lunes, 8 de junio de 2020

SOMOS ADULTOS EVOLUTIVOS CUANDO VEMOS A NUESTROS PADRES COMO PERSONAS. Por Laura Foletto


Frecuentemente, durante las sesiones, pacientes adultos se refieren a sus padres como si fueran niños de corta edad, demandando actitudes que no les mostraron nunca, pero que siguen esperando como si el tiempo no transcurriera.



Es que no transcurre: para el Niño Interno, continúa sucediendo la falta de cariño, el abandono, la soledad, la desvalorización, lo que sea que haya pasado en los primeros años, y que luego se traspasó a las demás relaciones, al mundo. Esa labor de reconocimiento y sanación es del adulto, ninguna otra persona podrá hacerlo, porque es lo que cada uno vino a aprender a esta encarnación.



Justamente, los padres fueron quienes propiciaron esos traumas, quienes colocaron los botones que nos hacen saltar, quienes seguirán con sus conductas porque de eso se trata el pacto: los “contratamos” para proporcionarnos esas heridas que harán que busquemos su solución. Si seguimos echándoles la culpa sin hacer lo que debemos hacer por nosotros mismos, nada sucederá, más que la expansión de los conflictos y sus consecuencias cada vez peores.



Este es un contrato de almas, no de egos. Inconscientemente, nuestros padres cumplen su papel, hasta que logremos superar nuestros aprendizajes. Generalmente, cuando eso sucede, la relación mejora porque el compromiso finalizó. A veces, no se puede, porque ellos también están aprendiendo (y no consiguen su propósito) o el vínculo se deterioró demasiado en el tiempo o ya no hay puntos de contacto posibles.



Sea como sea, algo que ocurre cuando percibimos la relación padres/hijos de esta forma es que ya no les exigimos nada. Dejamos de portarnos como niños necesitados y nos ocupamos de nuestra integridad, de lo que vinimos a realizar, del potencial que traemos. Nos damos cuenta de que somos parte de una larga cadena de victimización, que no logra cortar con determinados temas comunes. Cada eslabón es una nueva posibilidad de conciencia y finalización, que proponga algo mejor y pleno.



Esto se hace más fácil si descubrimos a nuestros padres como personas. En la realidad, estamos atados a ellos por lazos infantiles (además de kármicos) y solo los conocemos desde esa óptica pueril y demandante. Nos conectamos desde la necesidad. Cuando nos desapegamos de ella y nos hacemos responsables de nuestro crecimiento, los podemos observar como personas y tampoco nos hacemos cargo de su crecimiento.



En la adultez (y, lamentablemente, a veces también en la infancia y adolescencia) los hijos terminan tan encadenados a los asuntos comunes que dejan su propio camino o desgastan tiempo, dinero o relaciones para solventar los problemas de sus padres. Cada uno tiene su propio camino y no ayuda a nadie el dejar el propio para solucionar el ajeno. Parece más solidario, pero es generalmente una huida de las responsabilidades personales. Obviamente, no significa abandonar a los padres sino estar sin apegos.



Está en cada uno de nosotros esta evolución, para no pasarlo a las generaciones siguientes y al acervo de la humanidad. Estos tiempos corresponden a un avance enorme, todos estamos presionados para elaborar los temas kármicos y ascender hacia una nueva era. No hay respiro y escondernos o negarnos no funciona. Podemos con lo nuestro. Seamos responsables por ello y el camino se abrirá de formas increíbles. La Luz nos ilumina a todos por igual.

abrazarlavida@egrupos.net


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