jueves, 16 de julio de 2015

LA VIDA IMPERSONAL Joseph S. Benner. Capítulo X


X
EL BIEN Y EL MAL

354. En el Jardín del Eden, en donde morabas antes de entrar a tu Terrenal misión, crecía un árbol cuyo fruto es llamado el Conocimiento del Bien y del Mal.

355. Mientras moraste en este Jardín, eras aún Impersonal por completo, y fue precisamente porque no habías gustado todavía de dicho fruto. Mas habiendo cedido al Deseo, el Agente Terrenal de Mi Voluntad, cuya principal labor era
precisamente hacerte comer de tal fruto, en el momento mismo en que de él comiste, descendiste, caíste o fuiste obligado a salir de tu estado Edénico (tal como el polluelo sale del cascarón y la rosa surge del botón), y entonces te
hallaste envuelto en condiciones del todo nuevas y extrañas, ya que en vez de tener dominio sobre los reinos inferiores y de que éstos satisficieran cada una de tus necesidades, tuviste que labrar la tierra para que diera fruto y ganarte el pan
con el sudor de tu frente.

356. Y al hacerte cargo de esta misión humana, te fue necesario entrar de lleno en todos los estados y condiciones de la vida terrenal, con el fin de desarrollar una mente y perfeccionar un cuerpo, aptos ambos para expresar
perfectamente MI Idea en la Tierra, lo cual es la verdadera causa y razón de tu entrada a tal condición de Sueño.

357. Habiendo, pues, caído o salido de tu estado Edénico e Impersonal, te rendiste por completo a las seducciones de tal Mundo de Ensueño, y al dejarte guiar en todo por el Deseo, no fuiste ya capaz de apreciar la Realidad o Alma de las cosas, porque te habías acondicionado un cuerpo físico, una envoltura terrenal con un cerebro humano, el que por estar influido por el Deseo, te veló la Conciencia del Alma, nublando tu vista y ofuscando tu mente, de modo que la luz
de la Verdad ya no pudo ser percibida; y, entonces, como resultado de ello, todas las cosas adquirieron para ti un falso colorido y aparecieron desfiguradas ante tu entendimiento humano.

358. Por eso es que en tal estado de Sueño sólo viste las cosas
confusamente, como a través de una niebla; y como esta niebla cubría todo, no pudiste ver las cosas en su Realidad, sino únicamente bajo un aspecto Nebuloso, el cual, sin embargo, te pareció la realidad misma de las cosas.

359. Y esto fue así con todo lo que viste a través de tus ojos de Sueño; es decir, tanto con respecto a las cosas animadas como las inanimadas, así como con todo lo que concebiste en tu mente humana, y aun al verte a Ti Mismo y a los demás Seres que te rodean.

360. Y por tanto, como ya no viste el Alma de las cosas, sino sus sombras nebulosas solamente, llegaste a creer que estas sombras eran de verdadera substancia, que su solidez era real, y que, por tanto, todo el mundo que te rodeaba estaba constituido de tal ilusoria substancia.

361. Pero sabe que esa niebla fue sólo el efecto que produjo la Luz de la Verdad al tomar contacto con las condiciones de imposibilidad imperantes, que le impidieron penetrar de lleno a través de tu mente, cuyo intelecto, haciendo apenas
las funciones de un lente imperfecto, anubló y distorsionó aun más todo, haciéndolo, no obstante, aparecer como Real por el hecho de mantener a tu conciencia continuamente ocupada con las miríadas de ilusiones surgidas en tu Mundo de Sueño.

362. Sabe también que el intelecto es una hechura del Deseo, y que éste, en consecuencia, ejerce completo dominio sobre él; no siendo, por tanto, una facultad del Alma, como muchos lo suponen. Además como dicha niebla no fue sino el efecto producido por el lente empañado de tu intelecto humano, éste, por estar bajo el dominio del Deseo, sólo pudo presentar a tu conciencia un falso retrato de cada imagen y una interpretación errónea de cada idea que Yo estimulaba o
inspiraba de lo interno o atraía hacia ti de lo externo, durante el proceso que Yo he estado llevando a cabo para despertar a tu conciencia al reconocimiento de Mi Idea en tu interno, en donde está siempre pugnando por llegar a expresarse en lo
externo.

363. Todo esto, desde luego, lo hice Yo expresamente por medio de la influencia del Deseo, con el objeto de que te dieras cuenta de que ibas penetrando hasta el corazón mismo de las condiciones Terrenales.

