Un ejemplo de esto es el caso de Jeni Haynes, que desarrolló múltiples personalidades para sobrevivir a los abusos de su padre. En la actualidad, recientes investigaciones señalan que este tipo de desorden afecta al 11% de la población, lo que lo convierte en un problema casi tan frecuente como los trastornos del estado del ánimo.
A pesar de que existen formas precisas para identificar este problema, un gran porcentaje de las personas que lo padecen no son diagnosticadas. Esto se debe al escepticismo que lo rodea, ya que una gran parte de la doctrina duda de su existencia.
Por otra parte, sus síntomas a menudo se confunden con los de otras afecciones, dificultando su diagnóstico. Por ello, es fundamental la capacitación y formación continuada, destacando el papel de los Posgrados en Psicología para garantizar la especialización en este ámbito.
Una gran parte de la doctrina considera que los trastornos disociativos han ido desapareciendo progresivamente. Sin embargo, un estudio reciente refuta esta teoría y confirma que su presencia es más frecuente de lo que se cree.
Este problema es especialmente frecuente en países categorizados como “inseguros”, alcanzando a entre el 10 y el 11% de la población. Esto lo convierte en un problema con una frecuencia similar a los trastornos del estado del ánimo, entre los que se encuentra la depresión entre otros.
Además, se ha confirmado que este desorden es más común en personas que han experimentado situaciones traumáticas que se han prolongado en el tiempo, sobre todo en la infancia, como jóvenes que sufrieron abusos o fueron maltratados.
¿En qué consiste el trastorno disociativo?
Se trata de un trastorno que provoca que la persona desconecte de sí misma, incluyendo sus sentimientos, pensamientos, acciones, personalidad e incluso sus recuerdos. Esta puede manifestarse por unos días o meses, pero en los casos más graves puede llegar a estar presente durante toda la vida.
Los motivos por los que se produce son múltiples. No obstante, la evidencia científica ha logrado demostrar que las experiencias traumáticas son la causa principal de su aparición.
Estas situaciones suelen suceder en la infancia y durante un largo periodo de tiempo, provocando que la personalidad se fragmente, separando la parte que está traumatizada de la que trata de continuar con su vida.
En ocasiones, este trastorno alcanza su punto más extremo conocido como trastorno de personalidad múltiple. En este, la persona manifiesta la aparición de, al menos, dos o más personalidades independientes que son capaces incluso de introducirse en la conciencia de la persona.
Un ejemplo de esto es Jeni Haynes, que desarrolló una gran cantidad de personalidades para protegerse de los abusos de su padre. Una de ellas era ‘Symphony’, una niña de cuatro años que fue la primera en manifestarse.
Con el tiempo la disociación de Haynes aumentó aún más, llegando a testificar en el juicio con sus otras personalidades, pues algunas de ellas poseían recuerdos que otras no tenían.
Entre los síntomas más frecuentes de este trastorno se encuentran los problemas de memoria, una lucha interna por el sentido de la identidad, alteración de la personalidad y un sentimiento de desapego sobre sí mismos.
Además, más allá de estas características psicológicas, también se producen diferencias estructurales en el cerebro, las cuales pueden ser observadas mediante neuroimagen.
Sin embargo, existe una gran parte de la doctrina científica que aún pone en duda la existencia de este trastorno. Este pensamiento se incluye dentro del ‘modelo de fantasía’ (contrario al ‘modelo de trauma’), que se fundamenta en la idea de que no es real, sino una invención de quienes han sufrido algún tipo de trauma, llegando en muchas ocasiones a calificarse como una moda.
El conflicto del diagnóstico
En la actualidad, la gran mayoría de casos de trastornos disociativos no son tratados, ya que no han sido identificados por los profesionales. Más allá del ‘modelo de fantasía’, que niega la existencia de la personalidad múltiple, otro de los grandes problemas que dificulta el diagnóstico de este trastorno es la semejanza de sus síntomas con los de otras enfermedades mentales.
Generalmente suele diagnosticarse como esquizofrenia por error, ya que ambos comparten la peculiaridad de escuchar voces.
No obstante, también se suele confundir con otro tipo de enfermedades, ya que las tres cuartas partes de las personas que lo padecen también manifiestan otros trastornos mentales como ansiedad, problemas del sueño o psicosis. Además, también cabe la posibilidad de que el afectado no se dé cuenta de que posee síntomas disociativos.
Este conflicto es especialmente grave, pues impide la aplicación de un tratamiento eficaz. Por otra parte, al contrario de la creencia generalizada, no existe medicación específica para este trastorno, por lo que la psicoterapia se considera como la mejor opción para atender este problema, mejorando y declinando sus síntomas.
Los trastornos disociativos son uno de los problemas mentales más frecuentes, pero son poco reconocidos y mal diagnosticados. Por ello, es fundamental la especialización de los profesionales, así como la identificación de sus síntomas por parte de la persona y su entorno, destacando la importancia de recurrir a ayuda profesional para recibir el tratamiento adecuado.
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