martes, 28 de abril de 2020

LA FILOSOFÍA DEL ACOMPAÑAR


1. Acompañar se trata de estar presente para el dolor de otra persona; no de hacer que su dolor desaparezca.


2. Acompañar se trata de ir al desierto del alma con otro ser humano; no de creer que somos responsables de encontrar la salida.


3. Acompañar se trata de honrar el espíritu; no de enfocarse en el intelecto.


4. Acompañar se trata de escuchar con el corazón; no de analizar con la cabeza.


5. Acompañar es dar testimonio de las luchas de otros; no de juzgar o dirigir esas luchas.


6. Acompañar se trata de caminar al lado; no de conducir o ser conducido.


7. Acompañar se trata de descubrir los dones del silencio sagrado; no significa llenar con palabras cada momento.


8. Acompañar al que sufre se trata de quedarse quieto y en silencio; no de querer moverse frenéticamente hacia adelante.


9. Acompañar se trata de respetar el desorden y la confusión; no de imponer orden y lógica.


10. Acompañar se trata de aprender de otros; no de enseñarles.


11. Acompañar se trata de tener una actitud de curiosidad y No de expertos.

N
any Esquivel
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El poder de nuestro “lado oscuro” para superar la adversidad, según Jung



“Encuentro epidemias, catástrofes naturales, barcos hundidos, ciudades destruidas, terribles animales salvajes, hambruna, falta de amor en los hombres y miedo, montañas enteras de miedo”, escribió Jung en su “Libro Rojo”.

No era para menos. El psicoanalista estaba pasando por un periodo particularmente turbulento de su vida. Las noticias de la inminencia de la Primera Guerra Mundial lo conmocionaron profundamente. De hecho, llegaron en un momento particularmente difícil de su vida, justo cuando Jung había roto su relación con Freud, que no solo fue su mentor sino también un gran amigo.

Aquella fue, por ende, una etapa de profunda desorientación y seguridad interior para Jung. A eso se le sumó su trabajo en uno de los campamentos suizos donde se acogía a soldados enfermos y heridos en la guerra. En esos campos Jung vivió de cerca la mal llamada “gripe española” que se cernió sobre Europa.

Aquella época oscura y tumultuosa tendría un impacto profundo en su vida. Jung, pero no dejó que cayera en saco roto. La aprovechó para realizar un profundo trabajo de introspección del que salió fortalecido y con la firme convicción de que podemos superar la adversidad a través de la individuación.

Pensaba que para sanar nuestros traumas debemos concienciar nuestras sombras y miedos, de manera que alcancemos un “yo” más integrado y fuerte. “Cuando los conflictos más intensos se superan, dejan una sensación de seguridad y tranquilidad que no se perturba fácilmente”, según Jung. Ese es el premio.
Las sombras que afloran en la adversidad

Cuando la adversidad toca a nuestra puerta suele poner del revés nuestro mundo. Su cuota de imprevisibilidad nos golpea aún más, haciendo que nuestro equilibrio mental se tambalee. En un abrir y cerrar de ojos podemos quedarnos sin asideros. La adversidad puede arrebatarnos los puntos cardinales que hasta ese momento no solo daban un sentido a nuestra vida, sino que también nos indicaban, grosso modo, cómo debíamos comportarnos.

En esas circunstancias todo se nos hace muy cuesta arriba. Y en ese estado que fluctúa entre el desconcierto por lo ocurrido y la ansiedad porque todo pase, podemos tomar decisiones de las que después nos arrepintamos. Mostrar actitudes o comportamientos de los que más tarde no nos sintamos particularmente orgullosos. Venirnos abajo y tocar fondo emocionalmente. Descubrir debilidades y miedos que no conocíamos. Ver sombras que hubiésemos preferido que se mantuvieran en la oscuridad.

De hecho, muchas veces lo que nos impide superar por completo la adversidad no es el hecho traumático en sí, sino lo que ha hecho aflorar de nosotros, esa parte que se llena de arrepentimientos, culpas y recriminaciones. La parte que se pregunta qué hubiera pasado si hubiésemos tomado otra decisión. Si hubiéramos actuado de otra manera. Si nos hubiéramos anticipado…
Aceptar y reconocer la oscuridad que habita en cada uno

Jung creía que tenemos una tendencia a ocultar los rasgos que no nos gustan o que no son socialmente aceptables. Como resultado, nos fragmentamos y desarrollamos una psique dislocada que se convierte en terreno fértil en el que crecen problemas como la ansiedad, la depresión y/o el trastorno de estrés postraumático.

Negar nuestras sombras no solo nos impide reconocer y aceptar nuestra totalidad, sino que también se convierte en una trampa recurrente. Jung pensaba que “aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma”.

En otras palabras, tropezamos tantas veces con la misma piedra porque nuestros comportamientos y decisiones nos llevan siempre hasta ella. No podemos esperar resultados diferentes si siempre hacemos lo mismo, parafraseando a Einstein. Por tanto, hasta que no cambiemos nos quedaremos atascados en el bucle que ha generado la adversidad.

Pero “no podemos cambiar nada, a menos que lo aceptemos […] Es mucho mejor tomar las cosas como vienen, con paciencia y ecuanimidad”, como advirtiera Jung. Cerrar los ojos ante la realidad, pretendiendo que no está sucediendo, es una estrategia desadaptativa, tan desadaptativa como negar la parte de nosotros que no nos agrada.

Por eso, la aceptación radical de la realidad y de esa parte más oscura de cada uno es una condición esencial para seguir avanzando, pasar página o cerrar capítulos de nuestra vida. No se trata de una aceptación pasiva, una rendición incondicional o un resignarse sino más bien de un tomar nota para reestructurar nuestro mundo.

La clave para aceptar nuestras sombras y una realidad con la que no nos sentimos cómodos consiste en deshacerse de los juicios de valor, en dejar de pensar que la oscuridad es negativa o mala.

Jung propone una perspectiva diferente. Afirma que “uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad […] Incluso una vida feliz no es factible sin una medida de oscuridad, y la palabra felicidad perdería su sentido si no estuviera balanceada con la tristeza”.

De hecho, creía que las sombras tienen un poder enorme que podemos utilizar para crecer como personas, siempre que seamos capaces de integrarlas en nuestro «yo». Aceptar la sombra nos permite convertirnos en personas más equilibradas y conscientes de sí mismas, de manera que estaremos mucho mejor preparados para afrontar la adversidad.

Para ello, necesitamos comprender que la adversidad no se convierte automáticamente en una epifanía, tan solo nos brinda la oportunidad de crecer a través del sufrimiento. Si queremos. Las situaciones difíciles nos permiten poner a prueba nuestras fuerzas, expandir nuestros límites y, por supuesto, descubrir facetas personales desconocidas o poco exploradas.

Pero “todo cambio debe empezar en el propio individuo. Nadie puede darse el lujo de mirar a su alrededor y esperar a que otros hagan por nosotros aquello que es responsabilidad nuestra”, escribió Jung. Por tanto, tenemos dos opciones: nos convertirnos en víctimas de las circunstancias o vamos más allá de la adversidad para desarrollar un nuevo nivel de autoconocimiento.

La entrada El poder de nuestro “lado oscuro” para superar la adversidad, según Jung se publicó primero en Rincón de la Psicología.

LA INTUICIÓN.


La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente.

Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado al regalo.
-Albert Einstein


La intuición no sólo es difícil de definir, sino que ha sido bastante relegada a la categoría New Age donde ha perdido fortaleza. Pero es un sentimiento, o una emoción, que a todos nos habita y por lo tanto habría que darle mucho más espacio. Se podría describir como ese razonamiento inconsciente, pero claro, que nos mueve a hacer algo sin decirnos cómo o por qué. Se siente en la panza (the guts) o en el pecho, a veces, y la verdad es que cuándo nos detenemos a sentirlo y le hacemos caso, tomamos las mejores decisiones. Sentimos, al menos, que tomamos una decisión congruente con nuestro estado. 

Por lo mismo hay un creciente número de evidencia anecdótica, combinada con esfuerzos sólidos de investigación, que sugiere que la intuición es un aspecto crítico de cómo los humanos interactuamos con nuestro ambiente y cómo, ultimadamente, tomamos muchas de nuestras decisiones. Carolyn Gregoire, una de las editoras del Huffington Post, escribió una nota en la que enumera diez cosas que las personas intuitivas hacen diferente que los demás. Su lista, que transcribimos abajo, es más bien una suerte de manual para abrirle más espacio a la intuición y vivir con más tranquilidad y congruencia. Para tomar las mejores decisiones se requiere un balance de intuición –que levanta un puente entre el instinto y el razonamiento– y el pensamiento racional. Pero la convención cultural ha ido en contra del instinto y la intuición, y ello nos lleva a descartar muchas veces nuestras “corazonadas”, en detrimento propio.


