En las últimas dos décadas mucho se ha hablado de la importancia de la inteligencia emocional que incluso puede ser mucho más trascendental que el coeficiente intelectual de una persona.
Pues ciertamente, el manejo inteligente de nuestras emociones puede determinar nuestro éxito o fracaso en todos los aspectos de nuestras vidas ya sea en el trabajo, con la familia, en las relaciones de amistad y de pareja, incluso afectando nuestra salud y autoestima.
¿Qué es la Inteligencia emocional?
“El termino Inteligencia emocional se refiere a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. Inteligencia emocional no es ahogar las emociones sino dirigirlas y equilibrarlas.
Es decir, es la habilidad para gestionar bien las emociones.
Tanto las nuestras como las de los demás.
Una persona que se enoja con facilidad, que se pone triste con frecuencia o que no es capaz de controlar sus impulsos es alguien con una pobre inteligencia emocional.
Por el contrario, una persona que se conoce bien a sí mismo, que es capaz de pensar antes de actuar, que entiende sus impulsos, que los expresa con mesura siendo honesto pero, a la vez, logrando no afectar negativamente a la gente que le rodea posee una excelente inteligencia emocional”.
¿Y que son las emociones? ¿Cómo nos afectan o ayudan?
“La palabra emoción, viene del latín “motere” (moverse). Es lo que hace que nos acerquemos o nos alejemos a una determinada persona o circunstancia. Por lo tanto, la emoción es una tendencia a actuar y se activa con frecuencia por alguna de nuestras impresiones grabadas en el cerebro, o por medio de los pensamientos cognoscitivos, lo que provoca un determinado estado fisiológico, en el cuerpo humano.
La emoción, es un sentimiento y sus pensamientos característicos que conllevan condiciones biológicas y psicológicas, así como una serie de inclinaciones a la actuación.
Todas las emociones son esencialmente impulsos a la acción, cada una de ellas inclina al ser humano hacia un determinado tipo de conducta”.
En los animales y en los niños hay una total continuidad entre sentimiento y acción; en los adultos se da una separación, la acción no necesariamente sigue al sentimiento.
Los mecanismos de las emociones, incluso las biológicas, pueden ser conducidas hacia el bien o hacia el mal. El temperamento es modificable según nuestras experiencias. Y ser consciente de las propias emociones es el primer paso para no dejarse arrastrar por ellas.
Los tipos de emociones
Emociones Primarias
– Ira: Enojo, mal genio, furia, resentimiento, hostilidad, animadversión, indignación, irritabilidad, violencia y odio. La sangre fluye a las manos, y así resulta más fácil tomar un arma o golpear al enemigo; el ritmo cardiaco se eleva, lo mismo que el nivel de adrenalina, lo que garantiza que se podrá cumplir cualquier acción vigorosa.
– Miedo: ansiedad, desconfianza, fobia, miedo, nerviosismo, inquietud, terror, preocupación, aprehensión, remordimiento, sospecha, pavor y pánico. La sangre va a los músculos esqueléticos, en especial a los de las piernas, para facilitar la huida. El organismo se pone en un estado de alerta general y la atención se fija en la amenaza cercana.
– Felicidad: alegría, disfrute, alivio, deleite, dicha, diversión, estremecimiento, éxtasis, gratificación, orgullo, satisfacción y manía. Aumenta la actividad de los centros cerebrales que inhiben los sentimientos negativos y pensamientos inquietantes. El organismo está mejor preparado para encarar cualquier tarea, con buena disposición y estado de descanso general.
Tipos de emociones
– Amor: aceptación, adoración, afinidad, amabilidad, dar con desinterés, caridad, confianza, devoción, dedicación, gentileza y hasta obsesión. Se trata del opuesto fisiológico al estado de “lucha o huye” que comparten la ira y el miedo. Las reacciones parasimpáticas generan un estado de calma y satisfacción que facilita la cooperación.
– Sorpresa: asombro, estupefacción, maravilla, shock. El levantar las cejas permite un mayor alcance visual y mayor iluminación en la retina, lo que ofrece más información ante un suceso inesperado.
– Disgusto: fastidio, molestia, insatisfacción, impaciencia. La expresión facial de disgusto es igual en todo el mundo (el labio superior torcido y la nariz fruncida) y se trataría de un intento primordial por bloquear las fosas nasales para evitar un olor nocivo o escupir un alimento perjudicial.
– Tristeza: aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza, pena, duelo, soledad, depresión y nostalgia. El descenso de energía tiene como objetivo contribuir a adaptarse a una pérdida significativa (resignación).
– Vergüenza: arrepentimiento, humillación, mortificación, remordimiento, culpa.
– Repulsión: Rechazo, aversión, asco, desdén, desprecio, menosprecio.