364. Y si bien es cierto que esta falsa visión surgida por la influencia del Deseo causó muchos tropiezos, muchas desazones y sufrimientos, y originó que hasta fueras perdiendo gradualmente la confianza en Ti Mismo, es decir, en Mí, el Uno Impersonal en tu interno, pues de hecho me llegaste a olvidar, de tal modo que no supiste a quién recurrir en tu desamparo; no obstante, justamente por haber perdido por completo la memoria de tu estado Divino, fue por lo que se hizo posible que centraras toda tu conciencia en las condiciones terrenales ya dichas, y gracias a ello era posible igualmente que Yo desarrollara tu mente y voluntad
humanas, así como todas tus facultades, al igual que dotara a tu cuerpo humano de fortaleza y poderes, gracias a los cuales se estableciera la posibilidad de que Yo diera perfecta expresión a Mi Divina Idea en la Tierra, lo cual finalmente habrá de SER.

365. Y así, debido a tus errores, trastornos y sufrimientos, así como al Deseo de liberarte de ellos, todo junto hizo que surgiera en tu mente la Idea del Mal; y de igual modo, cuando esos trastornos no existieron, Ello te inspiró la Idea del Bien.

366. Así entonces, a todos los aspectos o apariencias que presentaban las diversas cosas y condiciones, les atribuiste las cualidades de Bien o Mal, según satisfacían o no al Deseo, Mi Agente, o, en Realidad, Mi Ser Humano; o más claro:
Tú en tu personalidad humana.

367. Pero todas esas condiciones y experiencias que te ofrecía la vida a la cual habías entrado, las que cuando te agradaban te parecieron Buenas, y cuando no, Malas, no fueron sino meros incidentes producidos por el Deseo y siempre con
el fin de despertar o estimular a que surgieran en ti ciertas cualidades del Alma, las que te habrían de capacitar para reconocer como verdaderas las Enseñanzas que Yo, en tu interno, deseaba en aquel momento dejar impresas en tu conciencia; siendo lo aparentemente Malo el aspecto positivo del Fruto del Árbol, que siempre te alucinó por su belleza aparente, y el deleite que te produjo al gustarlo por primera vez te indujo a seguir comiendo de él hasta saciarte o hasta que sus dañinos efectos te acarrearon calamidades mil, lo que, por fin, te produjo el desengaño consiguiente; todo lo cual sirvió para hacerte volver, lleno de vergüenza y humillado, hacia Mi, tu Verdadero Ser, Quien por la nueva conciencia así despertada en ti, hizo posible extraer la Esencia del Fruto e incorporarla a la substancia o  constitución del Alma.

368. Por otro lado, siendo lo aparentemente Bueno el aspecto negativo del Fruto, el cual púsose de manifiesto por sí mismo, al simple acto de ser reconocido por ti y hacerte obediente a su influjo, ello te permitió, entonces, el disfrutar de sus
halagüeños y venturosos efectos y recibir sólidos y verdaderos beneficios de Mi amante inspiración y guía.

369. Pero este tú que era conducido por el Deseo a través de todas las experiencias dichas, fue sólo tu personalidad humana, a la que el Verdadero tú iba disciplinado, preparando y haciendo progresar, hasta hacer de ella un instrumento perfecto para Tu uso, en la expresión de Mi Idea, la que pugna incesantemente por manifestar en la carne Su perfección.

370. Y tú hiciste todo esto, obligando a tu personalidad humana no sólo a comer del fruto del llamado Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, sino a vivir de él, hasta que hubiste palpado y conocido todo lo llamado Mal, y por haber vivido de ello y con ello, en ello también descubriste el germen de lo llamado Bien, y habiéndolo cogido, lo examinaste en todos sentidos hasta confrontarte con la
realidad; en consecuencia, a partir de ese momento en adelante, ya conociste que el Bien y el Mal no existían en realidad; que no eran sino conceptos relativos que describían sólo condiciones meramente externas (ilusorias o materiales), consideradas, además, desde diferentes puntos de vista; o de otro modo, que eran tan sólo diferentes aspectos exteriores de una Verdad central interior, cuya
Realidad era lo que Tú aspirabas a Conocer, Ser y Expresar.