Diez cosas que las personas intuitivas hacen distinto


1. Escuchan a su voz interna
El elemento principal que distingue a alguien intuitivo de alguien que no lo es que se detienen a escuchar, en lugar de ignorar, la guía de sus intuiciones y sentimientos físicos.


2. Se toman tiempo para estar solos
Si quieres ponerte en contacto con tu intuición, deja el teléfono, la computadora, la televisión y siéntate en casa a estar solo por un rato. Aquí puedes tomar las mejores decisiones basado en cómo te sientes al respecto.


3. Crean
Las personas creativas son altamente intuitivas. Y al igual que puedes aumentar tu creatividad mediante la práctica, puedes impulsar su intuición. De hecho, practicar una puede ayudar a construir a la otra.


4. Meditan
Las distintas prácticas de meditación pueden ser una excelente manera de destapar tu intuición. Puedes alinearte con ella y al final tomar una decisión de la que estés absolutamente seguro. El autoconocimiento que llega por medio de la meditación y poner atención a nuestra experiencia presente sin hacer un juicio de valor nos ayudan a entender mejor nuestras personalidades y por lo tanto a actuar acorde con ellas.


5. Observan todo
Lo primero que debes hacer es darte cuenta; lleva un diario y date cuenta cuándo suceden cosas extrañas. Ganarás un sentido agudo de cada cuánto ocurren coincidencias, conexiones sorprendentes o intuiciones precisas en tu vida diaria.


6. Escuchan a su cuerpo
Si alguna vez te han dado náuseas o dolor de panza cuando sabías que algo estaba mal pero no sabías exactamente qué, puedes entender que la intuición puede causar sensaciones físicas en el cuerpo. Pon atención a ese “segundo cerebro”.


7. Conectan profundamente con otros
La empatía es uno de los grandes compañeros de la intuición. Dedicar tiempo a observar y escuchar a otros cara a cara puede ayudar a impulsar tus poderes de empatía.


8. Prestan atención a sus sueños
Tomar tiempo para pensar en tus sueños es una manera de comunicarte con tus procesos inconscientes. Ambos, los sueños y la intuición nacen del inconsciente, así que puedes comenzar a destapar esta parte de tu mente al prestar atención a tus sueños. Los sueños guardan bastante información sobre cómo vivir tu vida.


9. Disfrutan de bastante tiempo de relajación
Pocas cosas arruinan más la intuición que el trabajo constante, hacer varias cosas a la vez, estar conectado a dispositivos digitales y estar estresado y fatigado. De acuerdo a Gregoire, siempre tenemos un sentido intuitivo acerca de la gente en nuestras vidas –a un nivel profundo, sabemos diferenciar a los buenos de los pretensiosos o falsos—pero no siempre estamos suficientemente despiertos para reconocer la diferencia. El problema es que estamos demasiado ocupados.


10. Dejan ir las emociones negativas
Las emociones fuertes, particularmente las de enojo o frustración, nublan la intuición. Muchos de nosotros hemos sentido que algunas veces “no somos nosotros mismos” cuando estamos arrobados por alguna emoción, y ello puede ser porque estamos desconectados de nuestra intuición. Para dejar ir emociones de este tipo lo mejor es meditar o crear.



fuente:http://pijamasurf.com/


lunes, 27 de abril de 2020

¿El confinamiento cambiará nuestro carácter?


¿Podrá el confinamiento y la situación actual cambiar de algún modo nuestro carácter? Hay quien indica que saldremos fortalecidos y que daremos forma a una sociedad más solidaria, otros, que se elevará la sensación de angustia y el miedo constante al contagio.

De algún modo u otro, el confinamiento cambiará nuestro carácter. El efecto de la pandemia será más intenso y traumático en cierta parte de la población, en especial en quien haya sufrido pérdidas. Otros en cambio, lo sentirán un poco menos, pero nadie será completamente inmune a las vivencias por las que estamos transitando estos días.
Nuestros pensadores, filósofos e historiadores tienen una opinión dividida sobre el efecto de la pandemia y el confinamiento. Keith Lowe, reconocido historiador señala que la sociedad de ahora no es tan sabia como la de nuestros abuelos y que lo vivido durante este tiempo, no nos servirá de mucho. Volveremos a cronificar los mismos defectos.

Michel Wieviorka, sociólogo francés, tiene otra opinión. Esta vivencia nos obligará a reformular prioridades y contribuiremos a crear una sociedad más solidaria, más cohesionada donde valorar el apoyo mutuo. El virus, según él, nos impone una metamorfosis que debemos aprovechar para ser mejores.

Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, nos recuerda por su parte que en la lucha por la vida no sobreviven los más fuertes, sino los que se apoyan y ese será un valor sagrado que debamos preservar y tener presente en el futuro.

¿Cambiará el confinamiento nuestro carácter? ¿De qué manera?
Para entender si cambiará el confinamiento nuestro carácter debemos clarificar primero a qué nos referimos cuando hablamos de esta dimensión.

El carácter define nuestra forma de reaccionar ante lo que sucede. Es un componente de la personalidad y surge como consecuencia de aquello que vivimos y experimentamos, también de nuestra predisposición genética.
Ernst Kretschmer y William Stern fueron los autores que más estudiaron esta dimensión en el siglo XX, destacando que el carácter se compone de nuestra emocionalidad, intereses y resonancia. Esta última área hace referencia a nuestro umbral de sensibilidad a la hora de que un hecho, una vivencia o un estímulo nos afecte.

Hay personas más y menos resonantes y habrá por tanto a quien esta situación le impacte de diferente manera e intensidad. Veámoslo.
Salud mental y personalidad
Hay personas que ya padecían ansiedad antes de la llegada de la pandemia. Otros han empezado a lidiar con esta condición psicológica durante el confinamiento. Así, de entre todos los efectos que puede llegar a tener la actual situación sobre la salud mental, los trastornos de ansiedad van a ser lo más frecuentes.

Factores como la incertidumbre laboral y personal, el miedo a nuevos brotes de contagios o el efecto del propio confinamiento suele agravar el barómetro de la ansiedad.

Así, ante la pregunta de si el estrés y la ansiedad que sufrimos durante el confinamiento cambiará nuestro carácter, hay un factor determinante: la duración.

Si esta situación se alarga durante meses, podremos experimentar cambios, como un mayor pesimismo, sensación de alerta y angustia.

Estudios como el llevado a cabo por el doctor Gran Shields de la Universidad de California señalan este mismo hecho. La personalidad puede variar si nos encontramos en una situación en la que el estrés es constante. En caso contrario, si esta situación se resuelve lo antes posible, el efecto será mínimo.

Si cambian nuestros hábitos de vida, también lo harán aspectos de nuestro carácter
Hay una relación casi determinante en lo que se refiere a la psicología humana: el entorno nos condiciona. Si hay un contexto que ha cambiado de manera abrupta, si se nos obliga a cambiar nuestros hábitos de vida, muchos aspectos de nuestro carácter pueden variar.

El simple hecho de tener que depender de mascarillas para ir a trabajar o para desenvolvernos en el día a día puede afectarnos. El miedo al contagio estará presente y eso elevará nuestra hipervigilancia.

Asimismo, la limitación del libre movimiento y la limitación del contacto social también pueden pasarnos factura, elevando la presencia de emociones como la tristeza e incluso la frustración.

El impacto de estas realidades dependerá siempre de la duración de los presentes acontecimientos.
Niños y ancianos, los más afectados
Posiblemente, los más afectados durante esta pandemia, sean los niños y los ancianos. Los primeros, en especial los menores de 14 años, son los que más pueden sufrir el hecho de haber sido separados de ese entorno escolar donde tenían contacto con sus iguales. La socialización, el juego y el contacto con el aire libre son esenciales para nuestros pequeños.

Asimismo, el hecho de estar en casa y ser testigos de la preocupación de sus padres, también puede afectarles y tener un impacto psicológico severo.

Por otro lado, no podemos descuidar a nuestros mayores. Muchos de ellos están pasando el confinamiento en soledad y siendo testigos a su vez a través de los medios, sobre cómo afecta la pandemia a la población de mayor edad.


