Lucio es el
protagonista del experimento que da nombre al Síndrome. Su comportamiento en
dicha investigación fue el punto de partida para lo que se conoce actualmente
con el nombre de “Síndrome de Lucio”. Pero, ¿qué nos enseña este pez pequeñín?
Tenemos más de Lucio de lo que pensamos. Aunque
no vivamos en el agua ni tengamos branquias, podremos sentirnos identificados
con Lucio cuando conozcamos su historia. Además, probablemente conocer el
síndrome de Lucio nos hará reflexionar sobre nuestro comportamiento o pensamiento ante ciertas situaciones.
Síndrome de Lucio: El experimento
Durante esta prueba nuestro
amigo dejó una gran enseñanza a los científicos y psicólogos. Posteriormente se
comparó con lo que hacemos los seres humanos. Al parecer la forma de
actuar de un pez y de una persona tiene más puntos en común de lo que parece.
El experimento que dio
lugar al “Síndrome de Lucio” fue muy simple: se colocó al pez en
cuestión en una pecera dividida en dos partes por un cristal trasparente. A un
lado estaba él y del otro su comida (unas carpas pequeñas). Lo primero que hizo
Lucio fue intentar almorzar ese banquete que tenía frente a sus ojos. Pero
cuando estaba llegando a la presa chocó contra el vidrio.
Intentó una y otra vez
hasta que se dio por vencido y cambió de dirección nadando en su porción de
pecera. Los investigadores retiraron el cristal divisorio, sin embargo Lucio se
siguió comportando como si el cristal existiera y no intentó de nuevo acceder a
al comida, permaneciendo en su lado de la pecera. ¿Por qué? Porque su
experiencia lo había condicionado y estaba seguro de que no había manera de acceder
a ellos.
Síndrome de Lucio aplicado en las personas
Algo parecido a lo que le
sucede a Lucio es lo que le sucede al elefante del famoso cuento de Jorgue
Bucay. Este elefante es encadenado cuando es
pequeño. Unas cadenas que en ese momento no le permiten escapar, sin embargo
cuando crece las cadenas se quedan débiles frente a su nueva fuerza y aún así
no vuelve a intentar escapar.
Algo similar es lo que le
sucedió a Lucio y al elefante nos pasa bastante a menudo. Cuando
pensamos que hay algo que no podemos llevar a cabo porque la experiencia previa
nos lo ha dicho, dejamos de intentarlo. A pesar de que las condiciones
cambien, de que crezcamos y de que adquiramos nuevas habilidades no lo volvemos
a intentar porque en nuestra experiencia reside el recuerdo de que
fracasaremos.
Si creemos que contamos con
toda la información completa sobre una situación pero no podemos completar
nuestra misión o tarea presentamos el síndrome de Lucio. Es decir, que
aceptamos esaincapacidad que hemos adquirido
gracias a nuestra experiencia previa. Si algo no funcionó en el pasado,
automáticamente creemos que pasará lo mismo en el presente o futuro.
Nos negamos a buscar o
considerar otras opciones o perspectivas, bajamos la cabeza y nos rendimos,
plantamos bandera blanca sin volverlo a intentar porque ya lo hemos hecho y no
conseguimos buenos resultados. Ya sea por aprendizajes familiares,
experiencias personales o información errónea que hemos recopilado podemos
actuar como Lucio y no volver a intentarlo de nuevo.
Haz un nuevo esfuerzo
Cada vez que digas “ya lo
he intentado lo suficiente” o “no hay nada más que pueda hacer”, piénsalo de
nuevo. Puede que la situación haya cambiado y que alguien o tú mismo haya
retirado el cristal que te separa de tu objetivo. Ponte a analizar qué
te ha faltado hacer y ve a por ello.
No olvides que el cambio y
la trasformación es mucho más común que lo constante y lo permanente: tus
necesidades, tus habilidades, tu futuro, tus
expectativas… Si hoy no ha sido posible, inténtalo mañana o el próximo
mes. No bajes los brazos. No sufras durante el proceso, mejor
aprovecha para aprender de él.
Que nada ni nadie te
condicione y cambie tus creencias y pensamientos. Ni siquiera tu tienes
el derecho de hacerlo. Piensa en Lucio la próxima vez que haya una tarea
demasiado difícil a la que debas enfrentarte… pero no actúes como él. Busca la
manera de salir airoso aunque te cueste tiempo, energía y recursos. La
recompensa de lograr tu meta es suficiente para intentarlo una vez más.
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