de dulces.
*Este artículo fue originalmente escrito por Jordan Gaines Lewis, una joven neurocientífica conocida por
sus escritos sobre temas relacionados a la ciencia.
Todos los que me conocen saben que tengo una adicción por lo
dulce. Siempre la he tenido. Mi amigo y compañero de clase Andrew tiene la
misma adicción, y el hecho de vivir en Hershey, Pennsylvania –la “Capital
Mundial del Chocolate”– no nos ayuda mucho.
Pero Andrew es más valiente que yo. El año pasado, inició
una cuarentena sin azúcar. No puedo asegurar que seguiré sus pasos este año, pero si
durante 40 días te abstienes de comer dulces, esto es lo que puedes esperar:
1. Azúcar: recompensa natural, dosis artificial
En la neurociencia, la comida es algo que llamamos
“gratificación natural”. Para poder sobrevivir como especie, las actividades tales
como comer, tener sexo y criar deben ser placenteras para el cerebro para que
estos comportamientos se refuercen y se repitan.
La evolución ha dado paso a la “vía mesolímbica”, un sistema del cerebro que descifra estas
gratificaciones por nosotros. Cuando hacemos algo placentero, un grupo de
neuronas conocido como área tegmental ventral usa el neurotransmisor conocido como dopamina para enviar la
señal a una parte del cerebro llamadanúcleo accumbens. La conexión entre este núcleo y nuestro lóbulo
prefrontal dicta nuestros movimientos motores, tales como decidir si comer o no
otro trozo de ese delicioso pastel de chocolate. El lóbulo prefrontal también activa las hormonas que le
dicen a nuestro cuerpo: “Oye, este pastel está muy rico. Lo recordaré en el
futuro”.
No todos los alimentos son igual de gratificantes, por
cierto. La mayoría de nosotros preferimos lo dulce por sobre
lo ácido y lo
amargo porque, con el tiempo nuestro cerebro ha reafirmado la idea de que las
cosas dulces proveen de una saludable fuente de carbohidratos. Cuando nuestros
ancestros buscaban frutos, por ejemplo, lo ácido indicaba “no está maduro aún”
mientras que lo amargo significaba “¡Alerta! ¡Veneno!”.
La fruta es una cosa, pero las dietas modernas son el
producto de años de transformaciones. Hace una década, se estimaba que el
estadounidense promedio consumía 22 cucharaditas de azúcar añadida al
día, aumentando la dieta en unas 350 calorías. Hace unos meses, un
experto sugirió que el británico promedio consumía 238 cucharaditas de azúcar a la semana –34 cucharaditas por día
aproximadamente–.
Ahora que las personas están mostrando un mayor interés y
cuidado respecto a la alimentación saludable, son más los que notan que es casi imposible
toparse con alimentos procesados o preparados que no contengan azúcar añadida, ya sea para darle más sabor, conservación o para ambos. Y
de la misma manera en que las drogas secuestran la vía de la gratificación del
cerebro y nos hacen dependientes, la evidencia indica que el azúcar es adictivo
y provoca exactamente lo mismo en tu
cerebro que los cigarrillos, el alcohol y la cocaína hacen al cerebro de un adicto.
2. La adicción al azúcar es real
“Los primeros días son difíciles”, me dijo Andrew respecto a
su aventura sin azúcar el año pasado. “Casi se siente como si te
estuvieras rehabilitando de una adicción a las drogas. Me descubrí comiendo muchos carbohidratos para compensar la
falta de azúcar”.
Hay cuatro componentes principales de una adicción: “atracón”
–de drogas o dulces en este caso–, abstinencia, ansiedad y la “sensibilización
cruzada” –la noción de que una sustancia adictiva predispone a alguien a
hacerse adicto a algo–. Un experimento común funciona así: las ratas son
privadas de alimento por 12 horas al día, entonces se les da 12 horas de acceso
a una solución azucarada y alimento regular. Luego de un mes de seguir este
procedimiento, las ratas experimentan un comportamiento similar a
aquellos adictos a las drogas. Se atracan de la solución azucarada en poco tiempo,
demostrando mucho más interés por esta que por su alimento regular. Además
muestran signos de ansiedad y depresión durante el periodo de privación.