El confinamiento cambiará nuestro carácter: vigilantes, pero con la oportunidad de salir reforzados
El confinamiento cambiará nuestro carácter de algún modo u otro. Todo dependerá, como bien señalamos, de la duración de esta pandemia y los posibles cambios que puedan producirse después. No obstante, hay un hecho innegable, nos volveremos un poco más hipervigilantes, cuidadosos y cautos en temas de higiene. Sin embargo, de toda crisis y cambio social podemos salir fortalecidos en lo que a carácter se refiere.

La adversidad nos cambia y a menudo, lo hace despertando fortalezas, avivando nuevos valores y capacidades. En esta parte del camino, más pedregosa y abrupta de lo habitual se requiere lo mejor de nosotros mismos. Recordemos nuestros significados vitales, nuestros propósitos y avancemos este tramo de nuestra existencia con audacia y confianza.

A nuestro alrededor, siempre habrá manos dispuestas a ayudarnos.


NADIE MERECE MÁS TU AMOR QUE TÚ MISMO. Por Valeria Sabater


Para obtener el respeto de los demás es fundamental que primero nos respetemos y amemos a nosotros mismos. Si tenemos nuestro amor propio, será más difícil que nos hagan daño
Nadie merece más tu amor, apoyo, cariño y reconocimiento que tú mismo. Un error en el que caen muchas personas es en esperar estas dimensiones de aquellos que les rodean. Que sean los demás quienes les quieran, quienes les sitúen en el mundo y les ofrezcan seguridad.
Si bien es cierto que en esta vida todos merecemos ser amados, respetados y valorados, todas estas dimensiones deben partir, en primer lugar, de ti mismo. Nadie merece más amor que el que uno mismo puede darse, porque con ello se construye la autoestima, la fuerza y la determinación.
Para ser feliz se necesitan muchas cosas, lo sabemos, pero nada es tan importante como saber lo que uno merece. Es importante saber, sobre todo, que si no nos queremos a nosotros mismos, nadie lo hará.

NADIE MERECE MÁS RESPETO

Si tú no te respetas abres las puertas a que los demás te manipulen, te lleven por sus propios caminos y te hagan sentir como un personaje secundario en tu propia vida. En el momento en que uno mismo es consciente de que en su día a día merece algo más que el reconocimiento de otros, percibe la importancia de cultivar esos aspectos internos como el autoconcepto, la asertividad o la autoestima.

• Algo muy común es que durante la niñez y la adolescencia busquemos esa proyección exterior con la cual sentirnos seguros. Anhelamos el cariño de los padres, el reconocimiento de nuestros compañeros de clase, nuestros amigos… Todo ello nos hace vernos como personas importantes.

• Ahora bien, a medida que pasa el tiempo vamos percibiendo que las personas, en ocasiones, nos fallan. Que la familia también comete errores, que nuestros amigos nos traicionan y que nuestras parejas pueden no ofrecernos aquello que necesitamos.

• Es entonces cuando descubrimos la importancia de «querernos a nosotros mismos». Esa fuerza interior que nos ofrece el amor propio, que nos hace menos vulnerables a los golpes de la vida.

Si mi familia me falla, yo puedo seguir adelante. Si mis amigos no son como esperaba, puedo avanzar en solitario y construir nuevas relaciones. Porque no me siento solo ni desvalido, porque sé lo que merezco.

PASOS PARA CULTIVAR TU AMOR PROPIO

1. Eres el amor de tu vida
En tu existencia y a lo largo de tu ciclo vital, tienes muchos amores, muchas personas a las que quieres. Dispones de familia, pareja, hijos… Ahora bien, algo que debes tener claro es que, si tú no te quieres, lo que proyectarás en los demás será inseguridad, rencor y ansiedad.
• Las personas que no se valoran esperan que los demás lo hagan. Se crean situaciones de carencias afectivas y emocionales que pueden derivar en graves crisis existenciales.
• La auténtica vida empieza en el momento en que uno se sitúa como pilar en su propia vida.«Yo soy importante, yo merezco ser feliz, yo merezco ser respetado y yo me quiero a mí mismo».
• Expresar estas palabras no es un acto de egoísmo. En realidad, es un acto de libertad.
En el momento en que uno crea que lo merece todo en esta vida, será capaz de andar seguro, y más aún… De dar amor a los demás.

2. Mereces ser feliz
Todos merecemos ser felices, pero no siempre sabemos cómo lograrlo. Las claves para empezar a conseguirlo podrían ser muy bien las siguientes:
• Lleva una vida humilde y sencilla en la que te sientas en equilibrio. Ahí donde no se vulneren tus valores o tu integridad, ahí donde cada esfuerzo que hagas valga la pena, donde las personas que te rodeen te respeten…
• Libérate de los artificios: di no al sufrimiento inútil, a preocuparte por cosas que no valen la pena, por personas que te hacen daño. Entiende cuáles son las prioridades en tu vida (tu familia, tú mismo) y lucha por ellas. Todo lo demás no merece tu tiempo.
• La felicidad no se busca, se encuentra día a día en nuestro interior. Por ello, deja de buscarla al lado de otras personas y empieza a cultivarla en tu propio corazón.

3. Asegúrate de que las cosas te traigan felicidad

¿Cómo lo hacemos?, te preguntarás. ¿Cómo saber si cada decisión que tome en la vida me traerá felicidad? Queda claro que esto no es posible a priori. De ahí que la vida sea también arriesgarnos, cruzar líneas y embarcarnos en más de una aventura.
Ahora bien, en cada cosa que inicies, nunca apartes de tu mente un principio: merezco ser feliz, merezco ser respetado. En el momento que alguno de estos pilares no se cumplan, toma una decisión, aléjate de lo que te perturbe o ataque tu amor propio.
Ser feliz es muchas veces un acto de valentía, ahí donde alzar siempre nuestra voz, nuestro coraje y ese amor propio que debe dar aliento cada día a nuestra existencia.


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¿ANULAR LOS SENTIMIENTOS O CONTROLAR LOS SENTIMIENTOS? Por Francisco de Sales.


En mi opinión, cada vez hay más personas que, para no sentir los impactos de emocionales de los sentimientos, optan por tratar de anularlos, por prohibirse sentir lo agradable y lo desagradable –sobre todo esto último-, y por tratar de impedir que cualquier emoción acabe desbaratándoles y llevándoles irremediablemente al descontrol personal.

Acaban llegando a la conclusión y el convencimiento de que tras los buenos sentimientos puede aparecer el dolor, cuando se pierdan o desaparezcan –y no tiene porqué ser así siempre-, y que es mejor no conocer lo bueno para luego no echarlo en falta. Renuncian a emocionarse, a sentir en el corazón. Se inoculan la renuncia a impresionarse y estremecerse en el alma, y –en mi opinión- se pierden una parte muy importante de la vida.

Estoy plenamente a favor de vivir con toda la intensidad todas las emociones y sentimientos que calificamos como buenos o positivos, disfrutándolos en el momento plenamente, sin pensar en el vacío o la tristeza que nos pueda dejar su ausencia si desaparecen. Las emociones están ahí para removernos, fortalecernos, alegrarnos y procurarnos placer, o para causarnos una molestia que nos haga reflexionar y aprender. Algún sentido han que tener, no son inútiles. Es uno mismo quien tiene que saber qué sentido darles.

Sí estoy a favor de mantener una cierta objetividad y distancia con respecto a los que solemos calificar como negativos. No siempre son buenos ni necesarios. No estoy de acuerdo en que todo sufrimiento aporta alguna enseñanza positiva. Casi lo mismo que se puede aprender con sufrimiento se puede aprender sin él si uno está atento y receptivo.

Conviene recordar la diferencia que existe entre dos asuntos que se tratan habitualmente como si fuesen lo mismo. Las emociones son reacciones naturales, espontáneas, instintivas, propias del ser humano, mientras que los sentimientos son los resultados de lo que nosotros hacemos con las emociones, cómo actuamos en respuesta a las emociones. Ante la misma emoción cada uno puede aplicar diferentes sentimientos. Y en demasiadas ocasiones esos sentimientos no son nada naturales, sino que son respuestas inconscientes y descontroladas, o caducadas y ajenas, ante hechos que a veces no se manejan del modo adecuado.

Anular TODAS las emociones –cosa casi imposible-, vivir en una continua indolencia, y no dejarse conmover por los impulsos naturales, eliminan la parte emocional de la vida, convirtiendo ésta en un páramo reseco y sin pasión, en una línea plana en el corazón, en un ostracismo emocional. No es una buena idea.

