Un
comportamiento orientado a eliminar el sufrimiento pero también a producir
bienestar a quien sufre, la psicología de la compasión es una
herramienta que ayuda a lograr empatía con los demás maximizando la capacidad
de entender sus conductas y sentimientos.
Sin embargo,
cuando se habla de compasión muchas veces se coloca en ese término una
connotación negativa pues parece implicar un menosprecio hacia quien sufre, de
ahí que muchas personas no quieren que se sienta compasión hacia ellas.
Los importante es que todos sean capaces de entender que la
compasión es contraria al menosprecio, y la psicología de la compasión
juega en esto un papel fundamental ya que busca activar el sistema neurológico
del bienestar a través de un proceso que ayuda a superar todas las
consecuencias negativas de una auto-crítica destructiva.
Diferentes
componentes de la compasión
La compasión tiene diferentes componentes, uno emocional, uno
conductual y uno cognitivo.
· Componente emocional: Es aquel que ante un estímulo genera el impulso a actuar
para paliar el sufrimiento.
· Componente conductual: Incluye la decisión de llevar a cabo ciertas acciones para
eliminar el sufrimiento.
· Componente cognitivo: incluye la atención al sufrimiento ajeno, la evaluación de
ese sufrimiento y la capacidad concreta de intervenir y paliar el mal
momento.
Los componentes de la compasión se combinan y
relacionan para paliar el sufrimiento que provoca ver el sufrimiento ajeno y
que genera la emoción que impulsa a brindar ayuda.
Para desarrollar la compasión es necesario entender y sentir
como el otro o lo que es lo mismo, tener empatía para poder actuar; y esto solo
se consigue comprendiendo el sufrimiento del otro y su comportamiento para
transmitir el mensaje que indique que se quiere eliminar su sufrimiento.
Psicología
de la compasión
La psicología de la compasión lleva a activar el sistema de
bienestar pues ayuda a afrontar las propias debilidades y fallas, tomar riesgos
y manejar tanto las críticas como los conflictos.
Pero para ejercitar la compasión es necesario primero
percibir el sufrimiento para poder hacer una evaluación; y poder actuar.
La flexibilidad psicológica que estos procesos proporcionan permiten a las
personas ser compasivos con mayor libertad, no tener miedo a demostrar
compasión.
Para muchas personas sentir compasión implica revivir algunos
episodios asociados a experiencias dolorosas como el abandono, abuso o desprecio
y estas vivencias pasadas generan
nuevamente el temor a la cercanía e incluso a la ayuda por parte de otras
personas.
En el trabajo clínico realizado por psicólogos puede
encontrarse el despertar de la pena que sufre una persona por no haber recibido
en otros momentos el cuidado que requería, algo que se transforma en miedo a
sentir compasión por los otros o pensar que ese sentimiento puede verse como
debilidad.
Existen ejercicios que ayudan a fomentar la compasión
hacia los demás y también la auto-compasión que pueden ser
de gran ayuda para una construcción más positiva de episodios que han causado
grandes sufrimientos.
Estos ejercicios se basan en ayudar a personas conocidas que
están pasando por algún tipo e sufrimiento pero también tratar de hacerlo con
otras a las que no se conoce o por la que no se tiene empatía. Al realizar
acciones para aliviar el sufrimiento del otro es posible volverse más
auto-compasivo.
Existe también la denominada “meditación en el
cariño” un ejercicio que ayuda a concentrarse en tratar de generar
sentimientos de cariño especialmente dirigido a ayudar a personas que tienen
una cierta tendencia a la hostilidad o a la ira.
La “meditación en el cariño” puede hacerse a través de la
visualización imaginando a esa persona sonriendo y recibiendo con agrado el
cariño que se le ofrece y a su vez reflejar ese mismo sentimiento hacia uno
mismo.
Compasión
y Psicoterapia
¿La compasión puede tener utilidad terapéutica
para quien la ejerce? Esta
es una pregunta que muchas veces más allá de disipar profundiza las dudas. Sin
en embargo, es necesario considerar este interrogante desde otra óptica para
evitar los sufrimientos que con frecuencia genera la confusión sobre este
concepto.
Tanto los mandatos morales como las creencias o tradiciones
ancestrales han instalado nociones más o menos rígidas relacionadas con el
valor de la compasión y asociadas a la misericordia, clemencia o al altruismo,
siendo hoy un tema de investigación para la psicología científica y por la que
surgieron también innovadoras terapias psicológicas que se sumergen en
distintas áreas del conocimiento.
También las neurociencias demostraron que el estado
de compasión puede influir sobre los sistemas neurofisiológicos ya que
en quienes experimentan ese sentimiento se aquieta la actividad del lóbulo
prefrontal derecho, directamente conectado con los estados de ánimo más
negativos. Pero también se activan zonas del cerebro prefrontal izquierdo con
redes neuronales más vinculadas al amor, la empatía y una mayor conexión entre
sentimientos y pensamientos.
Trabajar sobre la culpa, el perdón y la búsqueda del mejor
camino para experimentar sentimientos de compasión ayuda a derribar mitos como
el que afirma que sentir compasión es sinónimo de lástima hacia los demás. En
el otro extremo se asegura que la compasión se asocia a la bondad más pura pero
que en la mayoría de los casos paraliza a la persona que constata que al mismo
tiempo que siente compasión es capaz de enojarse y no perdonar.
Como
conclusión en el tema de la compasión es posible afirmar que es necesario
practicarla con los demás y con uno mismo ya que de nada sirve ser
compasivo con los otros maltratándose a sí mismo.
La
psicología indica que es posible pasar de la crueldad a la compasión pero se
requiere de técnicas que ayuden a entrenar la atención, el pensamiento,
sentimientos, imaginación y comportamiento desde una perspectiva compasiva, una
“gimnasia” que ayuda en el desarrollo de las redes neurológicas directamente
vinculadas con la autorregulación de los estados de ánimo, algo que puede
contribuir de un forma general a mejorar los vínculos entre los miembros de una
sociedad moderna
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