Si no cuidamos nuestros
pensamientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro organismo
sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas que no
juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente y
después orgánicamente.
A menudo leemos en libros
de autoayuda o autoconocimiento que los pensamientos de carga negativa o
destructiva afectan a la salud y pueden crear enfermedades. Que cuidar nuestros
pensamientos puede tener una incidencia directa en nuestra salud, como poco.
Este tipo de aseveraciones,
así tan resumidas (porque la industria editorial de hoy en día parece premiar
los libros comerciales y resumidos, frente a los detallados y más técnicos) son
una realidad. El problema es que no se explica el proceso por el cual el
pensamiento de las personas se convierte directamente en parte de su salud,
creando enfermedades y patologías o produciendo todo lo contrario: mejoría y
curaciones.
En el post de hoy vamos a
hacer lo que muchos de esos documentales y libros no hacen: explicar cómo
funciona y de qué manera opera el proceso bioquímico completo por el cual
nuestros pensamientos afectan directamente a nuestra salud tanto para bien como
para mal.
Porque creemos que todo lo
que se explica es fácilmente comprensible, mientras que lo que no se explica
pasa a formar parte de la creencia. O se cree o no… pero no se comprende.
Veamos, pues, de qué manera
un simple pensamiento (cada pensamiento que tenemos) afecta, física y
materialmente, a nuestro organismo. El proceso es tan enriquecedor como
interesante, de manera que merece la pena conocerlo a fondo porque, así, nos
estaremos conociendo a nosotros mismos. Estaremos conociendo cómo opera nuestra
Máquina Perfecta: la Mente, y su extensión: el cuerpo.
EL PROCESO QUE SIGUE UN
PENSAMIENTO PARA CONVERTIRSE EN ENFERMEDAD (O TODO LO CONTRARIO):
El pensamiento es la
actividad de nuestro cerebro. Los pensamientos, las emociones, cómo nos
sentimos, nuestra personalidad, la forma en que respondemos a nuestra vida…
Todo ello forma lo que conocemos como “Mente” o actividad mental. Pero ahora
nos interesa analizar el pensamiento como el flujo de actividad eléctrica que
se desarrolla en nuestro cerebro, concretamente, la actividad comunicativa
entre las neuronas.
Esas conexiones eléctricas
interneuronales son las que dan lugar a lo que conocemos como pensamientos (ya
sean imágenes, sonidos, recuerdos y memorias, inspiraciones, ideas, etc…).
Una vez el cerebro ha
creado y perseverado en una serie de pensamientos de un determinado tipo
(alegres, destructivos, de crítica, humorísticos, inspirativos…) nuestro hipotálamo
(el gran laboratorio químico de nuestro organismo) se pone en marcha. ¿Forma de
proceder? Tan simple de describir como compleja es en su funcionamiento: el
hipotálamo se pone a crear hormonas (péptidos) directamente vinculados a los
pensamientos que nuestro cerebro está teniendo. Es decir, que nuestro
hipotálamo creará combinaciones químicas de la misma tipología que los
pensamientos que nuestro cerebro está produciendo.
De este modo, aparecen las
“emociones”. Nuestro hipotálamo, al segregar e inundar el torrente sanguíneo
con esas hormonas vinculadas a nuestros pensamientos, hace que nuestro cuerpo
cree sensaciones. Por eso nos sentimos bien o mal, alegres o abatidos, calmados
o nerviosos, como respuesta a nuestros pensamientos. Se trata, sencillamente,
de que nuestro centro bioquímico (el hipotálamo) está creando productos
químicos como el más perfecto laboratorio imaginable, para “dar forma de
sensaciones” a los pensamientos que está produciendo nuestro cerebro.
Nuestro hipotálamo puede
crear péptidos que nos hagan actuar deprisa ante situaciones de estrés; o puede
segregar hormonas placenteras para adormecernos o para “premiarnos”. En
definitiva, puede crear una sustancia química natural para cada proceso mental
que esté en ese momento en marcha.
