No vivas dando
explicaciones por cada cosa que haces: es una fuente de estrés innecesaria. No hay necesidad de justificar tu forma de ser a
quienes ya te juzgan solo por ser diferente, por ser único. Quien te quiere, te
respeta. Así que evita caer en la cultura del “que dirán” y protege tu
intimidad, tus esencias.
Algo que caracteriza a la sociedad actual es que
existen cánones para todo: desde el aspecto físico hasta lo que se considera
como “biológicamente” normal, como casarnos, tener hijos, etc. La presión social e incluso hasta la
familiar, nos obliga a menudo a tener que dar explicaciones por cada cosa que
hacemos (o que decidimos no hacer).
Practica la libertad personal y el arte de la
asertividad. Deja de dar explicaciones sobre cada todo lo que haces: quien te
quiere no lo necesita y quien no te respeta entenderá lo que quiera.
Algo importante, que deberíamos empezar a hacer hoy
mismo, es reflexionar sobre el número de veces en que nos justificamos ante los
demás. Hacerlo en exceso es caer en incoherencias, sufrimientos y sobrecostos
innecesarios. Tú eres tu propio
juez y tienes derechos asertivos para decir:“no, no te voy a dar
explicaciones porque no te incumbe en absoluto”.
Dar
explicaciones: una fuente de estrés
En un interesante artículo
publicado en el espacio “Pshycology
Today” nos explican que las personas debemos aprender a hacer frente
a todas esas personas que se atreven a cuestionar nuestras “decisiones
vitales”.
– ¿Cómo es que aún no te
has casado?
– ¿Cuándo vas a sentar la cabeza y a encontrar un buen trabajo?
– ¿Por qué no tenéis otro niño?
– ¿Cuándo vas a sentar la cabeza y a encontrar un buen trabajo?
– ¿Por qué no tenéis otro niño?
Lo más complejo de estas
situaciones, es que los jueces que
valoran nuestras decisiones o “no acciones” son precisamente los parientes más
cercanos, de ahí, que la presión y la sensación de estrés sea más
elevada.
Razones
que nos obligan a tener que dar explicaciones
Para comprender un poco
mejor las fuentes de sufrimiento más
comunes, es necesario tener en cuenta estas dimensiones en las que todos nos
podemos ver identificados.
·
Un error muy común en el que solemos caer, es que nos condicionamos con la estresante
necesidad de diseñar nuestra existencia buscando el agrado de los demás (y
en especial hacia nuestras familias).
·
Otro aspecto a tener en cuenta es que hay quien ha hecho de su vida personal una tribuna pública, donde
cada acto, elección o pensamiento debe ponerse en voz alta para encontrar
aceptación. Es algo que vemos a menudo en nuestras redes
sociales: “un like” es un refuerzo positivo con el cual sentirse
bien tras publicar un pensamiento o una foto.
·
El miedo al “qué dirán” sigue muy presente en la
actualidad. Hay quien se ve con la necesidad de justificar cada cosa
que hace para no “romper” ese círculo del control donde actuar o no dar
explicaciones es ser señalado como diferente.
Aplica en tu vida la
siguiente regla: haz las cosas antes que hablar de ellas, porque las cosas, al
hacerse, hablan por sí mismas y no necesitan explicaciones.
Nuestros
derechos asertivos
En un estudio llevado a
cabo en la Universidad de Ohio (Estados Unidos) y publicado en la revista “Behavior modification”
nos explican que el simple hecho
de desarrollar y aplicar estrategias asertivas, mejora nuestra salud y
la calidad de nuestras relaciones sociales.
Todos
nosotros tenemos derechos asertivos, es decir,
puedes y debes tener tus propias opiniones y creencias, con derecho a evaluar tus
sentiientos y conductas, y a aceptarlos como válidos aunque los demás no los
vean bien o no los acepten.
Aprende
a ser asertivo: no siempre es útil dar explicaciones
Ahora bien… ¿Cómo interiorizar y aplicar estos pilares en
nuestra realidad más próxima? Te invitamos tomar nota:
·
Tienes derecho a dar o a no dar explicaciones: los verdaderos responsables de lo que
hacemos, sentimos o elegimos, somos nosotros mismos. Si los demás nos
quieren y respetan, no necesitan nuestras justificaciones.
·
Establece límites de forma diplomática: cuando un familiar, por
ejemplo, insiste en que le des una explicación sobre algo que no le incumbe pon
límites con cortesía y usa siempre frases cortas: “es mi decisión”,
“porque me gusta así, “porque estoy contento con mi vida”.
·
Asume que a veces dar explicaciones no sirve de nada: es algo que debemos
aceptar porque hay quien entiende
lo que quiere, y a menudo, la demanda de una explicación ya es de por sí una
crítica o un modo de humillar. Aprende a ignorar las críticas vacías
y no te estreses. Evita el sufrimiento inútil.
Antes de dar una
explicación piensa si lo que vas a decir contribuirá a mejorar algo, a
solucionar o a prevenir un aspecto en concreto. Si no es así, no te preocupes,
sonríe y limítate a guardar silencio.
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