Incluso los libros de medicina describen dicha
enfermedad como el estado normal. Al nacer la piel está sana pero a los tres o
cuatro años de edad, empiezan a aparecer las primeras heridas y en la
adolescencia, cubren todo el cuerpo.
¿Puedes imaginarte cómo se tratan esas personas?
Para relacionarse entre sí tienen que proteger sus heridas. Casi nunca se tocan
la piel las unas a las otras porque resulta demasiado doloroso,
y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.
y si, por accidente, le tocas la piel a alguien, el dolor es tan intenso que de inmediato se enfada contigo y te toca a ti la tuya, sólo para desquitarse. Aun así, el instinto del amor es tan fuerte que en ese planeta se paga un precio elevado para tener relaciones con otras personas.
Bueno, imagínate que un día ocurre un milagro. Te
despiertas y tu piel está completamente curada. Ya no tienes ninguna herida y
no te duele cuando te tocan. Al tocar una piel sana se siente algo maravilloso porque la piel está hecha para la percepción. ¿Puedes
imaginarte a ti mismo con una piel sana en un mundo en el que todas las
personas tienen una enfermedad en la piel?
No puedes tocar a los demás porque les duele y nadie te toca a ti porque piensan
que te dolerá.
Si eres capaz de imaginarte esto, podrás comprender
que si alguien de otro planeta viniera a visitarnos tendría una experiencia
similar con los seres humanos. Pero no es nuestra piel la que está llena de heridas. Lo que el visitante descubriría es que la mente humana
padece una enfermedad que se llama miedo. Al igual que la piel infectada de los
habitantes de ese planeta imaginario, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas, de heridas
infectadas por el veneno emocional. La enfermedad del miedo se manifiesta a
través del enfado, del odio, de la tristeza, de la envidia y de la hipocresía, y el resultado de esta enfermedad son todas
las emociones que provocan el sufrimiento del ser humano.
Todos los seres humanos padecen la misma enfermedad
mental. Hasta podríamos decir que este mundo es un hospital mental. Sin
embargo, esta enfermedad mental ha estado en el mundo desde hace miles de años. Los libros de medicina, psiquiatría y psicología la describen
como un estado normal. La consideran normal, pero yo te digo que no lo es.
Cuando el miedo se hace demasiado intenso, la mente
racional empieza a fallar y ya no es capaz de soportar todas las heridas llenas
de veneno. Los libros de psicología denominan a este fenómeno enfermedad mental. Lo llamamos esquizofrenia, paranoia, psicosis, pero
la verdad es que estas enfermedades aparecen cuando la mente racional está tan
asustada y las heridas duelen tanto, que es preferible romper el contacto con el mundo exterior.
Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a
ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La
manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos
celos, envidia, o tristeza. Incluso decir te amo puede resultar aterrador.
Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos iniciando una relación,
casándonos y teniendo hijos.
Debido al miedo que los seres humanos tenemos a ser
heridos y a fin de proteger nuestras heridas emocionales, creamos algo muy
sofisticado en nuestra mente: un gran sistema de negación. En ese sistema de negación nos convertimos en unos perfectos mentirosos. Mentimos tan
bien, que nos mentimos a nosotros mismos e incluso nos creemos nuestras propias
mentiras.
El miedo provoca más lumbago que todas las hernias discales, todos los problemas articulares, todos los problemas de columna, porque el temor hace que metamos, literalmente, el rabo entre las patas, cerramos el esfínter anal interno, a ese nivel, hay un centro de energía muy importante y, nos cerramos a la vida, contraemos toda la musculatura lumbosacra, esa parte queda mal irrigada y nos dan unos lumbagos terribles, y ese lumbago es el nombre clínico del miedo.
El miedo provoca más lumbago que todas las hernias discales, todos los problemas articulares, todos los problemas de columna, porque el temor hace que metamos, literalmente, el rabo entre las patas, cerramos el esfínter anal interno, a ese nivel, hay un centro de energía muy importante y, nos cerramos a la vida, contraemos toda la musculatura lumbosacra, esa parte queda mal irrigada y nos dan unos lumbagos terribles, y ese lumbago es el nombre clínico del miedo.
Si logro reconocer el núcleo del miedo, si logro
observar mi cuerpo y veo que tengo los glúteos y toda esta parte contraída, si
logro respirar hacia esa zona y liberar el sentimiento del miedo, y llamar al miedo y decirle "tú eres la mejor parte de mi mismo,
cuando asciendes y te revelas, eres mi prudencia, ya no eres miedo, sino que
eres prudencia, eres parte de mi amor también".Cuando yo, a través de la respiración, logro ascender esa energía
del miedo, y logro trasmutarla al altar del corazón, que es donde realmente
nace el hombre que puede sanarse y puede sanar la vida, entonces desaparece el lumbago.
