lunes, 21 de septiembre de 2020

AGRESIVIDAD AL SERVICIO DE LA CREACIÓN. Laura Foletto



Siempre recuerdo que, cuando estudiaba Terapia de Integración Cuerpo-Mente-Espíritu, tratamos la diferencia entre agresividad y agresión. La primera es un impulso natural, que propicia que avancemos hacia algo (esa es su raíz etimológica: dar un paso hacia delante) o que nos afirmemos o defendamos. La segunda implica violencia dirigida hacia algo o alguien.


Solemos confundirlas y, en personas inculcadas para no reaccionar o ser dóciles, les provoca temor todo lo relacionado con esto. Creen que serán tildadas de violentas si ponen límites o que no las querrán más o que las rechazarán. Así, aceptan toda clase de faltas de respeto, de ataques directos o indirectos, de sacrificios, con tal de ser consideradas “buenas”.


Aunque solo lo vinculamos con este aspecto relacional, también les han coartado esa disposición a ir por lo que desean. Para lograr algo, debemos salir de la inmovilidad: se inicia en algo tan simple como que, si queremos pararnos, tenemos que usar la fuerza de nuestro cuerpo (y de nuestro deseo) para levantarnos y dar un paso. La agresividad se refiere a esa disposición para conseguir nuestros objetivos.



¿Cuándo se transforma en agresión? Cuando creemos que debemos luchar para obtenerlo. Así, la vida se convierte en un campo de batalla y ahí vamos, como soldados inexpertos, tratando de sacarle cosas a la fuerza o disputando con los demás por las migajas. Este (mal) concepto patriarcal del guerrero peleando contra todo nos ha traído hasta aquí, pero es tiempo de dejarlo de lado por otro que nos posibilite crear sin destruir.


En el fondo, la lucha implica una aniquilación y, aunque existen ciclos de creación/destrucción, la agresión involucrada es tal que solo deja devastación. Quizás, estemos ahora en condiciones de simplemente dejar que lo que ya no funciona más se caiga solo y poner nuestra agresividad en construir lo nuevo. De otra forma, perdemos energía y motivación en eliminar, alimentando sin querer ese proceso que debe desaparecer.



En Diseño Humano, tengo una Puerta llamada “El luchador”. Me llamó la atención porque, salvo en mi juventud que fui muy combativa, no me sentí identificada con esa actitud. Pero, no se refiere a pelear contra todo y todos sino a buscar una razón por la que se merezca vivir. Es una independencia feroz y obstinada, una sordera total hacia las opiniones de los demás para encontrar lo que tenga valor para mí, no solo para conseguirlo sino para inspirar a los demás, a fin de potenciarlos en sus propias búsquedas.



En estos tiempos desafiantes, muchos están usando su poder, su energía, sus cualidades en la agresión indiscriminada, en oponerse inútilmente, en luchar destruyendo. Sería mejor que recapacitemos y nutramos el mundo que deseamos crear, en expandir la luz de nuestros corazones. Comienza en el interior de cada uno. Nos perdemos en el exterior, en la ilusión de que así valemos y tenemos una voz, cuando solo nos distraemos de la labor sagrada de despertar y trabajar nuestros condicionamientos. Encontremos esa razón de vivir y movilicemos el Amor.

laurafoletto@abrazarlavida.com.ar


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