Todas estas emociones casi nunca se presentan aisladas, más bien, son una combinación de todas las familias de emociones mencionadas.
Tener el control de las emociones igual a Inteligencia Emocional
Antes, mucha gente pensaba y creía que una persona “inteligente” era aquella que sobresalía por sus habilidades especiales en matemáticas, por su capacidad analítica entre otras habilidades intelectuales.
Es decir, por su coeficiente intelectual. Sin embargo, con el paso del tiempo y después de numerosos estudios se ha comprobado que las personas que logran el éxito y una vida de bienestar es por que han desarrollado una gran habilidad en el manejo de sus emociones en pro de la realización de sus sueños. Esto es la inteligencia emocional.
El coeficiente intelectual (IQ) y la inteligencia emocional (IE) son habilidades distintas, pero, no son opuestas sino más bien complementarias. La persona con un alto IQ es más analítica y lógica, acumula datos, requiere de tiempo y calma para tomar decisiones, sopesa la información, examina, es numérica, tiende a ser fría en sus apreciaciones y utiliza mucho más el hemisferio izquierdo del cerebro.
En cambio, la persona con una alta IE se relaciona con facilidad, gusta de ideas nuevas, decide a partir de intentos y errores, es rápida, espontánea, tiende a ser impaciente e imprecisa, cree en sus sensaciones, es cálida y gregaria y utiliza más el hemisferio derecho del cerebro.
Cualidades de la Inteligencia Emocional
1. La persona conoce sus propias emociones: la conciencia de uno mismo (el reconocer un sentimiento mientas ocurre) es la clave de la inteligencia emocional. Saber en cada momento cual es la emoción que estamos sintiendo, sin confundirla con otra o disfrazarla.
2. La persona maneja sus emociones: no permite que lo controlen y sabe canalizarlas correctamente. (Se basa en la capacidad anterior). Las personas que saben serenarse y librarse de la ansiedad, irritación o melancolías excesivas se recuperan con mayor rapidez de los reveses de la vida.
3. La persona se auto-motiva y se auto-regula: la persona que sabe controlar la impulsividad y esperar para obtener su recompensa, cumplen con sus objetivos y esta conforme con sus logros.
4. La persona es empática: tiene la capacidad para reconocer las emociones de los demás, saber qué quieren y qué necesitan es la habilidad fundamental para establecer relaciones sociales y vínculos personales sólidos y duraderos.
5. La persona maneja acertadamente sus relaciones: esto significa que sabe actuar de acuerdo con las emociones de los demás: lo cual determina su capacidad de liderazgo y popularidad.
Es evidente que en nuestra vida diaria, la Inteligencia Emocional debe llevarnos a un manejo y expresión de nuestras emociones de una manera tal que nos permita ser más efectivos en nuestras relaciones interpersonales.
Ante el trabajo y la vida cotidiana es normal que desempeñemos tres principales papeles básicos: el Héroe, el Villano y la Víctima.
Cada uno de nosotros en las diferentes circunstancias de nuestra vida, elegimos actuar de una forma o de otra y son precisamente las emociones que decidimos utilizar las que marcan la pauta.
Concretamente, una de las aplicaciones más evidentes en nuestra vida diaria de la Inteligencia Emocional, se presenta cada vez que tenemos un conflicto o problema.
Es fácil auto-evaluarse observando como reaccionamos si explotamos a la menor provocación, si nos enfadamos y gritamos. O si, tratamos de arreglar el problema mediante el diálogo, expresándonos con sinceridad pero con mesura sin aspavientos.
En síntesis, el control de nuestros emociones y como las encauzamos nos indican el nivel de inteligencia emocional que tenemos.
Y al mismo tiempo es un indicador que nos permite conocer la perspectiva que tiene la persona de la vida, como se siente: feliz o infeliz, las emociones son como un termómetro que nos informa si estamos sintonizados en una frecuencia alta o baja; o si, estamos en una etapa de evolución o involución.
Combatiendo a nuestros demonios internos…
Ahora ha llegado el momento de hablar sobre nuestros demonios internos que son inherentes a nuestras emociones, ya que dependiendo de nuestro nivel de inteligencia emocional estos demonios estarán presentes en una mayor o menor medida según sea el caso.
“Los demonios internos son aquellos que nacen en el interior de una persona y que a lo largo de su vida se desarrollan hasta hacerlos poderosos por los atributos conferidos.
Entre los demonios más poderosos encontramos a los siete pecados capitales: avaricia, envidia, gula, ira, lujuria, pereza y soberbia. Estos actúan de tal manera que pueden dominar la mente, los sentimientos y el cuerpo de una persona”.
Esto nos explica que los demonios no sólo se limitan a seres malignos o a los ángeles caídos, sino que, son las emociones destructivas que pueden hacer verdaderos estragos en nuestras vidas convirtiéndonos en personas infelices y perversas.
