Un cuento para entender el nacimiento de una raza – inspirada en los escritos de Robert Morningsky y de otras cosas que me han contado por ahí arriba.
La historia del origen de una de las especies conocidas de la galaxia más temidas estaba siendo apasionante para los jóvenes discípulos del anciano monje, al que esperaban expectantes para poder seguir escuchando la narración…
“…a medida que los khebs prehistóricos evolucionaban, tal y como pasa en múltiples mundos, empezaron a formar sociedades primitivas que, con el tiempo terminaron formando civilizaciones. Evolucionaron desde un hábitat de nido, cuevas y agujeros, hasta grandes y sofisticadas ciudades. Desde la vida como especie animal hasta la vida con conciencia como raza inteligente, con sus propias formas organizativas, artísticas, sociales, económicas, culturales, etc. El primigenio kheb híbrido reptoide-libélula-abeja se había convertido en una especie reptoide-humanoide, y se había vuelto “civilizado”… siempre usando un punto de comparación y términos humanos, que podáis entender… algunas sub-especies perdieron parte de las escamas, todo el poco pelo que la especie había desarrollado, y reforzaron otras características que los hacían más imponentes a la vista de sus adversarios. Al igual que ocurre en la mayoría de planetas de nuestra galaxia, las diferentes sub-razas de una misma especie entran siempre en conflicto, por territorio, recursos y materiales, y así sucedió también con los khebs. Entre ellos, las batallas siempre se dirimían entre ejércitos de reptoides cuyo éxito o fracaso dependía de su habilidad para maniobrar en vuelo y escapar o atacar a sus adversarios.
Las guerras entre clanes y sub-especies fueron miles y devastadoras. Imperios y reinos nacían y caían, y poco a poco, una de las sub-razas fue ganando la batalla al resto. Eran conocidos como los “Nekh”, los “guerreros negros”, por el color oscuro de su piel. Al igual que en muchos otros sitios, finalmente los Nekh se impusieron y dominaron al resto de sus congéneres bajo un mismo rey y un mismo reino.
… el anciano monje hizo una pausa a ver si todos los alumnos seguían atentos…
Es importante saber que, cuando estamos aprendiendo algo sobre la historia de las razas reptoides, en el nido de un insecto-reptoide, son las hembras las que hacen todo el trabajo y, por ello, como en el mundo de las abejas del cual también tienen algo, es la Reina alrededor de la cual se rige la vida del grupo. Evidentemente, la función de la hembra es proteger el nido de invasores y enemigos, así que a medida que la especie evolucionaba desde un primitivo insecto, a un animal, a un ser reptoide consciente, los mismos roles y funciones se mantuvieron siempre y fueron traspasados hacia sus etapas como raza desarrollada y civilizada. En las batallas y conquistas fuera del “hogar”, los machos reptoide luchaban y controlaban las cosas, pero, en “casa”, en el día a día de la gestión de la especie, eran las hembras las que tenían todo el poder.
Por instinto de expansión, eventualmente los Nekhs empezaron a extenderse por otros territorios del mismo planeta verde, conquistando nuevos lugares e instalando reyes y gobernadores, que bien podían ser machos reptoides, mientras que en la colonia-ciudad-imperio central siempre hubiera una reina en el poder. Con el tiempo, todos los lugares conquistados estuvieron bajo dominio reptoide pero jamás se alteró la regla. El campo base, el centro de poder de la raza caía siempre sobre una hembra, y todos los lugares conquistados fuera del mismo caían siempre bajo el control de un macho.
La vida avanzaba rápidamente bajo el manto de los reyes Nekh. La ciencia y la tecnología avanzó eones y grados de forma vertiginosa. El desarrollo de una ciencia de conquista y guerra dio paso a una capacidad inigualable para la conquista de más territorios y lugares, y, de forma parecida a como ha ido sucediendo aquí en nuestro propio planeta, la Tierra, cuando las tecnologías de guerra ya quedaban obsoletas, se transformaban en herramientas y conocimientos para el uso civil de la población. La población reptoide del planeta verde conseguía así avanzar en todos los ámbitos de la sociedad a ritmos agigantados.
Con esto en marcha, no es mucho suponer que llegó el momento en el que tuvieron la capacidad de salir de su propio planeta para explorar satélites y planetas cercanos, establecer pequeñas bases, minar sus recursos. Generaciones después, todos los satélites estaban colonizados, algunos militarizados, y servían como puente de salto para exploración de planetas algo más lejanos. Nuevas colonias se fueron estableciendo y, poco a poco, más y más mundos, empezaron a ser ocupados por razas reptoides, creciendo en número, poder y recursos.
Cuando las primeras expediciones de los Nekh empezaron a salir de su propio sistema solar y encontrar otras razas, que habían evolucionado de forma parecida, pero desde diferentes orígenes, vieron asombrados que pocas de esas razas tenían la tecnología, ciencia, y decisión firme que ellos poseían, por lo que la conquista de esos planetas era cosa sencilla. A medida que más y más mundos iban cayendo bajo el mando de los reyes Nekh, estos iban estableciendo gobiernos títeres como administradores, bajo el mando de uno o varios de los propios delegados Nekh para ese planeta. Cuando la conquista era abierta y clara, las razas nativas eran sometidas al pago de tributos, de recursos, y a la puesta en marcha de estructuras de control y dominación.
Por otro lado, cuando las razas con las que entraban en contacto se defendían, e incluso les vencían, los Nekh se veían obligados a retirarse, viendo que no solo ellos habían desarrollado la fuerza o la tecnología necesaria para la guerra, sino que en otros mundos, otras especies, habían hecho lo mismo a un nivel igual o superior. En algunos casos, incluso las hembras reptoides se involucraban en estas batallas cuando los mundos a conquistar no eran lo suficientemente fáciles para que solo los reptoides macho pudieran hacerlo. El poderoso veneno que escupían, y que se había vuelto más y más potente, era el arma más temida por todos aquellos que tenían que enfrentarse cuerpo a cuerpo con los ejércitos Nekh. Así y todo, no siempre ganaban.
Y como en toda historia que se precie, siempre hay intrigas en palacio, que, con el tiempo, las luchas internas y las peleas por la sucesión en el poder de tan vasto imperio, llevaron a la rebelión de todas las hembras en posiciones de poder para dominar todos los mundos conquistados, y para destronar del mismo a todos los reyes y gobernadores macho de sus propias especies, creando un enorme imperio reptoide, dominado por una única reina, y el reino de los Nekhs pasó a llamarse la dinastía de los Nekh-t, invencible y poderosa…”
Continuará…
Por David Topí.
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