Cornelia Fine, destacada neurocientífica cognitiva con una importante trayectoria en investigación, cuestiona que las diferencias de género sean determinadas por las diferencias entre los cerebro masculino y femenino, más bien, enuncia que se encuentran marcadas en las diferencias socioculturales, ella investiga acerca de cómo las creencias personales y culturales tienen influencia sobre el género. Su tesis sostiene que “no hay diferencias significativas en el cerebro de un hombre y una mujer”.
Fine, revisó cuidadosamente la evidencia científica al respecto y explica que las distinciones cerebrales existentes vinculadas al sexo aún no están bien definidas, por lo que deberían ser aún más estudiadas con rigor antes de hacerlas decisivas y aceptarlas sin cuestionamientos: “La idea de que las diferencias de comportamiento entre ambos sexos son innatas e inmutables no se sostiene científicamente”, afirmó.
Los resultados de su investigación han causado controversia, pues mucho es lo que se ha estudiado y difundido acerca del cerebro “masculino y el femenino”, neurocientíficos reconocidos y diversas investigaciones reiteran que cada género procesa la información de distintas maneras. Sin embargo, Cornelia encontró que los cerebros de hombres y mujeres son muy parecidos y cuando se observan a través de neuroimágenes incluso se puede apreciar que los diferentes patrones de conectividad podrían compensar las escasas diferencias cerebrales entre hombres y mujeres.
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En qué consiste el Neurosexismo
La sociedad y la cultura ayudan a internalizar estereotipos entre géneros, ocasionado una percepción muy generalizada de que lo diferente” es en algunos casos: “inferior”, cayendo así en el neurosexismo, que son un conjunto de afirmaciones neurocientíficas académicas o populares, que justifican o fortalecen estereotipos de género, no estando científica y apropiadamente sustentadas.
Los defensores de la diferenciación entre las funciones cerebrales de hombres y mujeres suelen decir que las mujeres son más precavidas y que poseen mayor capacidad de empatía e intuición, mientras que los hombres son mejores para la construcción de sistemas, en el área lógico-matemática, en orientación espacial y en la toma de decisiones. Esta información ha ganado popularidad y causalmente, las diferencias entre cerebro masculino, femenino y las funciones que afirman tenemos, corresponden en gran medida con los roles asignados por la sociedad a hombres y mujeres durante años, pues dichas ideas pueden influir en las actividades lúdicas, recreativas, los deportes e incluso las profesiones que elegimos o que nos dicen que debemos escoger, como por ejemplo los trabajos, dado que los mejor remunerados económicamente y los roles más prestigiosos, generalmente son desempeñados predominantemente por hombres.
El neurosexismo también marca en la sociedad la inadecuación de los individuos a desempeñar tareas que son propias o no a la supuesta “especialidad de su género”.
Conforme las neurociencias avanzan se encuentran mayores similitudes que diferencias en el cerebro del hombre y el de la mujer. Las neuroimágenes de resonancia magnética (IRM), proveen información acerca de la anatomía funcional del cerebro, sin embargo, “el que algunas regiones cerebrales muestren un elevado flujo sanguíneo no es suficiente para afirmar que corresponden al lugar donde se genera una actividad concreta”, afirmó Nikos Logothetis, neurofisiólogo del Instituto Max Planck de Biología Cibernética, explica que hay discrepancia importante entre lo que neurocientíficos interpretan y usan de argumento para sus investigaciones con lo que muestran las neuroimágenes, cabe mencionar que cualquier cosa que experimentemos genera actividad en las células cerebrales, por tanto, la interpretación no es sencilla, Hilary Rose, profesora emérita de Política Social en la Universidad de Bradford, dijo al respecto: “A menudo, tales imágenes se han reclutado para vestir al viejo sexismo con nuevas ropas de diseño”.
¿Tiene género el cerebro?