Mi resentimiento, mi odio, frecuentemente, está
anclado en mis articulaciones. Yo estoy así totalmente rígido. A veces, con el
puño apretado en la noche, inconscientemente, dispuesto a pegar y a agredir. Pues bien, ese dolor articular,es resentimiento congelado en esa
parte del cuerpo.
Si logro experimentar ese dolor y asociarlo a mi
sentimiento de ira y a mi resentimiento, y logro comprender que mi
resentimiento es algo que se construye en el plexo solar, que bloquea la energía aquí y no permite a la energía acceder a mi corazón, ni a mi sistema
inmune, puedo hacer mucho más que el reumatólogo, o puedo ayudarle mucho, para
curar y sanar mi artritis, y yo soy responsable, no tengo que esperar que el reumatólogo me resuelva el problema.
SUPERANDO TUS MIEDOS MAS PERSONALES
Los miedos internos pueden llegar a ser bastante
perjudiciales porque son muy difíciles de erradicar y además, dado que están
implantados a nivel personal, pueden convertirse en nuestro peor enemigo, aquel enemigo que sabe cómo pensamos y cuáles son nuestras dudas,
nuestros puntos débiles, nuestro talón de Aquiles.
Aquellos obstáculos que residen dentro de nosotros
y no nos dejan alcanzar nuestro máximo potencial.
Lo primero que quiero decirte es que nuestros
miedos internos pueden ser dominados.
De hecho, será mucho más fácil para ti dominarlos
antes que vencerlos.
Si intentas vencerlos, gastarás mucha energía, estarás
distraído y agotado constantemente.
Lo que debes hacer es aceptarlos; y una vez que los
aceptes y seas consciente de ellos, sepas cómo funcionan y por qué, lograrás
controlarlos.
Finalmente, cuando hayas domesticado tus miedos,
estarás preparado para vencerlos.
Los miedos pueden ser muy personales, y en ese
sentido, están ligados a momentos muy sensibles en nuestro pasado y cuando se
activan, lo hacen actuando sobre nuestros puntos más débiles.
Por esta razón son tan destructivos (¡y tan
reales!). Sin embargo, los miedos tienen muchas formas de actuar y es urgente
que te pongas a pensar cómo lo hacen en determinados casos.
Por ejemplo, pueden robarte la energía: En aquellas
ocasiones en las que te sientes sin energía y sin ánimos de trabajar, pensarás
que estás “desmotivado”. Y aunque este sea el caso, en muchas ocasiones no son más que tus miedos actuando.
Tus miedos te paralizan, te seducen de una manera
tan efectiva que te hacen pensar que estás bien así, que no hay necesidad de
intentar cosas nuevas, que todo el mundo debe quererte cómo eres, que no necesitas cambiar; después de todo, también tienes cosas buenas…
Otra de las formas en las que funcionan los miedos
es la contradicción.
Por ejemplo, decides emprender un proceso de mejoramiento personal y cada vez que tomas acciones al respecto, aparecen los miedos y te hacen pensar demasiado, te hacen preguntas y sugerencias engañosas para ponerte a dudar: “¿será que si funcionará?” “¿y si mañana no quiero?” “pero no tengo ganas de esforzarme justo ahora, mejor empiezo mañana, o la semana siguiente”.
Por ejemplo, decides emprender un proceso de mejoramiento personal y cada vez que tomas acciones al respecto, aparecen los miedos y te hacen pensar demasiado, te hacen preguntas y sugerencias engañosas para ponerte a dudar: “¿será que si funcionará?” “¿y si mañana no quiero?” “pero no tengo ganas de esforzarme justo ahora, mejor empiezo mañana, o la semana siguiente”.
Y una vez que te han atrapado, buscarán la forma
más poderosa de amarrarte a tu zona de comodidad.
Te provocarán ataques de pánico, te pondrán
ansioso, tímido, iracundo, avergonzado, perezoso, etc.
Es posible definir el miedo como una emoción más (o
como un conjunto de emociones); y en este sentido, una vez que conoces un poco
mejor tu mundo emocional, también estarás más capacitado para lidiar con tus
miedos.
Lo más importante que debes hacer es reconocer el
mensaje que tus miedos te están enviando y además, cómo funcionan en tu mente.
Qué hacen y qué no hacen, qué tan fuertes pueden ser, cuándo son más fuertes, etc.
Imagina que tus miedos son enemigos de guerra, y
tienes que contratar espías, diseñar estrategias y conocer los puntos débiles
del adversario para poder derrotarlo.
Lo principal es conocer tus miedos como a la palma
de tu mano, detallarlos de tal manera que sepas todo lo que hay que saber
acerca de ellos (después de todo, son sólo tuyos).
Así, nada acerca de ellos será una sorpresa para
ti, y llegará un punto en donde seas capaz de anticiparte a tus movimientos.
