La clave para encontrar nuestro equilibrio reside en nuestro cuerpo, conectar con los instintos y nuestra fuerza vital iguala nuestro cuerpo de luz para desapegarnos de todo aquello que no esté vibrando desde la luz.
Cuidar nuestro cuerpo nos permite disfrutar de la vida con armonía y equilibrio, nos da la posibilidad de disfrutar de la vida que nosotros queramos tener. Mientras nuestro cuerpo envejece, nuestra alma evoluciona dándonos el equilibrio entre cuerpo y espíritu. La energía de la serpiente, es la fuerza vital, la capacidad de sobrevivir ante cualquier adversidad, es la energía de los instintos en acción que nos permite estar conectados a la Tierra y a nuestro cuerpo físico en perfecto equilibrio.
En este punto del propósito de este ciclo que transitamos, la energía de la serpiente nos avisa acerca de lo que estamos apegados y que no queremos dejar ir, es aquello que al no dejarlo produce un desequilibrio y no nos permite seguir evolucionando hacia un estado de consciencia más elevado. Es momento de preguntarnos acerca de aquellos apegos que seguimos manteniendo, que no nos permiten continuar hacia delante, que nos hacen perder el ritmo vital, que al final resultan cargas demasiado pesadas y lo único que nos queda es sobrevivir. ¿Es así como queremos vivir…?
La serpiente despierta a la luz, reconociendo sus ataduras a lo material y superficial, viendo claramente las trampas del ego encendido en su lucha por la supervivencia, ofuscado en la pérdida y el dolor personal de lo que nos mantiene encerrados en los rincones más oscuros de nuestro ser.
No hay que renunciar a nuestro cuerpo físico y sus pasiones por una vida espiritual, hay que aprender a dirigir la luz en nuestro interior, despertando las capacidades de nuestro cuerpo para elevarse a un plano superior de consciencia. Es el vehículo perfecto para generar el canal Tierra-Cielo, entendiendo que todo en nosotros tiene un propósito más elevado.
Prestemos atención a nuestro cuerpo, a todo aquello que lo desestabiliza y nos hace perder el equilibrio interno. Recuperemos la armonía de nuestro centro para hacer desaparecer aquellas turbulencias, que en el fondo sabemos que son pasajeras y centremos la mirada en la confianza de nuestro sol interior, el que reside en nuestro corazón, la luz que nos ayuda a disipar las sombras.
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