Hay que arriesgarse a lo que pueda venir, a lo que nos pueda remover, y aceptarlo todo como parte de la vida. “Toda la vida es vida”, comprende una persona sabia. Hay que permitir que lo que suceda llegue adonde tenga que llegar y remueva lo que tenga que remover: esa es su misión y ese es su sentido, aunque no nos agrade a veces. Creo que no son gratuitos y si nos duelen es necesario averiguar por qué y para qué nos duelen. Si nos duelen, es una propuesta que tenemos que aceptar y experimentar, para aprender y salir reforzados después.

Decir NO a todo, y perderse con ello la ocasión de probar y comprobar, no parece ser una decisión acertada. Las emociones son para emocionarse. Los sentimientos sí requieren una revisión y un control, porque algunos se pueden convertir en perjudiciales e inútiles y nada provechosos.

Anularlos es complicado porque siempre reaccionamos de algún modo ante las emociones, y que exista esa reacción parece imposible de evitar, pero, en cambio, sí podemos estar lo suficientemente entrenados para que haya un relativo control, una senda por la que tienen que ir, una base con la que estemos de acuerdo, y que no sean explosivos, excesivos, del todo descontrolados y auto-agresivos.

Somos nuestras emociones y también somos nuestros sentimientos, así que conviene prestar atención al cuerpo y al espíritu, pero también a nosotros mismos, a quien se manifiesta, a cómo reaccionamos, y comprobar a menudo si realmente estamos siendo como queremos ser.

Te dejo con tus reflexiones…


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miércoles, 22 de abril de 2020

David Topí: Moviéndonos hacia niveles sociales y estratos económicos más elevados.


Tal y como hemos visto en el artículo anterior y precedentes, las reglas del juego cambian según el estrato social y económico en el que te encuentras, y aunque no podamos llegar a pertenecer a ese 1% del que hemos hablado anteriormente, y quizás ni deseos de hacerlo en la mayoría de los casos, sí que puede que nos gustase movernos hacia otros estratos algo más elevados del que nos encontramos ahora. Como todo, a pesar de que la explicación a nivel social y económico de la razón de su existencia ya la tengamos más o menos clara, todo depende siempre del nivel de realidad en el que te encuentras y de la proyección que haces según tu propia visión del mundo. Pondremos una petición al final del artículo para ayudar a trabajar esta parte de nuestra vida que complementa la petición sobre el acceso a los arquetipos de la abundancia y la desprogramación de la “escasez” que ya hemos visto en el post anterior.

Una larga historia de clases sociales

Es probable que todos conozcamos perfectamente el concepto de las diferentes clases sociales que existen en nuestra sociedad. Posiblemente todos somos conscientes y sabemos también de primera mano a qué clase o estrato social pertenecemos, y todos hemos leído y hablamos con naturalidad de aquellos que se encuentran en clases sociales y económicas más altas, o aquellos que pertenecen a clases sociales “inferiores”.

En general, ningún ser humano se suele plantear seriamente cuál ha sido su origen y porqué estamos “distribuidos” así. Se entiende que es una consecuencia derivada del estatus económico de cada persona, que, por su nivel de ingresos y posición social y profesional, “encaja” y cuadra en un nivel de la sociedad determinado. Puesto que es correcto que este fenómeno y estratificación se produce principalmente por temas económicos, no hay mucho más que discutir o que indagar al respecto.

Sin embargo, no es del todo completa esta explicación. ¿Por qué no? Porque además de los factores económicos y profesionales, otra de las razones por las cuales nos identificamos y pertenecemos a un nivel social u otro tiene que ver con los factores psicológicos de nuestra propia personalidad, los programas y arquetipos que poseemos y el sistema de creencias imbuido en cada uno de nosotros. Puesto que esto es algo que no se puede medir ni cuantificar por la mayoría de estadistas, psicólogos o economistas del planeta, es un parámetro que queda fuera de toda conclusión lógica de por qué (dejando de lado el dinero) algunos miembros de la sociedad pertenecen a las clases altas y “élites” de la misma, y otros pertenecen a las clases más pobres e inferiores.

¿Qué hace que la manera de enfocar la vida pueda llevarte a moverte hacia un escalón superior en la jerarquía social y qué hace que puedas moverte hacia un escalón inferior?

Posiblemente muchos hayáis oído hablar y mencionar el concepto de la Pirámide de Maslow, una teoría psicológica propuesta en los años 40 del siglo pasado en la que se divide en cinco niveles las necesidades básicas que tiene un ser humano para poder sobrevivir, desarrollarse y crecer como individuo. Estos cinco “escalones” o niveles pasan por buscar la manera de tener cubiertas nuestras necesidades físicas y fisiológicas, nuestras necesidades afectivas, de compañía, familiares, económicas, de autorrealización, de conseguir un “estatus social”, etc. Y, en este punto, es donde nos vamos a detener, ya que aquí encontramos una de las razones por las cuales pertenecemos o nos identificamos con una clase social o con otra. Veamos cual es el mecanismo psicológico que subyace para ello.

Necesidad de reconocimiento por parte de la sociedad

Según la pirámide de Maslow, cuando un ser humano tiene cubiertas las necesidades de supervivencia, alimento, descanso, recursos económicos y seguridad familiar (los primeros niveles de esta escala), inicia una búsqueda de otros elementos que le den sentido a su vida, aunque no sepa que está intentando darle sentido a lo que “es” como persona y lo que hace en el mundo, de manera que, intuitivamente, vamos tratando de abrirnos hueco entre personas, grupos, comunidades y entornos sociales y profesionales que puedan ayudarnos a reconocer lo que somos, quiénes somos, y lo que podemos aportar a los demás, como forma de mostrar aquello que nos define, que nos hace ser diferentes, que nos permite individualizarnos y que nos ayuda a anclarnos a un cierto tipo de entorno, como una pieza de un rompecabezas que busca en qué parte del mismo encaja perfectamente, y para ello va probando y tratando de entrar en diferentes sitios hasta que encuentra el suyo.

Por lo tanto, en muchas ocasiones, el estrato y clase social a la que pertenecemos depende no solo de cuantos recursos económicos tenemos, sino de que visión y que nivel de crecimiento personal hemos alcanzado, pues ese tipo de “estado interno” nos define de una manera muy determinada, y podrá encontrar un encaje solo con un grupo de personas determinadas en un entorno determinado, de manera que será ahí donde hallemos, mientras no volvamos a cambiar cómo somos, el encaje perfecto dentro del entorno perfecto para el momento perfecto en el que estamos. Y eso no es otra cosa que el “estatus social” que cada uno tiene.

El factor principal de tu nivel económico es tu psique, no tu dinero

Esta manera de ubicarnos en sociedad está determinada por muchos factores, pues no solo el tema económico es clave para poder autodefinirnos como personas de clase media, alta, trabajadora o pobre. Aunque en los estratos inferiores de la sociedad tener dinero o no marca fuertemente nuestra identificación con un nivel del sistema, a medida que uno analiza las clases medias y las clases altas de nuestra civilización el factor más importante no es el dinero, sino la psicología de la persona y su forma de encarar la vida.

Al empezar a percibir la realidad de una determinada manera, unirte a personas que piensan de forma parecida a ti, y entrar en un grupo determinado donde se tiene otra visión de las cosas, puedes empezar a cambiar de estrato social simplemente por asimilación de una forma de ver el mundo que te aleja de un cierto grupo y estilo de personas y te acerca a otro. Puesto que la realidad no deja de ser una proyección holocuántica individual, al “absorber” de terceros otros puntos de vista “superiores”, empiezas tímidamente al principio, y poco a poco, a emitir una nueva realidad influenciada por ese nuevo entorno.

Este fenómeno y transformación personal se suele dar de forma natural y paulatina, y viene asociado a cambios muchas veces profesionales, pues al cambiar de trabajo cambias de compañeros, de entorno laboral, del tipo de ambiente que hay o deja de haber, y, puesto que eso también viene acompañado de cambios salariales, son estos últimos los que nos dan la impresión que han provocado que ahora estemos reuniéndonos con personas de otro nivel diferente, de otra parte de la sociedad diferente, y de otro estrato distinto al que teníamos antes del cambio profesional. En realidad, lo que cambia no es otra cosa que el holograma que estás proyectando como resultado de esa nueva situación, recursos monetarios incluidos, pero no únicamente responsables de que hayas “elevado” tu estrato a otro nivel.