EL PROBLEMA:
El problema es que, por desconocimiento de estos procesos, la gente no es consciente de la importancia que tiene “pensar correctamente”. No se trata aquí de defender un tipo de pensamiento religioso o moral, ni nada por el estilo. Cuando decimos “pensamiento correcto” queremos decir, ni más ni menos, que el que sea adecuado y beneficioso para cada uno de nosotros. Ni más ni menos.
Como la mayoría de las personas desconoce la maquinaria bioquímica que se pone en marca cada vez que nuestro cerebro produce pensamientos de un tipo o de otro, la gente simplemente no puede controlar cómo se siente, o lo que es mucho más importante, no puede controlar el hecho de que muchas de esas sustancias químicas vinculadas a pensamientos destructivos, están literalmente, envenenando su cuerpo a diario y de ahí surgen enfermedades.
El problema es que, por desconocimiento de estos procesos, la gente no es consciente de la importancia que tiene “pensar correctamente”. No se trata aquí de defender un tipo de pensamiento religioso o moral, ni nada por el estilo. Cuando decimos “pensamiento correcto” queremos decir, ni más ni menos, que el que sea adecuado y beneficioso para cada uno de nosotros. Ni más ni menos.
Como la mayoría de las personas desconoce la maquinaria bioquímica que se pone en marca cada vez que nuestro cerebro produce pensamientos de un tipo o de otro, la gente simplemente no puede controlar cómo se siente, o lo que es mucho más importante, no puede controlar el hecho de que muchas de esas sustancias químicas vinculadas a pensamientos destructivos, están literalmente, envenenando su cuerpo a diario y de ahí surgen enfermedades.
Pero vayamos por partes, ya
que hemos dicho que íbamos a explicar el proceso completo y de forma clara:
Si, por ejemplo, permitimos
que las tensiones de cada día nos mantengan en un estado de estrés, o de alerta
y desconfianza (actividades que realizará nuestro cerebro a través de los
pensamientos que crea y que no se controlan), nuestro hipotálamo responderá
segregando sustancias químicas que colocarán nuestro organismo en modo “ataque/huida”
que es la respuesta interna ante el peligro y, por ello, frente a una situación
de vida o muerte.
Esa actividad del
hipotálamo que es tan importante y decisiva en momentos puntuales de verdadero
peligro, se vuelve autodestructiva cuando se experimenta muy continuada y
regularmente. El estrés, la ansiedad, la prisa, la urgencia, la preocupación…
hace que nuestro cerebro cree situaciones inexistentes y, como respuesta
química a ello, nuestro hipotálamo segrega las hormonas correspondientes a un
ataque o a una situación de peligro inminente para nuestra vida… Y así, durante
horas al día, y durante días y días al año. Eso, simplemente, destroza nuestro
cuerpo por intoxicación bioquímica, dado que ningún organismo puede vivir
permanentemente en estado de shock, de peligro o de estrés/miedo continuado.
Esto es lo que da lugar a
infartos, anginas de pecho, úlceras gastrointestinales, hipertensión arterial,
diabetes y un largo etcétera de patologías que pueden llegar a ser mortales. Y
todo comienza… En nuestros pensamientos descontrolados que han dado la orden
equivocada a nuestro hipotálamo para que produzca sustancias que, segregadas de
manera continuada en nuestro torrente sanguíneo, envenenan nuestro cuerpo.
MÁS PATOLOGÍAS CON ORIGEN
EN LA GESTIÓN DEL PENSAMIENTO (EXPLICADAS):
Otro cúmulo de patologías y enfermedades que nuestro cuerpo padece sin que fuera necesario y que están directamente vinculadas a la forma en que pensamos son las infecciones víricas y bacteriológicas.
Otro cúmulo de patologías y enfermedades que nuestro cuerpo padece sin que fuera necesario y que están directamente vinculadas a la forma en que pensamos son las infecciones víricas y bacteriológicas.
El procedimiento es similar
al anterior, pero no idéntico: bajo situaciones constantes de estrés, miedo,
ansiedad y preocupación, como hemos explicado, nuestra actividad hormonal pone
en marcha procesos de defensa/respuesta. Es decir, tensiona músculos, prepara
el cuerpo para la potencial huida, redirige la circulación sanguínea, paraliza
procesos internos no vitales, para atender una supuesta amenaza que no existe…
pero que estamos imaginando.
