Cuando escribes sobre el amor, el perdón, la gratitud, cuando tienes el privilegio de disfrutar del contacto con las personas, puedes caer en la trampa de ocultarte a ti mism@. De negar tu experiencia, de mostrar únicamente tu lado luminoso, en pro de hacer que tu enseñanza sea completamente positiva y efectiva para quienes te acompañan.
Sin embargo, con el tiempo aprendes, que las personas que te leen, que te escuchan, no están esperando en ningún momento tu perfección o tu positivismo. Esas personas simplemente te aman, y aman tu camino, y tu recorrido como haya sido, con todas esas piedras que allí quedaron y con todos esos muros que no derribaste. Esas personas sólo quieren caminar a tu lado, no importa como haya sido o sea tu experiencia.
Por eso es importante que sepan que eres una más de ellas. Que también lloras. Que incluso a veces mandas todo al diablo, pero que también tienes la fuerza para volver a empezar. Esas personas merecen saber que te enojas, que no siempre tu corazón es generoso, receptivo y abierto. Merecen saber que escribes porque sabes lo que se siente estar a oscuras y lejos de todo lo bello. Escribes porque esa también es una de tus tantas maneras de amar.
Qué maravillosa es la oportunidad de mostrarte como eres. Y qué grandioso acto de amor, que en tu camino haya personas dispuestas a presenciarte, a amarte, a aceptarte, a enseñarte que la perfección no es, ni será parte de este mundo.
Escribió Carl Gustav Jung:
«Prefiero ser un hombre completo, a un hombre bueno.»
Y me encanta. Un ser humano bueno, cree en la maldad. Un hombre completo, la ha trascendido, la ha mirado con ojos de bondad.
Entonces, en ese orden de ideas, yo no pretendo ser una buena persona, ni una buena escritora, ni el modelo ideal a seguir. No estoy interesada en esas cosas. Prefiero ser una persona completa. Amante de sus sombras. Sin excepción.
Gracias por leerme.
Sin embargo, con el tiempo aprendes, que las personas que te leen, que te escuchan, no están esperando en ningún momento tu perfección o tu positivismo. Esas personas simplemente te aman, y aman tu camino, y tu recorrido como haya sido, con todas esas piedras que allí quedaron y con todos esos muros que no derribaste. Esas personas sólo quieren caminar a tu lado, no importa como haya sido o sea tu experiencia.
Por eso es importante que sepan que eres una más de ellas. Que también lloras. Que incluso a veces mandas todo al diablo, pero que también tienes la fuerza para volver a empezar. Esas personas merecen saber que te enojas, que no siempre tu corazón es generoso, receptivo y abierto. Merecen saber que escribes porque sabes lo que se siente estar a oscuras y lejos de todo lo bello. Escribes porque esa también es una de tus tantas maneras de amar.
Qué maravillosa es la oportunidad de mostrarte como eres. Y qué grandioso acto de amor, que en tu camino haya personas dispuestas a presenciarte, a amarte, a aceptarte, a enseñarte que la perfección no es, ni será parte de este mundo.
Escribió Carl Gustav Jung:
«Prefiero ser un hombre completo, a un hombre bueno.»
Y me encanta. Un ser humano bueno, cree en la maldad. Un hombre completo, la ha trascendido, la ha mirado con ojos de bondad.
Entonces, en ese orden de ideas, yo no pretendo ser una buena persona, ni una buena escritora, ni el modelo ideal a seguir. No estoy interesada en esas cosas. Prefiero ser una persona completa. Amante de sus sombras. Sin excepción.
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