La psicología de la conexión nos dice que coincidir con ciertas personas no es lo mismo que “conectar” con ellas. De hecho, pocos estados adquieren una significación mayor que los que alcanzan este tipo de magnetismo: sentir ese latido compartido, esa sintonía profunda y extraña a la vez, donde iniciar, casi sin saber cómo, las mejores amistades de nuestra vida o los amores más inesperados.
Es muy posible que muchos de nuestros lectores se sientan ahora mismo sorprendidos. ¿Existe realmente una “psicología de la conexión? Bien, como sucede en muchos campos de la propia psicología es común que ciertas disciplinas desarrollen su trabajo en un área determinada, para descubrir al poco tiempo que los resultados obtenidos en ese área pueden aplicarse a otras.
“Coincidir es un lujo pero conectar es un milagro”
En el caso de la psicología de la conexión cabe decir que surgió en el ámbito de la empresa, en concreto en el área del márketing. A los propios investigadores y directores comerciales de grandes empresas les interesaba saber qué procesos latentes hacen que el consumidor se sienta más “conectado” o atraído por un producto determinado, y no por otro.
En ocasiones, nuestras decisiones de compra se rigen por procesos tan inconscientes, tan complejos e inexplicables que los propios expertos en neuro-marketing se sienten contrariados. Así, este acercamiento científico -desarrollado a lo largo de una década- ofreció tantos datos y materiales interesantes que muchos investigadores y psicólogos de la personalidad se desligaron un poco del área del márketing para poner las bases de una rama propia.
Lo que en ella se perfila es tan interesante como revelador. Son procesos donde se integran las neurociencias, el estudio de la mente y las emociones, áreas todas ellas que dan forma a lo que conocemos ya como psicología de la conexión profunda.
Claves de la psicología de la conexión
Decíamos al inicio que no es lo mismo coincidir con alguien que conectarcon ese alguien. Eso es algo que todos experimentamos a diario. En nuestros entornos cotidianos, como pueden ser nuestros trabajos, colegios, universidades, nuestras comunidades de vecinos o espacios de ocio conocemos sin duda a mucha gente. Convivimos con ellas; sin embargo, a lo largo de nuestras vidas solo llegamos a “conectar” en profundidad con unas pocas.
Judith E. Glaser, psicóloga y antropóloga organizacional de la Universidad de Harvard es una de las mayores referencias en el estudio y aplicación de lo que se conoce como “Deep Connection” (conexión profunda). Así, algo que nos explica en primer lugar en muchos de sus libros y múltiples trabajos es que las personas disponemos de una voz interior que nos dice en muy poco tiempo si algo o alguien puede ser relevante o significativo para nosotros.
Eso a lo que llamamos “intuición” tiene en realidad su rinconcito exacto en nuestro cerebro. Veamos unas claves a continuación.
La conexión profunda: cuando nuestro cerebro se “ilumina”
Nuestro cerebro es una entidad regida por una serie de necesidades muy básicas: la sociabilidad es una de ellas. Así, cuando en nuestro día a día nos encontramos con otras personas nuestro cerebro, por así decirlo, “se ilumina”. Una de las áreas que primero reacciona es el Córtex Prefrontal Rostromedial.
Sin embargo, hay otra parte mucho más profunda, misteriosa a la vez que fascinante que se enciende casi como un árbol de navidad cuando encontramos a alguien con quien conectamos de manera más intensa. Este lugar se encuentra justo en ese espacio donde confluyen el lóbulo temporal y el lóbulo parietal.
Los neurocientíficos nos dicen que es aquí donde se desarrollan nuestros juicios, aquí donde acontecen los procesos cognitivos más abstractos, más complejos y por instantes incluso inexplicables.
Procesos que rigen la psicología de la conexión
Todos hemos oído aquello de que a veces, basta solo una mirada para conectar con alguien. Cabe decir que este dato es una verdad a medias y que no perfila ni mucho menos lo que se entiende por “conexión profunda”. Los auténticos expertos en este este campo nos señalan que ese vínculo tan íntimo y revelador cruza muchas más fronteras.
La conexión profunda va más allá de las miradas porque se origina mediante la interacción y el trato, pero acontece sobre todo a través de una palabra muy concreta, mágica y significativa para todos: “compartir”.
Cuando compartimos ciertas intimidades con alguien, cuando revelamos confidencias, cuando compartimos valores, pasiones, gustos y pasiones con otras personas, nuestro cerebro libera “oxitocina“.
Sin embargo, el proceso de compartir debe ser un acto transparente e íntegro regido por otra palabra esencial: la confianza.
Los neuropsicólogos nos explican que la oxitocina es ese neurotransmisor que actúa como ingrediente esencial a la hora de establecer esas conexiones tan significativas con nuestros mejores amigos o parejas. Al llevar a este territorio tan privado, profundo y carismático de nuestra mente a esas figuras significativas, nos sentimos a salvo, cómodos y confiados…pero ante todo, nos sentimos felices.
Para concluir, a pesar de que no es precisamente fácil llegar a construir este tipo compromisos, de vínculos tan mágicos y fuertes en nuestro día a día, no vamos a perder la esperanza por ello. Para lograrlo, solo deberíamos aplicar en nuestras interacciones cotidianas tres sencillas dimensiones: apertura, confianza y sinceridad.
Lo que tenga que venir lo hará en su momento y lo notaremos en poco tiempo: nuestro cerebro y corazón responderán de forma intensa ante esa persona tan especial.
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