Cambio de realidad por cambio de residencia

Si este cambio no se da por trabajo sino por mudanza, es decir, por irnos a vivir a otro lugar, también podemos pasar de un grupo y estrato social a otro distinto, por el simple hecho de que entramos a vivir en un barrio nuevo que tiene unas ciertas características y un determinado “ambiente”, frecuentado por un cierto tipo de personas con una manera concreta de hacer las cosas, que, por poco que tengamos un mínimo de interacción con ellas, nos irán permeando y dotando a nuestra propia personalidad y forma de ser de las características de ese nuevo grupo y estrato social al que antes no pertenecíamos.

La psicología que define el estatus social de las personas

Por lo tanto, aunque existan factores materiales y físicos acompañando y siendo muchas veces detonantes del cambio, la pertenencia a un cierto estrato, clase y grupo social viene determinada principalmente por la psicología de ese grupo y nuestro encaje con el mismo, con el entorno y nuestra manera de percibir la realidad.

Para pertenecer a las clases altas de nuestra ciudad es obvio que hay que tener ciertos recursos económicos, pero es primordial tener una mentalidad asociada a cómo esas clases “altas” perciben su mundo y su día a día. Una mentalidad de “clase trabajadora”, que es perfectamente correcta y completamente adecuada, no es la mentalidad de quienes viven su vida desde otro punto de vista donde hay ciertos aspectos de la realidad “elitista” que no se pueden comprender desde la realidad de la clase media, por lo que a menos que cambiemos nuestra psique y la ajustemos a esa mentalidad “económicamente superior”, no podremos nunca dar los primeros pasos para movernos a un estrato más alto al que estamos si es nuestro deseo hacerlo.

Se han escrito decenas sino centenares de libros de personas que encontraron la forma de salir de un entorno social pobre y con pocas oportunidades de crecimiento solo imitando los comportamientos y la forma de pensar de aquellos que han tenido “éxito económico” en la vida, y que han conseguido superar todos los obstáculos que ésta les haya puesto para llegar a lo más alto de sus propias pirámides de crecimiento personal. Y es correcto, pues para poder movernos hacia “arriba”, simbólicamente, dentro de una sociedad completamente estratificada y donde unos pocos tienen mucho de todo pero la mayoría tiene poco de nada, hay que empezar por cambiar la mentalidad de toda la sociedad, y darnos cuenta que el componente de “actitud” es igual o más importante que el componente “dinero”, estando ambos enlazados hasta cierto punto pues, para poder llegar a tener muchos recursos económicos también hay que tener una cierta predisposición y actitud adecuada hacia ellos y la manera de conseguirlos.

Defendiendo tu posición, taponando a los de abajo

¿Significa esto que podemos terminar con las penurias de las castas y clases más bajas de nuestra civilización en tantos y tantos países que aún las mantienen “activas” como parte de la gestión de la sociedad? ¿Significa que cambiando la actitud de estas personas podemos hacer que salgan en masa y se conviertan en ciudadanos de, al menos, clase media?

La respuesta es sí, se podría perfectamente. Pero no será tan fácil, por la simple razón de que los que se encuentran en las clases altas y medio-altas no lo permitirán. ¿Por qué? ¿Cómo les afecta? Les afecta porque elimina la exclusividad que se tiene cuando perteneces a un grupo al que solo unos pocos individuos, o unos pocos millones en todo el planeta, tienen acceso, ya que cuando todo el mundo tiene lo mismo de todo, ese “todo” dejar de tener valor, y si deja de tener valor porque todo el mundo lo posee, deja de diferenciarte de los demás. Y si deja de diferenciarte, entonces pierdes el estatus psicológico de ser “mejor” o ser “diferente”, que es lo que nos da seguridad en el tercer nivel de la pirámide de Maslow, que hace que cada persona intente buscar lo que la diferencia de otros para poder encontrar el lugar en el mundo en el que encaja perfectamente, pues si todas las piezas del rompecabezas son iguales, en teoría cualquier pieza puede encajar en cualquier sitio, ya que los huecos para ellas son idénticos, lo cual elimina el factor de “soy especial”, disminuye la autoestima y provoca que nos sintamos “uno más” y no “alguien importante”.

Como veis, la energía y programa que subyace debajo de la estratificación social de nuestro planeta es el miedo a no ser “especial” y “diferente”, y fue imbuido en la psique del lhumanu por asimoss para mantenerlos “inferiores” siempre a ellos, no solo en poder, o tecnología o conocimiento, simplemente, “inferiores” a nivel psicológico.

Así, todo este razonamiento psicológico que se produce en cadena es completamente subconsciente a los mecanismos de la razón y de la psique humana, ya que ninguno estamos pensando en ello o siendo conscientes cuando tomamos las decisiones que tomamos para movernos de un entorno social a otro o cuando estamos interiormente insatisfechos con la vida que llevamos, pero no sabemos por qué, o simplemente cuando queremos salir de uno de esos estratos sociales para mejorar hacia uno percibido como superior, pero no entendemos que es lo que nos detona interiormente esa necesidad de cambio.

El estatus de una persona depende de su valía como ser humano

Como todo, la sociedad en general debe darse cuenta de que el valor de cada ser humano no depende del estatus social que tiene o de la clase a la que se pertenece, sino de la valía humana que se posee y que se ofrece a los semejantes para asistirlos a la vez que nos asistimos a nosotros mismos en nuestro camino y desarrollo. Pero actualmente nuestro sistema no funciona así, y, por lo tanto, es muy difícil que vayamos a conseguir implementar una manera en la que las “élites” y clases superiores de las que hemos hablado en el artículo anterior permitan el acceso masivo a su “mundo” y a su realidad a los miembros de las clases medias, y, de la misma manera, tampoco estas mismas clases medias, de manera colectiva e inconsciente, permiten el acceso a su “realidad” de aquellos pertenecientes a las clases “bajas”, pues se percibe el miedo y el peligro de que, entonces, los recursos y servicios y el nivel de vida del que disfrutan estas clases medias, que no son tampoco excesivos, se vean reducidos por la incorporación de millones de personas de clase baja, sea el país que sea o la región donde esto suceda. No tenéis más que ver como se aprovecha este miedo, bien estudiado y de forma planificada, en los mítines y propaganda de muchos partidos políticos contra aquellos que vienen de fuera (refugiados, inmigrantes, gente de otros países) a “quitarnos” nuestros recursos.

Puesto que cada estrato protege su nivel de vida, y trata de frenar las oportunidades de acceder al mismo, los círculos sociales se vuelven cada vez más exclusivos y las normas para pertenecer a ellos se hacen cada vez más rígidas, impidiendo que masivamente se unan a esos entornos, grupos o clases personas que no hayan superado un cierto nivel económico, principalmente, como forma de cuantificar si puede o no puede pertenecer al mismo, pero, en segundo lugar, que tengan o no un cierto perfil de comportamiento, de visión y de personalidad, para ver si aun teniendo los recursos económicos, puede encajar o no en esa parte del puzle.

Los recursos económicos por si solos no cambian tu estatus social

Y es que pensémoslo un momento, ¿por el hecho de que nos toque la lotería y muchos millones nos convertimos automáticamente en personas de la alta sociedad?

No, mientras sigamos teniendo la misma visión del mundo, la misma personalidad y la misma configuración psicológica, seguimos perteneciendo a la clase o estrato social en el que estábamos antes de ese premio. Por lo tanto, si no hacemos cambios interiores como los que hemos mencionado, o cambios externos como el mudarnos a otro entorno o cambiar de trabajo o adquirir otros elementos a nuestra vida que nos ayuden a cambiar cómo vemos el mundo hacia un nivel superior, lo que sucederá, y de hecho así lo podemos comprobar, es que muchas personas terminan perdiendo el premio que obtuvieron malgastándolo, ya que, al no cambiar “internamente”, no supieron adaptarse y usar el catalizador que esos recursos económicos aportaban para hacerles subir de escalón social.

Si no hay esa voluntad de cambio y de iniciar un movimiento “mental” hacia otro tipo de círculos y entornos acordes a la nueva situación económica que poseemos, no es posible ningún cambio físico por mucho que lo esperemos o queramos.

Observando comportamientos y la visión de aquellos que poseen el nivel que deseamos

Es cuestión, pues, de darnos cuenta de que si queremos salir de un nivel económico, social y relacional en el que estamos pero no tenemos los recursos para ello, hemos de empezar por estudiar, analizar y observar los comportamientos, visiones y formas de entender el mundo que tienen los que se encuentran en ese nivel al que queremos llegar: cuáles son sus inquietudes, cómo se plantean los problemas y cómo los solucionan, cómo enfocan los retos y cómo afrontan los cambios, cómo buscan maneras de provocarlos o cómo evitan lo que no desean afrontar, cómo gestionan el fracaso o el éxito, etc.

Este primer paso inicia el cambio en la forma en la que cada persona afronta su realidad, y de ahí se inician procesos para que aparezcan las oportunidades para el cambio económico, material y físico que puedan asentarnos “formalmente” y con la “aprobación” de ese nuevo “círculo social” en la parte del rompecabezas a la que hemos llegado para instalarnos y arraigarnos, hasta que decidamos dar un salto de nuevo y buscar otro punto que aún nos permita crecer más, y seguir avanzando por nuestra propia pirámide de crecimiento personal.

Desprogramando los topes y programas para facilitar ese cambio de mentalidad

Por lo tanto, a nivel energético, lo que podemos y vamos a hacer es desprogramar de la psique todos esos “topes” que dificultan esos cambios, relacionados por un lado con la zona de confort, relacionados también con los miedos al éxito y al fracaso, relacionados con los programas del inconsciente colectivo de escasez y falta de recursos que hemos visto, etc. De nuevo, mucho trabajo de desprogramación por delante, pues hasta que realmente la realidad externa no nos muestre cambios “tangibles”, significa que no ha cambiado lo suficiente la realidad “interna” que es la base para su proyección.

La petición a nuestro YS para ello es la siguiente;


Solicito a mi Yo Superior y le doy permiso permanente para que elimine, desprograme y borre todos los arquetipos, programas, sustrato energético y contenido de mis esferas mentales, cuerpo mental, esfera de consciencia y del resto de elementos de mi psique que limitan, ralentizan o impiden mi conexión a un nivel de realidad superior codificado como un estrato social y económico por encima del que me encuentro física y energéticamente en estos momentos. Solicito y doy permiso permanente para borrar y eliminar los anclajes, cadenas, enganches e hilos energéticos hacia niveles de realidad inferiores, así como eventos, situaciones, egregores, concentraciones energéticas o estructuras de mi realidad que me atan “hacia abajo” y dificultan e impiden el movimiento energético hacia esos otros niveles superiores en vibración, frecuencia, recursos y oportunidades de crecimiento y desarrollo. Solicito y doy permiso permanente para elevar toda mi estructura psíquica hacia la conexión con los estratos globales de los grupos y niveles de la sociedad más elevados a los que pueda en estos momentos acceder por mi estado energético actual, para imbuir las energías y vibraciones que me faciliten mi propio cambio personal hacia niveles de realidad más elevados con todos los elementos físicos, económicos, sociales, materiales, etc., que en ellos estén presentes. Gracias.

Cerramos así de momento toda esta serie de artículos sobre economía, esperando que os sean útiles en estos tiempos revueltos e inciertos. En el próximo artículo, empezaremos otra serie sobre el tema de telefonía móvil que tiene a muchas personas preocupadas y alteradas por no saber que influencia tienen las nuevas y existentes redes en nosotros, así que tendremos oportunidad de estudiar a fondo su funcionamiento, la razón de su existencia y el efecto en nuestro campo energético.

Un abrazo,

David Topí

¿QUÉ ES LA AUTOCOMPASIÓN? Yamila Papa


Tener autoestima baja, no confiar en nuestras capacidades y sentir lástima por nosotros mismos forman una combinación destructiva. Conlleva lo que se conoce como autocompasión. Básicamente es una tendencia que nos hace buscar un culpable a los problemas, fracasos o cosas malas que nos suceden.
Una vez que empezamos a autocompadecernos perdemos la capacidad para encontrar lo positivo en cada situación, nos mantenemos desmotivados y no confiamos para nada en nuestro potencial. No importa lo que otros nos digan, si nuestro jefe nos felicita por algo que hicimos bien o si nuestra pareja nos repite día a día lo maravillosos que somos.

LA AUTOCOMPASIÓN Y CÓMO SENTIRSE VÍCTIMA DE LAS CIRCUNSTANCIAS

Cuando culpamos a otros, cuando el responsable de nuestra desdicha es la mala suerte, la economía o la política… si todo el tiempo buscamos “echar el fardo” de nuestros problemas al destino, el karma o Dios, entonces es muy difícil poder cambiar la situación.

“Sentir lástima por nosotros mismos es una de las drogas no farmacéuticas más destructivas. Es un narcótico adictivo que da placer en el corto plazo pero nos separa de la realidad”.
-John Gardner-

El autoconsuelo no nos permite reconocer y aceptar lo que sucede. Para muchos es simplemente sentirse deprimido o triste sin saber por qué. Para otros implica ser débil o menos valioso que los demás.
En la mayoría de los casos la autocompasión se forja en nuestra infancia o adolescencia, alguien nos ha dicho que no teníamos la capacidad para vencer los retos o se nos impusieron muchas presiones para “ser los mejores”.
Si bien solemos pensar que las cosas que ocurren en nuestra vida están basadas en factores externos, no nos damos cuenta de que la base de la limitación o de la desdicha somos nosotros mismos y por supuesto la autocompasión que experimentamos.

¿TE AUTOCOMPADECES A MENUDO?

Quizás algunas de las palabras que indicamos en este artículo están “haciendo ruido” en tu cabeza pero aún no sabes por qué. Tal vez se deba a que aún no sabes que sueles autocompadecerte demasiado. ¿Cómo darte cuenta de ello? Para comenzar respondiendo a estas preguntas:

• ¿Crees que la solución a tus problemas está basado en lo que hagan o no los demás?

• ¿Consideras que sueles buscar una justificación para tus actitudes?

• ¿Sientes que no tienes control sobre tu vida o lo que te sucede?

• ¿Buscas consejos pero no eres de seguirlos?

Si has respondido que sí al menos a una de estas consultas, existe una gran posibilidad de que tiendas a sentirte una víctima de cada situación o que te compadezcas de ti con cierta facilidad. Es verdad que todos hemos cometido errores, nos vimos envueltos en fracasos de diversos calibres y por supuesto nos hemos sentido deprimidos.
Sin embargo, aquellos que se dedican a ver el medio vaso vacío de lo ocurrido o piensan una y otra vez en lo que podrían haber hecho tienen una personalidad o una tendencia “autocompadeciente”. Si crees que no tienes nada de control de lo que te pasa y que el mundo (desde un desconocido hasta un familiar) se aprovecha de ti para hacerte daño, serás incapaz de salir adelante.

PROBLEMA DETECTADO: ¿Y AHORA QUÉ HAGO?

Has dado un gran paso al aceptar que sueles tener autocompasión en bastantes ocasiones. Ahora debes seguir el camino del cambio y buscar una solución a tu inconveniente. Algunos de los métodos que te pueden ayudar son:

• No pienses que eres la víctima (no olvides que has sobrevivido a decenas de eventos dolorosos antes)

• Concéntrate en las cosas buenas (entrar en acción puede llenar tus sentimientos de vacío o pobreza internos)

• Encuentra la inspiración en lo que te rodea (si miras alrededor te darás cuenta de que hay muchos que pueden ayudarte con su experiencia)

• No toleres la autocompasión (si permites que se mantenga en tu mente te será complicado eliminar este mal hábito).

• Usa tu energía para cosas positivas (en lugar de pasar el tiempo pensando en lo malo del pasado enfócate en mejorar lo que quieres conseguir en el futuro).

• Permite tener emociones negativas (acepta quien eres y lo que te sucede).

UN GIRO 180 GRADOS

Desde el budismo la autocompasión cobra otro significado totalmente diferente. Sentir compasión por uno mismo consiste en abandonar el sufrimiento y las causas que nos generan el sufrimiento. En lugar de estar gran parte de nuestra vida lamentándonos por todo y siendo «víctimas» de las circunstancias, el budismo nos dice que somos agentes activos. Ser un agente activo significa que depende de nosotros lo que hagamos o dejemos de hacer.
De esta forma, si buscaremos aquello que nos haga sufrir e intentaremos ponerle remedio. En la gran mayoría de las ocasiones, lo que nos provoca sufrimiento es nuestra mente, nuestra forma del ver el mundo. Por lo tanto, el siguiente paso será comenzar a trabajar con nosotros mismos. Así pues, esta transformación de la autocompasión en un mecanismo de trabajo interior es un cambio de 180 grados puede servirnos para empezar un viaje apasionante con nosotros mismos.