Al igual que las drogas, el azúcar gatilla la liberación de
dopamina en el núcleoaccumbens. A largo plazo, el consumo regular de azúcar cambia la
expresión génica y la disponibilidad de receptores de dopamina en el lóbulo
frontal y mesencéfalo. En resumen, esto significa que un consumo repetido de
azúcar a lo largo del tiempo lleva a una señalización de dopamina prolongada,
una mayor excitación de las vías de gratificación del cerebro y la necesidad de aún
más azúcar para activar todos los receptores de dopamina del mesencéfalo, como antes. El cerebro se vuelve tolerante al azúcar, y por
ende se requieren mayores cantidades para lograr el mismo efecto.
3. El síndrome de abstinencia al azúcar también es real
Aunque estos estudios fueron ejecutados en roedores, no es
descabellado afirmar que los mismos procesos primitivos ocurren en el cerebro
humano. “Las ansias nunca se fueron, pero quizá era algo psicológico”, me dijo Andrew. “Pero fue más fácil después de la primera
semana”.
En un estudio realizado en 2002 por Carlo Colantuoni y sus colegas de la Universidad de
Princeton, las ratas sometidas a un protocolo de dependencia al
azúcar luego experimentaron el síndrome de abstinencia al azúcar. Este fue facilitado ya sea por la privación de alimento o por
el tratamiento con naloxona, una droga utilizada para tratar la adición a los
opiáceos. Ambos métodos de tratamiento de la abstinencia conducen a problemas
físicos, incluido el castañeteo de dientes, temblores en las patas, y sacudidas
de cabeza. El tratamiento con naloxona también demostró que ponía a las ratas
más ansiosas, ya
que pasaban menos tiempo en lugares elevados que carecían de paredes a ambos
lados.
Experimentos de abstinencia similares llevados a cabo por
otros científicostambién demostraron comportamientos parecidos a una depresión en tareas tales como la prueba de nado forzado. Las ratas que
pasaban por el periodo de abstinencia al azúcar mostraban comportamientos más
pasivos (como flotar) que activos (como tratar de escapar) al ponerlas en el
agua, sugiriendo un sentimiento de desamparo.
Un nuevo estudio publicado por Victor Mangabeira y colegas en Physiology & Behavior informa que la abstinencia al azúcar está también relacionada
con el comportamiento impulsivo. Al principio, las ratas eran entrenadas para
recibir agua empujando una palanca. Luego del entrenamiento, los animales
volvían a sus jaulas y tenían acceso a una solución de azúcar y agua, o sólo
agua. Después de 30 días, cuando a las ratas se les dio nuevamente la
oportunidad de empujar la palanca para obtener agua, aquellas dependientes de
azúcar empujaban la palanca muchas más veces que los animales de control,
sugiriendo así un comportamiento impulsivo.
Estos son experimentos extremos, por supuesto. Nosotros los seres humanos no solemos pasar por 12 horas de
privación de alimento, así como tampoco nos atiborramos de bebidas y pasteles
al final del día. Pero estos estudios en roedores sin duda nos dan una idea de
los apuntalamientos neuroquímicos de la dependencia del azúcar, síndrome de
abstinencia, y comportamiento.
¿Sigues motivado en hacer una cuarentena sin azúcar? Quizá te
preguntes cuánto tardará tu cuerpo en liberarse de las ansias y los efectos
colaterales, pero no hay respuesta para ello. Cada persona es diferente y no
hay estudios sobre esto en humanos. Pero después de 40 días, está claro que Andrew ya
superó la peor parte, incluso ha revertido algunas de sus alteradas
señalizaciones de dopamina.“Recuerdo que cuando comí mi primer alimento azucarado, lo
encontré demasiado dulce”, dijo. “Tuve que reconstruir mi tolerancia”.
Y como clientes regulares de una pastelería local en Hershey,
les puedo asegurar, mis queridos lectores, que lo ha hecho tal cual.
Visto en: Gaines on Brains
http://soyespiritual.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario