La voz es el instrumento
musical más poderoso que puede tener el ser humano, ya que es una onda musical que provoca a la
conciencia. La voz siempre ha sido utilizada por todas las diversas culturas
como papel clave en rituales, meditación y desarrollo de la conciencia
espiritual. A través del canto en grupo, utilizando el potencial de la voz como
instrumento “mágico” para la curación es también una llave para la
transformación espiritual de las personas. Por lo tanto, trabajar con la voz
nos enseña a entrar en estados de conciencia superiores, que combinan la
vacuidad, claridad y luz.
Debido a que el paladar
es como una cámara de resonancia, la repetición de un sonido como ciertas
vocales, consonantes, mantras, oraciones y hasta la propia risa, afecta
directamente glándulas en el cerebro como la pineal, el hipotálamo y
pituitaria, alterando positivamente la producción de ciertas hormonas y
neurotransmisores que afectan todo el cuerpo. El sonido de la voz esta
directamente relacionada con la respiración y las actividades mentales.
Cualquier persona
que puede hablar, puede entonar y se puede beneficiar. Si supiéramos que
nuestra sanación está en nuestro interior, que no hay que buscarla fuera, y que
la vibración de nuestra voz es el camino más rápido; una experiencia musical
única.
Así es que, de
todos los instrumentos disponibles en este planeta, podemos considerar la voz
humana como el más poderoso y asequible especialmente cuando se utiliza con la
“intención” de sanar.
Los seres humanos
han empleado el sonido desde los albores de la humanidad para recibir
información de su entorno y para comunicarse, así como también para sanar y
transformar.
Según los últimos
descubrimientos de física cuántica, estamos hechos mayoritariamente de vacío y
energía vibrando a diferentes frecuencias.
Energía es igual a
vibración, vibración es igual a sonido, sonido es igual a nota musical. Con el
poder de nuestra voz podemos modificar las frecuencias inarmónicas que nos
están causando enfermedad, malestar, desequilibrios y bloqueos en nuestro campo
energético, cuerpo y mente.
“Casi todas la
culturas antiguas y todas las poblaciones autóctonas creían que el sonido era
la fuerza creativa, generatriz, responsable de la creación del Universo”.
Nestor Kornblum, Director de la Asociación de Terapia del Sonido.
En el Nuevo
Testamento podemos leer: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con
Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1.1).
El término “Verbo”
se refiere claramente al sonido, que es la fuerza divina o fuerza creativa del
universo.
El vocablo AUM, conocido generalmente como Om en la tradición hindú, se consideraba el sonido impulsor de la
formación del universo.
Lo cierto es que
nuestra ciencia moderna occidental es la que aporta las evidencias más
convincentes en lo referente al poder del sonido sobre la configuración y
transformación de la materia; lo que constituye el fundamento de su capacidad
curativa.
Sabemos con toda
certeza, como también lo sabían los antiguos, que todo el universo está formado
por átomos. Cada átomo está formado por un núcleo (neutrones y protones) y un
electrón o electrones que giran a gran velocidad alrededor del núcleo. El
número de cada una de estas partículas difiere según la naturaleza de la
materia.
El movimiento de
giro de los electrones origina un compás o cadencia que crea una onda; onda que
es posible distinguir mediante nuestra percepción humana como forma o materia.
Siempre que coexisten cadencia, onda y forma, se produce Sonido. Este conjunto
recibe el nombre de la “Ley de los tres”.
No es difícil
relacionarlo con otros conjuntos o tríos como el de la “Santísima Trinidad”,
así como otros grupos de tres divinidades o aspectos que también se da en otras
religiones y culturas.
Si comparamos la
distancia de los electrones al núcleo de cualquier átomo, descubriremos que resulta
proporcional a la de la Tierra al Sol (de aproximadamente 160 millones de Km).
En otros términos,
lo que nuestros sentidos humanos perciben como materia, no es otra cosa que un
conjunto de campos electromagnéticos resonantes, estrechamente vinculados e
interpenetrados: en resumen una manifestación densa de SONIDO (con mucho
espacio intercalado).
Toda la materia es
sonido y emite sonido, aunque dichos sonidos se encuentren, en su mayoría,
fuera de nuestro limitado sentido físico de la audición.
Nuestros cuerpo
físicos, por consiguiente, son también campos electromagnéticos resonantes,
como también lo son nuestras auras, ambos generados por los átomos que nos
configuran.