Fine, exhorta a tener cuidado en las suposiciones acerca de las diferencias conductuales entre cada sexo y cómo las diferencias en nuestros cerebros se vinculan específicamente con las diferencias conductuales, éstas son dos características del género que aún se continúan estudiando dentro de las neurociencias, por lo que declara que es necesario obtener información más precisa y específica, así como proveer una sólida base neurobiológica acerca de diferenciación cerebral entre “lo masculino y lo femenino”, pero hasta el momento, hace falta un largo camino dentro de la investigación. Las creencias culturales sobre los sexos influyen en la forma en que se realiza, se interpreta y se presenta la investigación, Cornelia identificó algunos sesgos de información importantes dentro de investigaciones que afirman las diferencias entre cerebro masculino y femenino.
Por otra parte, la contingencia se emplea en investigación para registrar y analizar la asociación entre dos o más variables, este principio implicaría, que no se pueden reportar diferencias sexuales en una población o en un contexto particular, y posterior a ello, generalizar esas diferencias hacia otras realidades y otras poblaciones distintas, ya que la muestra en varias ocasiones no parece ser representativa para determinar ese tipo de diferencias cerebrales y funcionales tan específicas. Por ese motivo, no se pueden asumir dichas conclusiones como “universales”, de modo que, las diferencias cerebrales vinculadas a diferencias conductuales serán un contingente, pues pueden presentarse o no, ya que depende también de otros factores que pueden ser individuales.
Género y cultura: azul o rosa pastel
“Como individuos, interiorizamos y reflejamos aquello que nos enseñaron acerca de nuestros cuerpos”.
Conforme el sujeto se va desarrollando, contribuye a los procesos de identidad grupales de su sociedad, eso le da en parte, sentido de pertenencia y aceptación entre su grupo, ya que ser parte de un grupo social y colaborar es uno de los principales impulsos de nuestro cerebro desde el nacimiento, mientras que la influencia de género en el comportamiento puede encaminar a un individuo a realizar las conductas que se esperan de él o de ella.
Aún hoy día, si un bebé será niño muchas de sus prendas probablemente serán en color azul y si es nena en rosa, vivimos con creencias muy arraigadas o paradigmas acerca de lo que debemos hacer y lo que no como hombres y mujeres, aquello que nos debe gustar y hasta nuestras habilidades y debilidades. Sin embargo, debemos tener presente que el sexo de una persona no va a determinar con exactitud un rasgo de género particular, el proceso de adquisición de género está influenciado por el contexto sociocultural, muchas distinciones entre mujeres y hombres están más vinculadas a los estilos de crianza que a las diferencias cerebrales.
“La biología en sí misma, no garantiza las características del género” agregó Fine, pues más que de cerebro masculino y femenino, describe “dos mentes plásticas y cambiantes”, somos constantemente influenciadas por lo que la cultura asume acerca del género, declaró: “Todas nuestras hormonas, nuestros genes y nuestros cerebros están enlazados de alguna manera con las experiencias sociales que hemos vivido”.
Cornelia Fine, nos dice que “el género es incorporado, dando forma al cerebro y al sistema endocrino, convirtiéndose, en parte de su biología”. A su vez, Gina Rippon, profesora emérita de neuroimagen cognitiva, en el Aston Brain Center de la Universidad de Aston, declaró que: “Los mensajes del exterior, pueden moldear las ideas acerca de nosotros mismos y dar forma a nuestro cerebro”.
Rippon, afirma que, como seres sociales, las personas “buscan mensajes sociales en su mundo exterior, desde una edad temprana” (desde que son bebés), ese aprendizaje social, los ayuda a integrarse. Sin embargo, comenta que al ser constantemente bombardeados por mensajes que marcan las diferencias entre hombres y mujeres: “Puede desviar a los cerebros en desarrollo hacia diferentes destinos educativos, laborales y sociales”.
¿Qué hace que a las niñas les guste jugar a las muñecas y a los niños les guste construir con bloques? “Un mundo con género, producirá un cerebro con género”, añadió, Gina además propone investigar más acerca de las formas en que el mundo cambia nuestro cerebro, ello podría brindarnos mayor comprensión, afirma que el neurosexismo ha sido un obstáculo para comprender las diferencias cerebrales.
