Imagínate que entro a tu casa, con una caja de fósforos y un bidón de gasolina y te digo: “Quema tu sofá”. Sí, ese mismo sofá de toda la vida, desgastado en los bordes, descolorido y que cruje cada vez que te sientas, pero que es taaaaan cómodo porque es, precisamente, el sofá “de toda la vida”.
Quizás me dirías: “Estás demente. Este es el mejor sofá del mundo”. Te creería si, matemática y rigurosamente, te has sentado ya en todos los sofás del planeta, sin excepción. Apuesto a que no lo has hecho. Crees que ese sofá es el mejor del mundo porque es el que conoces.
Así sucede con la zona de confort. El término se ha puesto de moda y se invoca cada dos por tres cuando, en medio de la charla del café en la oficina, alguien menciona que es momento de salir de la zona de confort y tomarse unas vacaciones en un sitio exótico.
Eso es parcialmente cierto. Unas vacaciones en un sitio exótico es un cambio, sin duda, pero no pasa de ser más que una zona de aprendizaje si, tras una semana de experiencias nuevas, regresas a tu misma rutina de siempre y nada varía sustancialmente.
Salir de la zona de confort sólo lo logras cuando te enfrentas a tus miedos: comenzar tu propia empresa, terminar con una relación que ya no funciona o comprar una casa.
Desde la niñez, nos enseñan a que el único camino es aceptar tu destino.“Quédate con el sofá que conoces: ese fue el que te tocó y deberías estar satisfecho, cuando hay sofás mucho peores”. “Si dejas ese sofá, alguien más vendrá y te lo quitará, ¡no te muevas!” “No importa si no es el mejor sofá: ¡al menos es un sofá!” Puedes intercambiar la palabra “sofá” por cualquier objeto o situación de tu zona de confort que te gustaría que mejorase, pero que te da miedo cambiar. Así nos han educado: a caminar por la línea segura. Hay muchas frases que lo sustentan, para seguir con la letanía del conformismo: “Más vale malo conocido que bueno por conocer”, “Más vale pájaro en mano que cien volando”, o la más simple y cajonera: “La vida es así”.
No: no sólo porque es así tiene que ser siempre así. La mayoría de la gente que te dice que todo saldrá mal si te levantas de ese sofá es porque ellos mismos no lo han intentado: tienen miedo y se justifican con muchas excusas e historias de terror para que tampoco trates tú. No los culpes: es lo que les han enseñado para estar seguros y quieren protegerte.
Depende enteramente de ti salir de la zona de confort e intentar lo que en verdad deseas. El no siempre lo tienes, siempre está garantizado. Quédate ahí, en el sofá, y la respuesta seguirá siendo no. Entonces, ¿qué pierdes al ir por el sí?
No pierdes nada. Por el contrario: al ir por el sí, aprendes más en el camino y, cuando mires hacia atrás, te darás cuenta de que tu zona de confort incluso no se ha perdido, si no que más bien se ha ampliado y que te sientes cómodo en nuevas áreas, porque tu mundo se ha hecho más grande.
En otras palabras, no solo tendrás ese sofá viejo, si no muchos más en los cuales sentarte. ¡Ve por ellos!
LA MENTE ES MARAVILLOSA
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