Todos, de alguna forma u otra estamos
familiarizados con las mentiras. Habrá algunos más valientes que sean capaces de admitir que
mienten; otros en cambio, parecen querer librarse de esta condena.
Lo cierto es que, ¿quién no se ha contado
una mentira a sí mismo? Quizás, todavía es demasiado pronto para que
te des cuenta… Reflexionemos sobre ello.
“La mentira más
común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás
es un defecto relativamente sano”
-Nietzsche-
El engaño como
compañero de vida
El engaño o la mentira son inherentes a la vida en
todos sus aspectos. Hasta la
naturaleza lo utiliza como recurso, piensa en los virus que son capaces de
engañar a nuestro sistema inmunitario para entrar en nuestro cuerpo o el baile
de confusiones y mentiras entre depredadores y presas, con tal de conseguir
cada uno de ellos su objetivo: su supervivencia. Pero, ¿qué hay de nosotros?
Más allá de las mentiras revestidas de alguna
intención para conseguir algo concreto, existen esas clases de mentiras
que son capaces de sostenernos durante un tiempo o incluso toda la vida. Son
mentiras elaboradas para esquivar la realidad y tienen como refugio a la inconsciencia.
Dostoyevski escribía en “Memoria del subsuelo“:
“Todo ser
humano tiene algunos recuerdos que solo contaría a sus mejores amigos. De la
misma manera, también podríamos decir que todo ser humano tiene preocupaciones
que ni siquiera contaría a sus mejores amigos sino tan solo a sí mismo y, aún
así, lo haría en el mayor de los secretos. Pero, además existen cosas que uno
ni siquiera se atreve a contarse a sí mismo. Hasta los más honrados de los
hombres tienen una buena cantidad de esa clase de pensamientos almacenados en
algún rincón de su mente“.
Nadie está libre
del autoengaño
En el autoengaño
es importante el lenguaje, además de la consciencia. Pues, aunque en
realidad no deja de ser lo que es, teniendo en cuenta que cada uno construimos
la nuestra, es a través del lenguaje como la realidad se describe y se
transmite. Además, para nosotros, al final no deja de ser un reflejo de cómo
nos la contamos.
Teniendo en cuenta que las personas tenemos una
gran capacidad para crear creencias sesgadas en todos los ámbitos de nuestra
vida, ¿quién se libra de las suposiciones o confabulaciones?
Somos víctimas
de nuestras propias trampas para sobrevivir en nuestro día a día
Mentiras para
esquivar la realidad
Existe todo un entramado de mentiras que nos
sostienen y que, en
ocasiones, son las esposas o los grilletes que nos atan a determinadas
situaciones sin que nos demos cuenta, son las culpables de que muchas veces
tengamos la sensación de que, hagamos lo que hagamos, no avanzamos.
“La verdad tiene
estructura de ficción”
-Jacques Lacan-
Cuando la fuerza de los hechos se torna brutal o
amenazante, a veces el temor al sufrimiento hace que
intentemos esquivar la realidad, bloqueando nuestra atención y autoengañándonos. Así, rellenamos esos
espacios vacíos con explicaciones, imaginaciones o fantasías, de manera
automática. De ahí el popular refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente“.
De esta manera, si no veo, si no me percato
de lo que sucede, el peligro disminuye, mi ansiedad se calma y me permito continuar. Los hechos han sido ignorados y hemos modificado
el significado de la experiencia. La mentira está presente, pero sin darnos
cuenta, oculta tras los silencios, las justificaciones, las negaciones y los
castillos de cristales construidos.
La impostura se
mantiene gracias al poder de nuestra atención selectiva para ocultar,
transfigurar y difuminar las verdades dolorosas, reelaborando un disfraz más
aceptable para nosotros.
Un disfraz que nos recuerda al “falso self”
de Winnicott“, en el cual la mentira se considera
parte del desarrollo natural de la identidad del ser humano, desde la temprana infancia. Disfraz que
permite mitigar la angustia y el sufrimiento generados por las expectativas que
los padres depositan en sus hijos y ante las que éstos no llegan, renegándose a
sí mismos, para finalmente llegar a construir su personaje de acuerdo al ideal
que sus padres han establecido.
El autoengaño en
el día a día
El autoengaño también puede generarse para llegar a
cumplir nuestras propias expectativas o las de los demás; también por el simple
hecho de no querer ver lo que nos sucede o sentir lo que sentimos, como una
manera de justificarnos.
Ocurre en
relación a las relaciones de pareja cuando, por ejemplo, no queremos darnos
cuenta de que la situación es insostenible o nuestros sentimientos no son los
mismos o en las adicciones, cuando la persona cree controlar su consumo; en las
relaciones sociales y políticas…
El autoengaño es una importante defensa que tenemos
ante las amenazas de peligros, que se erige como una armadura que nos
protege de las
experiencias que nos resultan difíciles de asimilar, una coraza del carácter
como Willhelm Reich lo llamaba. Un escudo tras el cual se encuentra el yo, que
utiliza para protegerse de la ansiedad en su tránsito por un mundo que a veces,
es categorizado como hostil.
Así, cuanto mejor nos engañamos a nosotros
mismos, mejor engañaremos a los demás. Pues la mejor manera de
esconder un engaño profundamente es no siendo consciente de él.
Los efectos del
autoengaño
El autoengaño puede tener efectos diversos y, en
ocasiones, un coste muy alto. En estos casos, el mundo de la persona se
encuentra fragmentado ya que la información que se obvia e ignora se encuentra
en el inconsciente, quedando suplantada por la mentira de la
consciencia.
Así, como Daniel Goleman afirma en su libro “El punto ciego”, el
primer paso necesario para despertar del autoengaño consiste en darnos cuenta
de la forma peculiar en la que estamos dormidos. Es decir, barajar la
posibilidad de que en algún aspecto de nuestras vidas podemos estar
autoengañándonos primero, para luego poder adentrarnos en la tela de araña que
nos hemos construido para escapar de la realidad.
Pues no solemos darnos cuenta de lo que nos
desagrada ver y tampoco nos damos cuenta de que no nos damos cuenta… La
mayoría de nosotros acordamos un pacto, sin saberlo, con el viejo proverbio
árabe:
“No despiertes al esclavo porque quizá está
soñando que es libre“. Pero el sabio dirá: “¡Despierta al esclavo!” Especialmente
si sueña con la libertad. Despiértenlo y háganle ver que es un esclavo; solo
mediante esa conciencia podrá quizá liberarse“.
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