La ciencia de la
cimática demuestra de forma visual el modo en que el sonido configura la
materia. Sus experimentos demostraron que, si se colocan polvos finos, arena y
virutas de acero sobre una lámina de metal y se les aplica una vibración de
ondas acústicas, dichas partículas se organizaban formando patrones
intrincados. Las diferentes sust. Estos sorprendentes patrones, también
conocidos como figuras Chalynadi, configuran, en el caso de los sonidos
armoniosos, mandalas geométricos simétricos.
En algunos casos
no son simétricos, sin embargo resulta fascinante su contemplación.
NOSOTROS ESTAMOS VIBRANDO
CONSTANTEMENTE
Cada molécula,
célula, tejido, órgano, glándula, hueso y fluido de nuestros cuerpos tiene su
propio índice (coeficiente) de vibración.
Estos puntos y
campos de energía son de igual importancia para el cuerpo físico, aunque menos
densos. En cierto sentido reflejan el estado del cuerpo físico aunque, lo que
es más importante, el cuerpo físico refleja el estado del aura.
La ciencia de la
cimática prueba más allá de toda duda, que cualquier sonido cercano al
organismo humano originará un cambio físico en el interior del organismo y sus
campos electromagnéticos.
Este cambio puede
que solamente sea temporal, pero mientras perdura es posible que provoque
ciertos factores muy poderosos y mágicos. Este es el momento de la sanación.
La terapia del
sonido se fundamente en este principio de “resonancia en simpatía o solidaria”.
El término
resonancia se refiere al índice vibratorio de un objeto, y la resonancia
solidaria o en simpatía se refiere al hecho de que un objeto vibrante provoca
una vibración acompasada en otro; dicho de otro modo, el índice de vibración de
un objeto se iguala al índice de vibración de otro objeto.
Así es como actúa
la cimática, y a esto se debe también el hecho de que algunas cantantes de
ópera sean capaces de romper objetos de cristal con sus voces, o de que el
ruido de los vehículos en circulación provoque el traqueteo de sus muebles.
Ya hemos demostrado que cada
parte del cuerpo y sus campos están vibrando. Es, pues, lógico que cada parte
del cuerpo, se trate de un órgano o de un chakra, tenga una frecuencia (índice
de vibración) óptima, sana.
Cuando estamos
enfermos, se debe a que alguna parte de nosotros no está vibrando en armonía
consigo misma, con las demás partes o con el entorno.
Esta disonancia o
enfermedad puede sanarse con sonido y voluntad (intención)‚ devolviendo a las
partes enfermas su frecuencia sana.
Al dirigir el
sonido correcto hacia nosotros mismos, o hacia la persona que desea ser curada,
podremos regresar a una vibración óptima, sana.
La mayoría de las
enfermedades empiezan en uno de los cuerpos sutiles. Nuestros pensamientos,
emociones y programación negativos adoptan una forma densa, a modo de patrones
de energía cristalizados en nuestros campos etéricos.
Esos patrones
cristalizados van penetrando gradualmente, hasta que, en última instancia, se
manifiestan como la enfermedad física en el cuerpo, nuestro campo
electromagnético más denso.
EL PODER DEL SONIDO
A través de la voz
y sus armónicos, y de la vibración pura de los cuencos de cuarzo y tibetanos se
evocan instantes de paz, relajación, meditación, inspiración e intuición.
Mediante el sonido de la voz e instrumentos acústicos es posible alcanzar
diferentes estados o niveles de conciencia.
El sonido es capaz
de disolver estas cristalizaciones o energías potencialmente dañinas mucho
antes de que lleguen al cuerpo físico. Lo cual no es otra cosa que medicina
preventiva en su estado más puro.
Los terapeutas del
sonido, en cuya categoría incluyo a los chamanes, sangomas, ciertos monjes y
todos los que de manera regular emplean el sonido para sentirse mejor, o para
ayudar a otros a que se sientan mejor, cuentan con muchos recursos a su
disposición.
Los terapeutas del
sonido occidentales utilizan una combinación de voz e instrumentos acústicos y
sagrados de distintas culturas.
Un conocimiento
funcional del sonido, intención, intuición y energía provocará cambios
poderosos en cada nivel de nuestro ser. Se trata de una terapia holística que
actúa en los estratos físico, emocional, mental y espiritual.
Uno de los
recursos de sanación por medio del sonido conocidos es la antigua técnica del
canto de armónicos. Sus orígenes se sitúan en Asia central, donde ha sido
practicado desde hace siglos por chamanes de las razas turkic de Mongolia y
Tuva, en Sudáfrica lo practican las mujeres Xhosa y en el Tíbet, donde sólo lo
emplean los lamas. También se ha convertido en una bella forma de expresión
musical.
Conocido como
hoomï o khoomeï en Asia, nqokolo por los Xhosa o canto de armónicos en
occidente, se trata de una técnica mediante la cual una sola persona canta dos,
tres y hasta cuatro sonidos simultáneos.
Por medio de la
intención encauzada y empleando el máximo de resonadores posible dentro del
cuerpo y el cráneo, es posible amplificar los armónicos (los tonos parciales
que componen la voz) o sobretonos del tono fundamental que se está cantando.
Esos armónicos se
perciben como tonos por encima del bordón bajo (nota fundamental de la voz) en
forma de tonos nítidos similares al sonido de una flauta o al tintineo de las
campanas.
El “canto de la
voz grave” de los monjes del Tíbet y los mongoles, que pocos occidentales hemos
dominado, crea un bordón fundamental secundario, ya sea en la faringe o en las
falsas cuerdas vocales, que permite la amplificación de un segundo armónico,
configurando un total de cuatro sonidos simultáneos.
Así como luz
blanca atravesando un prisma esta separada en sus propias frecuencias -los
colores del arco iris, los armónicos son los colores- el arco iris, de la voz.
Estos sonidos
puros suenan como flautas por encima de la voz del cantor. Este tipo de canto
tiene como resultado una aplicación extraordinaria en la sanación y la
transformación.
Los expertos en
terapia del sonido afirman que es el más poderoso instrumento de sanación
sonora disponible para la humanidad.
Esta técnica tiene
sus orígenes en Asia Central, y fue practicada por los mongoles y los tuvanos.
Ellos utilizan
esta forma de canto para resonar con la naturaleza que les rodea, imitando los
sonidos de animales, del viento en las montañas nevadas y de varios pájaros.
También, a través de esto tipo de canto, comunican con los espíritus de la
naturaleza.
Esta técnica de
canto de armónicos permite a una persona cantar 3 ó 4 sonidos simultáneos, cada
sonido armónicamente relacionado con la nota fundamental (es decir la nota base
de la voz) y produce una onda sonora muy poderosa que afecta la consciencia en
muchas maneras beneficiosas.
En la actualidad,
cantantes de Oriente y Occidente emplean estas técnicas para crear sus propias
armonías, sin embargo no es preciso tener conocimiento musical. Todos las
pueden aprender.
No se trata
simplemente de una forma de acrobacia vocal. Al emitirlos se configura una onda
muy poderosa que actúa en diversos niveles.
Los tonos
fundamentales o bajos de la voz actúan principalmente sobre el cuerpo físico,
mientras que los armónicos, que podríamos denominar el arco iris de la voz,
actúan sobre los cuerpos sutiles.
Estos sobretonos,
como si de rayos láser se tratara, disuelven y dispersan las cristalizaciones
de energía potencialmente dañinas.
Los instrumentos
acústicos como el didjeridu, los cuencos cantores tibetanos, gongs, monocordio
y tampura, operarán del mismo modo que lo hace la voz, pues todos ellos poseen
armónicos audibles.
Sin embargo, la voz es mucho
más poderosa pues transmite la intencionalidad de un modo más directo de lo que
se consigue a través de cualquier instrumento.
Los instrumentos e
ingenios electrónicos no poseen todo el registro de armónicos y, en
consecuencia, tienen un potencial terapéutico muy limitado.
Mediante el empleo
regular del sonido combinado con la intención, podemos empezar a vibrar de
manera más rápida, a un nivel celular o molecular. Esto recibe el nombre de
“subir la frecuencia”.
Un índice de
vibración más elevado crea mayores espacios entre las células, lo que las hace
menos densas, evitando que las energías negativas o ajenas se nos adhieran
fácilmente.
Algunos de los
modos en que el sonido de la voz y el canto de armónicos puede ayudar en la
sanación:
– Alivio del estrés y la ansiedad
– Mejora de la concentración
– Mejora de la creatividad
– Mejora de la visión (física,
mental y espiritual)
– Equilibrio de los hemisferios
cerebrales
– Restablecimiento del equilibrio
del sistema endocrino mediante la vibración de la hipófisis o pituitaria
– Alivio de la sinusitis y los
dolores de cabeza
– Estímulo de la actividad de las
ondas alfa o meditación profunda
– Aumento de la energía por medio
de la estimulación del líquido cefalorraquídeo (posiblemente la forma física de
la energía kundalini).
– Limpieza del entorno
Latiremos al unísono con la
vibración del sonido y nuestro cuerpo que es inteligente por naturaleza,
resonará con las frecuencias que le sean más afines a nivel terapéutico.
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Fuente: Ciencia Cósmica
http://www.shurya.com/
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