A continuación te doy algunas pistas para comenzar
a reflexionar sobre los efectos que tienen tus miedos en ti.
1. Algunos miedos te desconcentran.
Sencillamente desvían tu energía y tu atención
hacia cosas que no son importantes en un momento específico.
Si estás hablando en público, te desvían del
discurso que tienes que dar y te hace pensar en lo nervioso que estás (si no
estás nervioso, en lo nervioso que deberías estar), en lo sonrojado que posiblemente te ves, si las manos te están sudando, o si estás agitando
mucho los pies, etc.
2. Algunos miedos lo convierten todo en algo
personal.
Te enfrentan a ti mismo y hacen de ti, tu peor
enemigo.
Si debes hablar en público, tus miedos te inundarán
con pensamientos como “Yo nunca he sido bueno para hablar en público”, “soy muy
estúpido para hacer esto bien”, “soy un perdedor y aunque me sepa todo el discurso, en algún momento meteré la pata”, etc.
3. Algunos miedos te hacen más susceptible.
Te sensibilizan al punto de que todo lo que hay
alrededor te afecta.
Y peor aún, te llevan a extremos.
Por ejemplo, al hablar en público te emocionas
demasiado y apenas puedes hablar con claridad o te ponen demasiado serio,
haciendo que tu voz aburra a tus oyentes.
Por supuesto, si cometes un error, tus miedos te
harán demasiado reactivo y pensarás que por ese pequeño error que acabas de
cometer, todo está perdido.
4. La mayoría de los miedos te quitan seguridad y
te hacen cometer errores estúpidos. En ocasiones los miedos son muy poderosos y
pueden lograr todo lo que te he dicho hasta ahora.
Primero te desconcentran, luego te atacan y luego
hacen que cometas un error tonto, algo que no cometerías en condiciones
“normales”.
Te hacen olvidadizo, te apartan de tu zona de
enfoque, etc.
Por supuesto, los efectos de los miedos son
muchísimos y dependen de cada quien.
Así que tu tarea es ponerte a pensar en qué hace
cada miedo tuyo.
Imagina que eres un detective y estás recopilando
información sobre una persona a la que estás siguiendo.
Averigüa todo sobre él y pasa al siguiente
ejercicio.
Escoge tu miedo más personal (el miedo al fracaso,
el miedo al ridículo, el miedo a cometer un error o a decir algo tonto en
público).
A continuación te resumo lo que debes tener en
cuenta:
1. Busca un lugar privado, desconéctate de todos y
de todo, y relájate.
2. Elije tu miedo y crea una imagen que lo
represente.
Algo que sea significativo para ti y que generalmente
asocies con ese miedo.
Ten en cuenta todo lo que conoces acerca de ese
miedo y trata de representar las características más sobresalientes (si no lo
conoces lo suficiente como para formarte una imagen clara,
estúdialo mejor).
estúdialo mejor).
Por ejemplo, si tu miedo hace que te distraigas
mucho, visualiza algo muy colorido, con muchos sonidos, muchas partes que
cambian constantemente y que llaman tu atención y te molestan. O también puedes valerte de una imagen familiar, por ejemplo, un mosquito gigante
revoloteando cerca a tus oídos.
3. Añade sensaciones de los cincos sentidos a tu
miedo: Ponle un olor a tu imagen (un olor apestoso o penetrante, por ejemplo),
agrégale una textura particular (rugosa, lisa), sabores, colores y sonidos (un sonido agudo o irritante; o un sonido repetitivo y permanente).
4. Ahora, comienza a jugar con tu miedo.
Es una creación tuya, así que puedes hacerle lo que
quieras.
Hazlo muy pequeño, o píntalo con colores ridículos.
Disminuye su tamaño y su intensidad.
Haz lo que desees con tu miedo.
5. Finalmente, imagina una situación concreta en la
que debes enfrentar este miedo particular.
Por ejemplo, imagina que vas a hablar en público
(trata de agregar detalles muy reales aquí, por ejemplo, una exposición en tu
trabajo o universidad, con compañeros reales) y justo antes de entrar al escenario, aparece tu miedo a hablar en público (usa la imagen que
creaste para él) y comienza a atacarte.
Después, visualiza cómo tú comienzas a dominar ese
miedo.
Justo como hiciste en el punto anterior, lo
ridiculizas y lo haces insignificante.
Lo dominas de la manera en que se te antoje.
Ya no te ataca, no te molesta.
Tú lo agarras entre tus manos y lo aplastas o le
das un puntapié lejos de ti, lo que quieras.
6. La próxima vez que te encuentres en una
situación real en la que tu miedo pueda aparecer, adelántate a él y reproduce
la pequeña película que acabas de inventar en tu cabeza.
Te aseguro que tu miedo se
hará un poco más pequeño.http://barcelonaalternativa.
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