De ahí, la importancia que desde la muy tierna infancia nuestros padres o bien las personas que están a cargo de los infantes sean personas con una inteligencia emocional buena; esto es emocionalmente competente para guiarnos en el control y canalización de nuestras emociones.
Además de los pecados capitales, existen otro tipo de frecuencias o emociones de baja vibración que una vez que entran en nuestras vidas van mermando nuestro tono emocional y poco a poco nos marchitamos como una flor.
Perdiendo la alegría de vivir, no hay armonía en nuestras relaciones y cada vez nos alejamos más de conseguir nuestros sueños.
Entre las frecuencias mas comunes están: la culpa, la inseguridad, el miedo, el narcicismo, el egoísmo, la tristeza, la vanidad, la anorexia, la bulimia, la preocupación, la desconfianza entre otras tantas.
¿Y que hacer para combatir a estos demonios internos?
Primeramente, es importante hacer un balance de nuestras vidas y ver en que áreas nos están afectando y luego pasar a la acción para excluirlas.
Reconocer y saber que demonios están causándonos mal no es suficiente, hay que combatirlos mediante el cambio. Y este consiste en una nueva forma de pensamiento, es decir, reprogramarnos positivamente.
Los resultados más inmediatos que obtendremos son que nuestras actitudes dejaran de ser temperamentales, y nos conduciremos con mayor mesura e inteligencia.
Necesitamos también una buena dosis de fe, de voluntad y de amor. Y es precisamente, este último nuestro mejor antídoto para luchar contra estos demonios.
Si el amor esta presente en nuestras vidas hasta las pruebas más adversas las encararemos con gran fortaleza.
Cabe recordar, que en esta guerra contra los demonios internos el papel de nuestra autoestima juega un papel primordial.
La autoestima: el amor hacia nosotros mismosLa autoestima (que también se conoce como auto-concepto) consiste en una serie de pensamientos, conductas y emociones dirigidas hacia uno mismo.
Lo que pensamos de nosotros en cada momento, cómo nos hablamos a nosotros mismos, cómo nos tratamos, lo que hacemos cuando cometemos un error, cuando alguien nos critica, cuando triunfamos, cuando nos halagan, cuando fracasamos…
En fin todo lo que hemos vivido y sentido va conformando nuestra autoestima para su fortalecimiento o para su detrimento.
Esto nos indica, que cuando alguien tiene una buena autoestima es una persona que se acepta tal como es, con sus cualidades como con sus defectos.
Tiene una visión de la vida optimista y positiva. Goza de un equilibrio emocional, es decir, posee una inteligencia emocional que le permite sobrellevar con éxito los elevadores del estado de ánimo y los diversos acontecimientos de la vida.
Es una persona que se caracteriza por su entusiasmo, por su creatividad y por su alto grado de autoconfianza. Ama y cuida su cuerpo.
En contraparte, las personas con baja autoestima proyectan inseguridad, miedo, y eso los lleva a ser personas celosas, envidiosas, pesimistas, deprimidas, frustradas.
Difícilmente pueden tomar riesgos, pues dudan de sus propias capacidades.
La personas con baja auto-estima son personas dependientes emocionalmente, ya que para ellos la opinión y la aprobación de las personas que les rodean es sumamente importante.
Lo cual les crea una imagen distorsionada de ellos mismos, pues no son auténticos. Ya que en aras de complacer a los otros dejan de ser ellos mismos. También suelen estar avergonzadas con su cuerpo o bien de una parte de el.
Amarse a uno mismo incondicionalmente, no es una actitud egoísta, al contrario es una actitud inteligente más que nos amemos más que seremos felices y por consecuencia contagiaremos de alegría y de energía positiva a quienes están a nuestro alrededor.
“No estamos aquí para contentar a otras personas o para vivir según sus directrices, Sólo podemos vivir a nuestra manera y caminar por nuestra propia senda.
Hemos venido a realizarnos a nosotros mismos y a expresar el amor en su sentido más profundo.
Tú estás aquí para aprender y crecer, y para asimilar y proyectar compasión y comprensión.
Cuando abandones el planeta no te llevarás a tus amigos ni a tu pareja, ni tu coche, ni tu cuenta bancaria o tu trabajo.
Lo único que te llevarás será tu capacidad de amar”.
Con esto queda claro que una de las herramientas que nos llevarán hacia el camino de la abundancia y el éxito es el amor a sí mismo, pues la fe en uno mismo nos servirá como un motor para impulsarnos a lanzarnos a la gran aventura de la vida y a seguir luchando con ahínco por lograr cada una de nuestras metas y sueños.
La buena noticia es que la Inteligencia Emocional puede ser trabajada y mejorada durante toda la vida, lo cual evidentemente no ocurre con las capacidades de tipo intelectual.