371. Y así, en el transcurso de las más recientes edades, has estado, por decirlo así, quitando gradualmente, capa tras capa de conciencia humana, disipando con ello la niebla o encantamiento que proyectó en tu mente el intelecto; al mismo tiempo ibas refrenando, sometiendo a tu dominio, espiritualizando y, por consecuencia, esclareciendo al propio intelecto; hasta que ahora comienzas ya a despertar y a ver, de cuando en cuando, a través de las capas cada vez más
delgadas que aun quedan, destellos de Mi, la una Gran Realidad, que te revelan Mi Presencia de muy particular modo, en lo interno de todas las cosas.

372. Pero en todo este tiempo, Tú, el Omnisciente e Impersonal YO SOY de Ti, estuviste haciendo todo esto de manera consciente e intencional; mas no con el mero propósito de adquirir conocimiento con respecto a las cosas y condiciones terrenales, como tu intelecto lo ha proclamado de manera tan ruidosa y autoritativa, sino con el fin más elevado de que tú cosecharas lo que habías sembrado en las muy remotas edades y así quedaras capacitado para manifestar en la Tierra, de manera clara y patente, Mi Idea Perfecta, tal como la estás manifestando en el estado o plano Impersonal, Tu Celestial Morada.

373. Porque tú, tenlo bien presente, eres el Gran Yo Impersonal, YO que SOY el que hago todo esto, el que continuamente cambio de aspecto, según las apariencias, pero que en lo interno SOY eternamente el mismo.

374. El interminable sucederse de las Estaciones: la Primavera con su laboriosa siembra; el Verano, con su cálido y reposado madurar; el Otoño, con sus munificentes cosechas, y el Invierno, con su fría y tranquila abundancia, año tras año, vida tras vida, centuria tras centuria, y era tras era, no son sino el eterno latir de Mi Idea que obedece al influjo de Mi Inspiración, haciendo vibrar el planeta
Tierra por Tu Conducto, por Ti, Atributo Mío, y por todos mis otros Atributos, durante el proceso de desenvolver, en estado de expresión material, la perfección de Mi Naturaleza.

375. Sí, Yo hago todo esto por Tu conducto, porque Tú eres una expresión de Mi, porque sólo a través de Ti, Mi Atributo, puedo Yo Mismo expresarMe, puedo SER. YO SOY, porque Tú Eres; Tú Eres, porque YO SOY el que expreso Mi SER.

376. YO SOY en Ti como la encina es en la bellota. Tú eres Yo como el rayo de sol es el Sol. Tú eres una fase de Mi en expresión. Tú como uno de Mis Divinos Atributos, constantemente estás tratando de expresar Mi perfección a través de Tu deleznable personalidad.

377. Tal como el artista ve en su mente, en forma clara, precisa y perfecta, el cuadro que quiere pintar, mientras su mano se siente impotente para trasladar a la tela los aspectos de alta calidad que ve, ya que, además, no dispone para ello sino de medios demasiado burdos, como son su pincel y sus colores, así también Tú me ves en lo interno de Ti Mismo y sabes que Nos somos Uno, mas la imperfección del material meramente terreno de tu humana personalidad, con su
cuerpo animal, mente mortal e intelecto egoísta, es el obstáculo que constantemente se opone a realizar perfectamente Mi expresión.

378. Empero, Yo instituí tu cuerpo, mente e intelecto, con el fin de expresar Mi Ser por tu conducto. El cuerpo lo hice a imagen de Mi Perfección; la mente te la di para que por ella te informaras de Mi y de Mis obras, y el intelecto para que con
él interpretaras Mi Idea, según era inspirada a la mente. Pero te han distraído tanto las fases humanas del cuerpo, mente o intelecto, así como el uso que de ellos has hecho en lo puramente externo, que te has olvidado en lo interno, de Mi,
la Una y Única Realidad, cuya naturaleza Divina YO SOY, el que siempre trato de expresar a ti y por ti.

379. Mas sabe que se acerca el momento en que esos usos puramente externos no te distraerán más, porque Mi Realidad te habrá de ser revelada en toda su gloriosa perfección, y que esta revelación se verificará, no de afuera, sino de adentro, en lo más íntimo de Ti.

380. Pero tú, cuando Yo así revele Mí Ser a Ti, no serás más bienaventurado que antes, a menos que aquello que Yo te haya revelado se convierta para ti en el Plan de Vida y que vivas y manifiestes la Vida que en tal forma se te revela.



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