¿Qué logra todo esto?… Pues
ni más ni menos, que nuestro sistema inmunitario se desgaste, se colapse y no
pueda repeler ataques que, en situaciones normales, está combatiendo y
rechazando a diario (cuando funciona bien, claro está).
Así pillamos una gripe,
sufrimos alergias, tardamos más en cicatrizar o en repeler infecciones, etc..
etc…
Y todo comienza por la
actividad mental.
Debemos tener en cuenta,
ahora que sabemos cómo opera la bioquímica de nuestro cerebro, que nuestros
pensamientos son las “instrucciones” que le dará nuestro cerebro a nuestro
hipotálamo para que éste cree las hormonas que correspondan a ese estado
mental. Si no cuidamos nuestros pensamientos y procesos mentales, la bioquímica
de nuestro organismo sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará
de toxinas que no juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente
y después orgánicamente.
Nuestros órganos dejan de
funcionar adecuadamente para hacerlo en modo “alerta”, si vivimos bajo
situaciones de estrés sostenido, prisa, preocupación y ansiedad. Con ello la
circulación sanguínea falla, la tensión se dispara, la actividad nerviosa salta
por los aires y aparecen las enfermedades en órganos como el corazón, los
riñones, el páncreas y un largo etcétera de variables.
Del mismo modo, esas
instrucciones incorrectas que no hemos sabido parar y revertir en nuestros
pensamientos afectan a nuestro sistema emocional: agotamiento, pena, rabia,
frustración, depresión, bipolarismo… y un largo etcétera de variables de orden
nervioso y emocional. Tan peligrosas o más que las orgánicas.
EL CONOCIMIENTO ES LA
SOLUCIÓN
Ahora que sabemos cómo se origina el proceso (pensamiento – hipotálamo – hormonas – envenenamiento del cuerpo – destrucción del sistema inmunitario) podemos también invertir el proceso.
Pensamientos de confianza, amor, seguridad, tranquilidad, calma, paz, alegría… Inician una secuencia totalmente diferente a la que da lugar a enfermedades. En estos otros casos, nuestro hipotálamo produce hormonas endorfinas, placenteras, de anestesia, calma, tranquilidad etc… Que contribuyen a que nuestro organismo pueda operar con normalidad y no bajo amenazas.
Ahora que sabemos cómo se origina el proceso (pensamiento – hipotálamo – hormonas – envenenamiento del cuerpo – destrucción del sistema inmunitario) podemos también invertir el proceso.
Pensamientos de confianza, amor, seguridad, tranquilidad, calma, paz, alegría… Inician una secuencia totalmente diferente a la que da lugar a enfermedades. En estos otros casos, nuestro hipotálamo produce hormonas endorfinas, placenteras, de anestesia, calma, tranquilidad etc… Que contribuyen a que nuestro organismo pueda operar con normalidad y no bajo amenazas.
Nuestro sistema inmunitario
puede hacer su trabajo de manera eficiente, el riego sanguíneo sigue el modelo
y ritmo óptimos, nuestros órganos operan bajo condiciones perfectas.
Y todo comienza con el detonante inicial: los pensamientos: la llave a la bioquímica del cuerpo humano.
Y todo comienza con el detonante inicial: los pensamientos: la llave a la bioquímica del cuerpo humano.
Ahora, ya sabes qué hay
detrás de cada emoción y de por qué te sientes como te sientes en cada momento.
Ahora también sabes de qué
forma y por qué pasos, un pensamiento se convierte en una toxina y afecta a tu
organismo enfermándolo, o todo lo contrario: sanándolo.
Y, como siempre que aprendes algo nuevo e importante, ahora tú eres el dueño de hacer los cambios oportunos, porque es tu calidad de vida y tu salud las que están en juego.
Y, como siempre que aprendes algo nuevo e importante, ahora tú eres el dueño de hacer los cambios oportunos, porque es tu calidad de vida y tu salud las que están en juego.
http://soyespiritual.com/
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