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MI BÚSQUEDA DE DIOS. Por Francisco de Sales.



“La búsqueda de Dios es la búsqueda de UNO MISMO en el interior.”


En mi opinión, cuando nos dijeron que Dios estaba en los Cielos –y lo señalaban con un dedo apuntando hacia arriba- y que Dios era alguien alejado, accesible nada más que a través de la oración y con la intermediación de la Iglesia, y nos pintaban a Dios como alguien de quien no se recibían respuestas claras, cuyo monopolio poseen ciertas religiones –que, por otra parte, se ha arrogado la exclusividad para hablar con Él directamente-, nos hicieron un gran daño a algunos que sentimos que Dios no puede ser eso, o no puede ser exclusivamente así, ya que intuimos que de algún modo Dios tiene que ser más accesible, más cercano, un poco más humano, y se Le puede sentir más cerca y al lado del corazón, que es donde mejor se Le puede sentir.

Así que algunos deseamos o sentimos o intuimos o necesitamos un Dios más cercano, interno, que haya dejado una parte suya en nuestro interior al alcance de nuestros sentimientos más puros, para que de ese modo Le podamos tener más presente y podamos contagiarnos de Él.

Algunos pensamos o sentimos o intuimos que algunas de las cualidades más nobles de los humanos no son más que presencias de Dios, y de ese modo cuando uno practica la bondad siente que es un poco como Dios –a otra escala-, y cuando uno es generoso le parece que también Dios es así, y cuando uno siente el amor y lo da es capaz de creer –sin palabras- que esa es una manifestación de Dios a través de uno.

De ese modo uno Le puede experimentar con la asiduidad que desee y sin necesidad de tener que ir a una iglesia donde más bien parece que Dios está recluido. Y no sé si en contra de Su voluntad…

Prefiero un Dios que no esté exclusivamente en un sitio que llamamos Cielo –con mayúscula inicial- y poder sentirlo dentro de mí y en cada instante; que esté dentro de mí y se manifieste a veces como mi conciencia –que es como un Dios en pequeñito-, que sea la parte de mí que hace brotar espontáneamente mis obras buenas, que se disfrace de esas ganas que siento de abrazar al desamparado y dar de comer al hambriento –en la medida de mis posibilidades-, que lleve mi mano al bolsillo y saque una moneda para entregarla cuando se presente la ocasión, que me haga pararme ante su creación y me abra los ojos y el corazón y desentumezca mi capacidad de asombro y ponga en mi voz asombrada la exclamación ¡¡Esto es Dios!!

No me agrada un Dios que me observe con cara seria desde un Trono en la distancia –un poco inquisitivo y juzgador desde su infalibilidad-, sino que prefiero uno que esté a mi lado y conmigo cuando me enfrento a lo conflictivo que resulta a veces estar en la Tierra y tener que vivir la vida, que comparta conmigo mis debilidades y supla a mi esperanza cuando se me va, y que me eche el brazo por el hombro cuando lo necesito y haga magia para mí borrándome la aflicción de los labios y de la mente.

Prefiero un Dios Tutor que me oriente siempre, que avive mis cualidades siempre, que fluya desde mí e influya en mí siempre, que sea una vocecita que me da ánimos y me diga que voy bien, que estoy en el Camino, que aún puedo mejorar.

Prefiero un Dios cercano, al que tanto le pueda contar un chiste como mis dudas y en ambos casos me preste la misma atención, que me hable sin voz pero me hable claro, y que se funda con mis sentimientos para que todos se manifiesten contagiados por Él.

Prefiero Sentirle que teorizar sobre Él.

No sé… Así es como lo siento… O así es como lo deseo.

Me complicaron la vida religiosa cuando me dijeron que estaba lejos y era inaccesible. Me confundieron.

Estoy consiguiendo Sentirle dentro y cerca, y no fuera y lejos.

No sé cómo Le verás tú... ¿Cómo Le ves?

Te dejo con tus reflexiones…


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La importancia del ritmo y las rutinas , hoy más que nunca.


Estos días de confinamiento , entre muchas otras cosas, me han dado el espacio para la reflexión. El ralentizar la vida diaria nos obliga a enfocarnos en lo realmente importante y a reencontrarnos con nosotros mismos. Pero no podemos olvidar la importancia de las rutinas y los ritmos en la crianza de nuestros niños.

…El célebre educador y psiquiatra norteamericano Rudolf Dreikurs postuló que “las rutinas diarias son para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. Ningún niño se siente cómodo en una situación en la que no sabe qué esperar. La rutina da una sensación de seguridad. La rutina establecida da un sentido de orden del cual nace la libertad.».

Seguimos en la línea de los postulados de Rudolf Dreikurs. Es evidente que la formación de niños sin responsabilidad y seguridad en su más tierna infancia será un gran generador de futuros adultos con serios problemas conductuales…..Little girl does not let her father smoke.

…Nuestra vida está llena de ritmos, ritmos internos y externos, ritmos corporales y ritmos ligados a la naturaleza, ritmos sociales y ritmos atencionales. El ritmo garantiza salud, armonía, bienestar y seguridad.



Deberíamos ayudar a los niños a entrar en los ritmos del día y la noche, aquellos que ayudan a regular el sueño y la vigilia, los tiempos de alimentación y ayuno, de estar dentro y estar fueraTambién debemos acompañarlos para ir regulando los ritmos sociales y atencionales, que están relacionados con la capacidad de estar solos y estar acompañados, de estar quietos y estar en movimiento, de estar centrados y estar relajados.

Los beneficios de las rutinas y los hábitos


Tanto los hábitos como las rutinas son de vital importancia para la vida de los niños. Gracias a ellos, además del citado ambiente tranquilo y estable en el que el pequeño se siente seguro, también aporta regularidad, constancia y perseverancia en la mentalidad de los jóvenes, algo que será muy útil en su desarrollo hacia la vida adulta:
Además, encontramos beneficios importantes en la adquisición de hábitos y rutinas. Por ejemplo, la seguridad del pequeño. Hacer aquello que sabe perfectamente realizar y llevarlo a cabo le crea un estado de tranquilidad, pues desarrolla su consciencia sabiéndose capaz.
Esta organización que los padres establecen alrededor del pequeño permiten que el niño vaya asimilando su propio esquema. Así, cada chico conoce poco a poco su mundo y lo convierte en un lugar predecible y por tanto seguro para su estabilidad.
Las rutinas son vitales para la propia formación física y psicológica del chico. Los horarios de comida el sueño, la higiene y todos los hábitos relacionados con estas circunstancias básicas son indispensables para que el niño se eduque y aprenda en un entorno adecuado con todas sus necesidades cubiertas así como favorecer la salud de las funciones orgánicas.

El ritmo y la repetición favorecen la capacidad de juego autónomo y la creatividad. Actualmente es muy común que los niños tengan una agenda saturada de actividades. Les queda muy poco tiempo para “soñar” o para no hacer nada. Rápidamente pierden la capacidad de estar consigo a solas. Por lo general se cree que el niño necesita un estímulo nuevo y constante. El resultado está siendo una generación de niños que exigen estímulos cada vez más fuertes y variados, con pocos recursos propios para gestionar su “aburrimiento”. Deberíamos perder el miedo al ritmo, rutinas y actividades repetitivas y el miedo al aburrimiento, ya que es la puerta de la creatividad.


Aunque estemos en casa , no debemos descuidar el mantenimiento de las rutinas y los ritmos en nuestro entorno, le daremos seguridad a nuestros niños en estos momentos tan complicados.



Referencias: La mente es maravillosa. Tamarachubarovsky blog

domingo, 19 de abril de 2020

Para ser felices tenemos que dejar espacio a las sorpresas de la vida.


Los eventos inesperados son los que realmente cambian nuestra vida. Por eso tenemos que dejar espacio para las sorpresas.

Dejar espacio para estos eventos inesperados que están fuera de nuestro control requiere en primer lugar un corazón receptivo y una mente abierta. Solo así podremos aprovechar las maravillosas oportunidades para “avanzar” y sentirnos sorprendidos.


Eurípides dijo una vez: “lo que se considera posible no sucede y lo que nadie espera Dios lo da”. 

