El perdón es una jungla impenetrable para aquellos que buscan justicia. Duele la simple idea de que alguien pueda quedar impune después de lo que ha hecho. No queremos mantener nuestras manos limpias, los rastros de dolor de los que nos ofendieron nos satisfacerían más. Queremos empatar. Queremos que también ellos sientan lo que sentimos nosotros.
Perdonar A Alguien Es Similar A Traicionarse A Sí Mismo.
No quieres rendirte en la batalla por la justicia. La furia arde por dentro y te envenena con tu propio veneno. Lo sabes, sin embargo no puedes dejar ir la situación. La ira se convierte en una parte de ti mismo, cual corazón, cerebro o pulmones. Conozco esta sensación. Sé cómo se siente cuando la ira pulsa en tu sangre al ritmo de tu corazón.
Sin embargo, esto es lo que quieres recordar sobre la ira: es una emoción instrumental. Nos enfadamos porque queremos justicia. Porque pensamos que nos beneficiará. Porque creemos que cuanto más enojados estemos, más cambios podemos lograr. La ira no entiende que ya lo pasado pasó y el daño ya está hecho. Te quiere convencer de que la venganza lo corregirá todo.
Estar furioso es como estar rascando una herida que sangra, creyendo que de esta manera evitarás la aparición de una cicatriz. Como si la persona que te lastimó alguna vez, llegara a suturarte la herida con tal precisión que no te dejara ninguna marca. La verdad sobre la ira es esta: simplemente niegas el tratamiento para sanarte. Tienes miedo porque cuando la herida se cierre, tendrás que vivir en una piel desconocida. Y quieres devolverte a la anterior. Y es cuando la ira te dice que es mejor no detener el sangrado.
Cuando todo hierve en tu interior, el perdón es imposible. Quisieras perdonar porque tu mente se da cuenta de lo sana que es esta opción. Quieres tener la paz que ofrece el perdón. Quieres liberarte. Quieres detener ese tormento en tu interior pero no puedes hacer nada contigo mismo.
Porque nadie te ha dicho la verdad más importante acerca del perdón: no corrige ni cambia nada. No es una goma que puede borrar todo lo que te ha sucedido. No cancelará el dolor con el cual vivías y no te ofrecerá un estado de paz instantáneo. Buscar la paz interior es un largo camino. Y el perdón sólo te permite evitar la «deshidratación» en el camino.
El perdón significa no tener esperanzas en un pasado distinto. Es decir, comprender que todo ya pasó, el polvo ya se asentó y lo arruinado nunca cobrará su forma original. Es aceptar que ningún tipo de magia podría repararte el daño. Sí, el huracán fue totalmente injusto, sin embargo aún tienes que vivir en tu ciudad destruida. Tu furia no puede restaurarla, lo tendrás que hacer tú.
El perdón significa aceptar tu responsabilidad personal, no por la destrucción sino por la restauración. Es la decisión que tomas para que regrese a ti la serenidad.
El perdón no significa que la culpa de tus agresores está nivelada. No quiere decir que tienes que ser su amigo o simpatizarles. Simplemente aceptas que te dejaron una marca y ahora tendrás que vivir con esto. Se trata de dejar de esperar que la persona que te lastimó haga que todo vuelva a ser «como antes». El perdón es la decisión de empezar a sanar las heridas sin importar si te dejarán cicatrices. Es la aceptación de vivir con tus cicatrices.
El perdón no es el triunfo de la injusticia, se trata de crear tu propia justicia. Se trata de volver a levantarse con la determinación de ya no sentirse infeliz por el pasado. El perdón es comprender que tus cicatrices no determinarán tu futuro.
El perdón no significa que te rindas. Significa que estás dispuesto a reunir tus fuerzas y seguir adelante.
-Heidi Priebe-
https://consejosdelconejo.com/
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