Todo ser humano debe llegar a un punto de su vida en el que se reconcilie con quien es.
Porque todos, en mayor o menor medida, hemos crecido con la intención de llegar a ser quien soñábamos ser y nunca seremos. Pueden ser expectativas que recibimos de nuestros padres. También pueden ser objetivos que nos hemos fijado nosotras mismas. Puede tener que ver con nuestra personalidad, con las personas que nos rodean (o desearíamos que nos rodeasen) o con nuestros logros. Pero llega el momento de alegrarse por ser quien eres. De aceptarte sin más, sin maquillajes ni pretensiones. Y la palabra “aceptar” a veces nos hace pensar en derrota, pero no debería ser así. Ese “aceptar” debe ir acompañado de regocijo.
La verdad sobre ti misma.
Por descontado, es muy triste vivir sin objetivos y sin soñar sueños que nos impulsen a escalar cimas, a conquistar reinos y luchar contra dragones, ¡pero qué pérdida de tiempo es vivir con una eterna insatisfacción del alma! Qué sinsentido, malgastar años envidiando a otros y despreciando lo que ya tienes. Qué triste es cumplir años y darte cuenta de que no sólo no ves lo bueno que hay en ti, sino que envidias a otras mujeres porque (piensas que) ellas tienen lo que tú más deseas. Quizás estás pensando que ella tiene un buen marido y tú no. O que ella tiene hijos y tú no. Quizás envidias a las mujeres que tienen un trabajo satisfactorio (y tú no). Es fácil mirar a otros y pensar que su vida es más fácil y mejor. Como dice el dicho, “las manzanas siempre parecen mejores en el huerto del vecino”, pero eso es un engaño. ¡No te dejes engañar por lo que ven tus ojos! Rechaza esos pensamientos que te colocan constantemente por debajo de los demás. ¡Es absurdo y eso lo sabemos todos.
Qué triste es pasar toda una vida suspirando por ser quien no eres. Imagínate, llevas décadas soñando ser más delgada, más deportista, más enérgica. Año tras año soñando ser más extrovertida, más divertida, más asertiva. Toda una vida insatisfecha con tu personalidad, o sin darte cuenta de tus logros, sin valorar la única y especial persona que sólo tú eres.
Cada una somos únicas, irrepetibles y reemplazables.
No debemos basar nuestra vida en la historia de otras personas que ya está escrita, cada cual debemos escribir nuestra propia historia, motivarnos con lo que somos, sin necesidad de imitar ni mirar a otras personas. Cada persona es un proceso único. Siempre encontraremos a personas que admiramos, hombres y mujeres que nos motiven a mejorar cada día, personas de las que podemos aprender cosas nuevas. Pero no por ello intentemos ser igual que ellos, debemos tratar de ser originales en lo que hacemos, porque cada uno tiene su propio talento y sus propias limitaciones y hagámonos el propósito aquí y ahora.
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