Todo bajo control

Los sociólogos o expertos en finanzas como Nassim Nicholas Taleb creen que todos actuamos como si pudiéramos predecir lo que sucederá mañana o incluso la próxima semana. Nuestra plácida ignorancia o, mejor dicho, nuestra exagerada necesidad de pensar que tenemos todo bajo control a menudo nos hace incapaces de reaccionar cuando, de repente, algo inesperado nos sucede.


La mayor alegría es la que no es esperada.
-Sófocles-

Sorpresa o tener todo bajo control?

Este comportamiento responde a un principio muy simple: nuestro cerebro necesita controlar todo. No importa si no estamos contentos, lo importante es “sobrevivir”.

Todo lo que cae dentro de los límites de lo inesperado, se interpreta como una amenaza, un batallón que lleva una bandera, la del peligro.

Las personas que tienen mayores temores, generalmente desarrollan una mayor necesidad de control sobre sí mismas y hacia los demás. 

Fanáticos del poder

Los fanáticos del control, aquellos que dicen dominar lo incontrolable y no dejan ni un rincón a las cosas inesperadas e improvisadas, están irremediablemente condenados al abismo de la insatisfacción y la infelicidad.


Aprende de los niños, grandes amantes de las sorpresas inesperadas.

Es suficiente mostrarle algo inesperado a un niño para llamar su atención. Tiene una mirada fascinada cuando ve algo diferente, algo colorido, que desafía la lógica y la gravedad.

Los niños tienen una habilidad natural y el instinto para abrazar todo lo que es impredecible e inesperado. Sin embargo, nosotros, con nuestras gafas para adultos y nuestros filtros racionales, hemos perdido esta maravillosa habilidad que estimula tanto el aprendizaje.

Estudios realizados

Como lo reveló un estudio realizado en la Universidad Johns Hopkins por la psicóloga Aimée Stahl, los niños de entre 9 y 11 meses prefieren todos esos estímulos que aparentemente escapan a la lógica. La psicóloga realizó un curioso experimento con un grupo de bebés a quienes presentó dos tipos de juegos, uno que parecía cruzar la pared (gracias a un efecto óptico) y otro que simplemente rodó contra ellos y luego cayó al suelo.


Por extraño que parezca, los bebés estaban más interesados ​​en el juego “imposible”, es decir, lo que dio la idea de cruzar la pared. 

Conclusiones

Los expertos han llegado a la conclusión de que los niños más pequeños están más involucrados en cosas inesperadas. Sin embargo, a medida que crece, lo inesperado se interpreta como algo que está fuera de su control y, por lo tanto, es peligroso. Cuando nos encontramos atrapados en una nueva situación y no tenemos un plan que seguir, manifestamos ansiedad y estrés. En lugar de quedar atrapados en el miedo, permitámonos ocasionalmente volver a ser niños, para abrazar la positividad que pueden ofrecer cosas inesperadas.


Haz espacio para lo inesperado en tu vida

Hazlo, deja la puerta de tu corazón entreabierta para dejar entrar, de vez en cuando, un poco de garbo, de alegría, porque ciertamente no te hará daño. Esculpe un rincón para cosas inesperadas, improvisadas, no programadas, lejos, muy lejos, de tus objetivos. Debido a que el reino de lo inesperado puede ser más útil de lo que pensamos, de hecho, grandes exploradores han descubierto continentes enteros por accidente y muchas personas famosas han hecho sus mejores contribuciones bajo la influencia de la casualidad.

Steve Jobs, durante una conferencia para graduados de la Universidad de Stanford, dijo que la vida no es más que aprender a “conectar puntos”. Muchas de las cosas inesperadas que nos suceden a lo largo de nuestra existencia adquieren un significado real cuando las miramos desde la perspectiva correcta.

Sorpréndete

Por ejemplo, quizás el trabajo que tenemos ahora es insatisfactorio, pero nos ha dado nuevas amistades que, a su vez, nos han impulsado a cultivar un pasatiempo que nos gusta mucho, lo que nos enriquece emocional e intelectualmente hasta el punto de querer desarrollarlo también desde un punto de vista profesional. Lo hacemos y, una vez que se inician los negocios, también nos encontramos con el amor de nuestra vida.

Como puedes ver, una cosa puede llevar a otra, saltamos de piedra en piedra en este río implacable de nuestra existencia y lo hacemos casi sin darnos cuenta.

Sin embargo, para apreciar la belleza y las oportunidades que se nos ofrecen, debemos mostrarnos receptivos a este maravilloso hechizo del destino. Y debemos hacerlo con una actitud positiva y una mente abierta, porque aquellos que esperan lo inesperado con la predisposición correcta tienen más posibilidades de ser felices.



10 HÁBITOS SALUDABLES PARA EL CONFINAMIENTO


Por más que nos cueste, esta es nuestra nueva realidad. Nuestra vida ha cambiado temporalmente y nuestras rutinas se han visto alteradas. Hoy te traemos diez trucos para que no pierdas el ánimo ni el tiempo: estos son los hábitos saludables para el confinamiento que no puedes perder. ¡Toma nota!

Arréglate
Es tentador (y cómodo) pasar el día en pijama o en ropa de estar por casa, pero habrás comprobado que cuando te arreglas (para una llamada del trabajo, por ejemplo) tu ánimo sube casi instantáneamente. Elige cada mañana un look cómodo pero que te apetezca llevar y que te favorezca. Y no te olvides de pintarte los labios… ¡confinada pero arreglada!

Mantente conectada
Que estemos en casa no significa que nuestra vida social desaparezca. Hablar (con otras personas además de nuestra familia) es muy bueno. Programa un aperitivo con las amigas para el sábado o tomar el café todas juntas. Hay apps como Duo o Zoom que hacen muy fácil las video llamadas en grupo, en el móvil o en el ordenador.

Distingue el fin de semana
Aunque todos los días sean iguales, es importante distinguir los fines de semana y cambiar de actividad. Adelanta trabajo solo si es imprescindible, y aprovecha para hacer cosas que no te da tiempo durante la semana. Programa una comida más especial, una peli con palomitas para toda la familia o algo que te ilusione. Ahora más que nunca vivimos de las pequeñas cosas.

Tiempo para aprender
Es cierto que, las que tenemos hijos, no vamos tan sobradas de tiempo como las que no los tienen, pero ya tenemos cierta experiencia en aprovechar cada minuto del nuestro. Una vez que te hayas puesto al día con todas las series de Netflix, aprovecha para leer o hacer algún curso que tengas pendiente desde hace tiempo.

Dosifica las noticias
Todos los expertos lo recomiendan. Los primeros días, vivimos un bombardeo de noticias que nos mantuvieron en un estado de alarma personal real. Esta muy bien estar informado, pero limita la información a un par de veces al día y siempre de medios contrastados. ¡Cuidado con los bulos!

Limita el whatsapp
El hambre agudiza el ingenio dice el refrán, y le viene al pelo a los miles de vídeos y memes divertidos que nos llegan cada día vía grupos de whatsapp. Geniales para desconectar y echarte unas risas, llegan a consumirte un montón de tiempo y a veces a distraerte de lo verdaderamente importante. Cuando estés con los niños o a la mesa, deja tu teléfono a un lado y ponte al día después.

Cuida la alimentación
Todo el día en casa significa tentación constante de picoteo mientras trabajas, estás con los niños o ves una película. Si no quieres lamentarlo al final de la cuarentena, mantén tu dieta y trata de elegir fruta o algo sano para los ataques de ansiedad.

Haz algo de ejercicio
No hace falta que te mates si no lo hacías antes del confinamiento, pero ejercitarte un poco cada día es imprescindible ahora que nuestros pasos se han limitado tanto. Elige una rutina de ejercicio o simplemente haz unos estiramientos un par de veces al día. ¡Tu espalda te lo agradecerá!

Bebe agua
Como no hace buen tiempo y nuestra actividad ha bajado, es fácil no tener sensación de sed. Pero beber agua cada día es imprescindible para mantenernos hidratadas y hasta para mejorar nuestro estado de ánimo y manejar mejor el estrés. Si no te apetece recién salida del grifo, prueba con las infusiones. El té verde es nuestra favorita.

One day at a time
No caigas en el desánimo. Ahora más que nunca, es importante vivir el día a día. Piensa que nunca vas a tener otra oportunidad de disfrutar de tu familia como esta, y de pequeños placeres como el de no tener prisa. Ya volverán las carreras por la mañana para llegar a tiempo al cole. ¡Disfruta!

https://charhadas.com/bienestar-y-salud/10-habitos-saludables-para-el-confinamiento/

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