Es
curioso como, cuando te pones a “limpiar” aquello que no sirve de cara al
continuo proceso de crecimiento personal, lo que más solemos considerar que ha
sido de gran ayuda, para precisamente fomentar ese proceso, se convierte
también en el lastre más complejo de dominar en los últimos pasos, cuando
quieres dar el “salto cuántico” que te lleve a niveles evolutivos más allá de
los limites que uno posee actualmente, que no dejan de ser fruto de nuestras
propias creencias, condicionantes y programas artificiales insertados en la
mente.
Hace
algunos meses que se me intensificó el trabajo de sanación y transmutación de
eso que hemos llamado la “sombra”, esa parte
oscura que convive en cada uno de nosotros con esa otra parte de “luz” que
representa la “chispa” del Ser encarnado en este cuerpo físico y forman en
conjunto el personaje que cada uno de nosotros manifiesta en este mundo. Esta
“sombra”, en su componente emocional, no es demasiado compleja de sanar o
liberar con las herramientas y la predisposición adecuada. Las iras, enfados,
angustias, odios, frustraciones, miedos, bloqueos limitantes, tristezas y todo
el resto del elenco emocional acumulado a lo largo de vidas se puede ir sanando
sin mayores traumas con solo el valor de estar abierto a ello y dispuesto a
enfrentarlos.
A medida que vas liberando poco a poco esas diferentes facetas
emocionales, vas ganando en alegría, buen humor, bienestar, ligereza emocional,
etc.
Lo
complicado, según veo en mi, en el estado actual en este proceso en el que
estoy, es el trabajo con la parte mental de la personalidad artificial y egoica
que se hace mucho más compleja de desmontar y subyugar, y no tiene ni punto de
comparación con la facilidad con la que la parte emocional del tema puede
limpiarse y sanarse. Doblegar a la mente egoica, pero especialmente el
componente de la misma que llamamos la “mente predadora”, y
ponerla firmemente al servicio del espíritu, el 100% del tiempo, mantenerla en
segundo plano y permitir que solo actúe cuando mi ser interior quiere que lo
haga, está resultando una tarea titánica constante de lucha contra uno mismo.
El porqué hago este trabajo así es una historia muy larga, pues tiene que ver
con mi propia hoja de ruta y el trabajo a realizar, y la imposibilidad, ahora
si, de seguir realizándolo si quiero pasar a cumplir mi misión a niveles mucho
más altos o mucho más potentes, cosa que no puedo hacer si no consigo instaurar
por completo la presencia de mi Yo Superior/ SER en mi de forma permanente, a
través de la energía cuántica que llamamos “amor”, aunque lo pongo entre
comillas porque no tiene nada que ver con el amor del que hablamos los humanos,
sino de la energía pura de lo que la Creación está hecha y que, en ninguno de
nosotros, o casi en ninguno, fluye y llena todo el componente físico y sistema
energético que tenemos.
Así,
incluso comprendiendo al detalle la composición de la mente, el papel de las
esferas mentales y donde está instalada lo que llamamos la “mente predadora”,
aquella que nos controla y nos mantiene unidos a esta “matrix” o realidad
subjetiva, el control de la misma por parte del espíritu no es una tarea
sencilla, cuando esta tiene tanto poder, es tan fuerte y está tan estructurada
como lo está en muchos de nosotros, teniendo miles de subterfugios y trucos
para desviarte del proceso de muerte interna que lleva a la resurrección del
alma bajo los designios de la chispa divina que reside en uno, y no de la
personalidad artificial creada por el sistema de vida en este planeta.
Posiblemente,
si pudiera imaginar una conversación entre la mente predadora y el espíritu, este
último le preguntaría a la mente quien piensa que es para creerse dueña de este
cuerpo físico, siendo el espíritu aquella porción divina que se unió a él para
que le sirviera de vehículo experiencial, pero la mente, por otro lado, siendo
el producto inherente al desarrollo de este vehículo físico posiblemente
respondería de la misma forma: “¿quien eres tu para empezar? Yo soy aquella
que gobierna esta unidad de carbono, y es mía, y así lo ha sido siempre. Yo
dirijo, decido y actuó según mi conveniencia, yo soy quien ha estado siempre a
los mandos de este cuerpo.”
Nuestro
espíritu sabe que la mente es un producto artificial, fruto de una creación
genética artificial, mientras que esa parte esencial de todos nosotros es parte
directa de la Fuente, pero la mente responde por otro lado diciendo que ella
estaba aquí antes que el, pues aquellos que nos dieron la mente fueron los que
crearon estos cuerpos, los dotaron de inteligencia, y por ende los consideran
de su propiedad para poder usarlos como quieran. La conexión a través de la
esfera mental pre-consciente con la malla de control-matrix que rodea
energéticamente el planeta, ha hecho que el componente manipulativo del sistema
mental humano se sienta muy seguro de que nunca podríamos llegar a romper el
cerco que nos han creado, pues se cree poderosa y con la confianza de que
nada hay que pueda destruirla.
Afortunadamente, esto no es cierto, pues cuando
se consigue que el espíritu adquiera un mínimo dominio del avatar que usa, y es
capaz de establecer la conexión permanente para que la conciencia del ser se
instale en uno, la fuerza de la energía del amor que hay en la Creación, y que
entra entonces a raudales en el cuerpo, rompe las mil barreras mentales creadas
para el sometimiento del ser humano a aquellos que lo controlan.
Quizás
solo unos pocos de vosotros habéis comprendido realmente, por haberlo vivido,
lo que estoy intentando transmitir, pues tampoco sirven mucho las palabras
cuando no te has encontrado frente a frente, con tu espíritu “potenciado” y
tomando el mando por momentos, contra una parte de uno mismo luchando por
quitárselo y recuperarlo. Lo curioso, como decía al principio, es que es esa
parte, o al menos, otra parte de la mente, es la que nos ha ido llevando por el
camino del crecimiento personal que te hace eliminar todos los velos que te impiden ver la
realidad, luego te ayuda a ir desmontando la sombra y
los componentes emocionales negativos, pero cuando llega el momento de
desmontarse a si misma se convierte en tu enemigo más acérrimo.
Afortunadamente, cuando llegas a este punto, tu espíritu ha cobrado la suficiente
fuerza y tu ser tiene el suficiente potencial para que esta batalla no se quede
a las puertas de ser lidiada, ya que, de lo contrario, el último paso, que es
el más importante, no se da jamás.
Yo
sigo en ello.
David Topí
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