¿Qué beneficios brinda la inteligencia Emocional?
Entre otras ventajas, podemos resaltar que la Inteligencia Emocional favorece en gran manera los vínculos personales saludables, pues incluye la habilidad de compartir y entender también las emociones de otras personas.
Por otro lado, las personas con inteligencia en el campo emocional tienen más probabilidades de alcanzar un excelente rendimiento a nivel laboral. De hecho, algunas investigaciones realizadas han demostrado que la mayoría de los profesionales exitosos cuentan con esta característica.
¿Cómo mejorar la Inteligencia Emocional?
A continuación compartimos contigo algunos aspectos a tener en cuenta si buscas una mejora en tu Inteligencia Emocional. Se trata de habilidades que, de no poseerlas, todos deberíamos desarrollar:
• Conservar un estado de calma, aún bajo presión.
La mayoría de las personas experimenta un cierto nivel de estrés en su vida.
La forma en que manejamos las situaciones estresantes del diario vivir puede marcar una gran diferencia entre actuar de manera reactiva o asertiva y, por ende, terminar agotado emocionalmente o con equilibrio interior.
Si descubres que la mayor parte del tiempo te sientes alterado, nervioso o con ansiedad, entonces quizás sea el momento de tomar alguna decisión al respecto, como puede ser iniciar alguna actividad física, artística o recreativa que pueda ayudarte a obtener y mantener la estabilidad emocional.
Sin embargo, consultar con un psicoterapeuta puede ser la mejor idea si sientes que tus estados alterados están alcanzando picos poco saludables.
• Aceptar y enfrentar las emociones de tipo negativo.
Es fundamental aprender a desarrollar la capacidad de gestionar las emociones negativas de manera eficaz para evitar que nos abrumen o afecten nuestro juicio.
Pero, ¿cómo lograrlo? Para ello lo primero que tenemos que modificar es nuestra forma de pensar acerca de las situaciones, ya que nos vamos convirtiendo en aquello en lo que pensamos durante todo el día.
• Leer en forma adecuada las señales enviadas por los demás.
Esta es una capacidad de tipo social y tiene que ver con saber percibir e interpretar de manera precisa las expresiones de las demás personas, ya sean verbales, físicas o emocionales.
Esto significa no malinterpretar las intenciones de quienes nos rodean, lo cual lleva, sin dudas, a malentendidos. Si vemos una expresión ajena que no terminamos de entender, es muy aconsejable buscar al menos un par de explicaciones posibles, antes de llegar a una conclusión apresurada, o emitir juicios y acusaciones.
Por supuesto, también es aconsejable dialogar con el otro para aclarar dudas.
• Manifestar emociones íntimas en las relaciones personales.
Si queremos mantener vínculos cercanos y duraderos, es importante aprender a expresar efectivamente nuestras emociones de amor, ternura, respeto, etc. Lamentablemente, hay muchas personas que no son capaces de expresar este tipo de emociones, aun cuando interiormente las estén experimentando en forma intensa. Esta es una incapacidad emocional que puede derivar en conflictos interpersonales, ya que además de amar, aceptar y valorar al otro, es fundamental poder comunicarlo, hacérselo saber a la otra persona. Asimismo, es necesario responder en forma adecuada cuando es el otro quien lo hace. No se trata de estar diciendo “cosas bonitas” a cada momento, pero es indudable que la expresión e intercambio de las emociones íntimas ayuda a nutrir y acrecentar los vínculos.
• Expresar emociones complejas en el momento necesario.
La asertividad es una capacidad que nos permite manifestar abiertamente aquello que consideramos importante, plantear una posición clara e incluso establecer límites de lo que creemos aceptable -o no- dentro de una relación.
Esto incluye poder ejercer el dere
cho a estar en desacuerdo en ciertas circunstancias, sin por eso caer en ser desagradable. Ser asertivo es poder establecer nuestras prioridades y saber decir que “no” sin sentir culpa por ello.
Ya ha pasado la época en que las emociones eran consideradas como un proceso “de segunda”, por debajo de otras habilidades humanas como la razón y la lógica.
Las investigaciones más recientes demuestran que la esfera emocional juega un papel determinante en la vida de las personas.
Hoy se sabe que la inteligencia (relacionada con el concepto tradicional de coeficiente intelectual) no es garantïa de triunfo en ningún aspecto de la existencia.
¿De qué sirve ser brillante a nivel intelectual si se es emocionalmente inepto?
Tengamos en cuenta que la mayoría de las situaciones problemáticas de la vida están causadas por incapacidades emocionales. La Inteligencia Emocional, en cambio, nos abre las puertas a mayores posibilidades de desarrollo -tanto a nivel personal como social- y, en definitiva, a la Felicidad.
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