¿Potenciamos el cerebro de nuestros hijos o lo limitamos al contexto sociocultural? ¿Debilitas o fortaleces sus talentos basándote en su género? Como padres, podemos orientar a nuestros hijos para que desarrollen sólo algunas aptitudes, aquellas que son bien vistas o permitidas en la sociedad en la que vive, el cerebro social busca encajar, un niño generalmente busca complacer las expectativas parentales. La plasticidad del cerebro y la capacidad del cerebro humano resulta asombrosa, nos permite aprender, cambiar y adaptarnos desde el nacimiento hasta la vejez, no importando si somos mujeres u hombres.
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Cuando aprendemos o desarrollamos una habilidad, nuestro cerebro se modifica, al repetir una tarea con cierta frecuencia, se forman vías neuronales, una especie de “rutas automáticas”, de modo que las tareas que antes nos parecían un verdadero desafío se convierten en algo más sencillo. Al asumir que las niñas son buenas para unas cosas y los niños mejores para otras, estamos etiquetando y limitando sus competencias, aunado a que las afirmaciones y creencias que transmitimos a nuestros hijos podrían convertirse en un futuro en una “profecía autocumplida” ¿Qué programas, memorias y lecciones de vida siguen tu cerebro y el de tus hijos? ¿Son programas que acentúan diferencias como seres humanos? ¿Son ideas encaminadas a formar ciudadanos más colaborativos o más competitivos?
La cultura es un resultado, pero a su vez interviene para que éste se suscite, fomentar las diferencias entre los sexos, como parte de un modelo educativo, puede ser un factor de peso para determinar el género en un individuo, aunque parece que sería más una cuestión de aprendizaje social, que un modelo biológico fijo, las distinciones que se han hecho en torno a las funciones cerebrales, han tenido influencia para determinar ideas popularizadas acerca lo que “debe o puede hacer un hombre y lo que debe o puede hacer una mujer”, creencias que han sido “implantadas” por nuestro contexto sociocultural, comenzando en la célula de la misma sociedad: la familia.
Los hombres también se ven afectados por éstos prejuicios de género, a muchos les resulta difícil expresar sus sentimientos o llorar, pues aún hoy día, aunque experimenten sufrimiento emocional, entre algunas culturas no es bien visto el que un hombre exprese sentimientos y emociones abiertamente, pues puede ser tomado como un signo de debilidad y no como lo que es: una capacidad humana, que va más allá del género… Muchos hombres también sufren y lloran, algunos en silencio por temor a caer en etiquetas sexistas, en un mundo en donde, aún en la actualidad hay mucha negación y represión.
Conclusión
Los seres humanos tenemos cerebros complejos, las líneas de conocimiento que hacen hincapié en las diferencias entre mujeres y hombres, fomentan ideas que nos dividen como especie, a la vez que fortalecen prejuicios y estereotipos, parece que, cerebralmente hablando, no somos tan radicalmente distintos como nos lo han querido hacer creer… No es como si fuéramos seres de diferentes especies o hasta planetas, hombre o mujer, ambos somos seres que cohabitan el planeta azul, nuestras mayores diferencias están marcadas por cuestiones socioculturales. Las tecnologías en neuroimágenes se vuelven cada vez más sofisticadas, con lo que en un futuro podríamos estar seguros de ser capaces de comparar cerebros con todo el rigor científico, obteniendo información más precisa acerca de la diferenciación entre las funciones del cerebro del hombre y el de la mujer.
Links
https://www.nature.com/articles/d41586-019-00677-x
https://www.theguardian.com/science/2019/feb/24/meet-the-neuroscientist-shattering-the-myth-of-the-gendered-brain-gina-rippon
Referencias bibliográficas
Cordelia Fine (2010). Desilusions of gender: How Our Minds, Society, and Neurosexism Create Difference. W.W. Norton & Company: London-New York.
https://www.psicoactiva.com
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